La proliferación de los escándalos de corrupción ahoga Brasil
Todo ocurre dentro de una crisis económica que no se aleja y que va a empujar al PIB a un retroceso este año de un 1,5%
Antonio Jiménez Barca
São Paulo, El País
La marea ascendente de podredumbre relacionada con la petrolera Petrobras sube cada día un grado en Brasil, amenazando con llevarse por delante todas las instituciones y dejando al país paralizado en una crisis política en la que todos miran a todos. Todo ocurre dentro de una crisis económica —que se retroalimenta con el cortocircuito político— que no se aleja y que va a empujar al PIB a un retroceso este año de un 1,5%, y con un desencanto de la población con respecto a la presidenta Rousseff, que se arrastra en las encuestas.
El jueves, en el mismo día en que se supo que el expresidente Lula, del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), va a ser investigado por tráfico de influencias, Julio Camargo, un antiguo lobista representante en Brasil de varias empresas japonesas, soltó, delante del juez, una bomba judicial, mediática y política: acusó al actual presidente del Congreso, Eduardo Cunha, hasta hoy uno de los políticos más poderosos del país por su puesto clave para decidir qué leyes se aprueban o qué comisiones de investigación se convocan, de haberle pedido personalmente en 2011 (y haber recibido después a través de un intermediario) cinco millones de dólares destinados a conseguir contratos en Petrobras para sus empresas.
Camargo, en un testimonio al que Brasil asiste estupefacto en Internet, asegura, muy tranquilo, que se citó con Cunha, entonces diputado del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de ideología centrista (y proclive a arrimarse siempre con los partidos en el poder), en Río de Janeiro. Y que el político le dijo que no tenía nada personal contra él, pero que tenía que pagar cinco millones de dólares. Camargo no es ninguna hermanita de la caridad. De hecho, está acusado en el caso Petrobras de sobornar a altos cargos de la petrolera para que sus empresas obtuvieran contratos. Sólo tiene una forma, pactada con el juez, para rebajar los años de cárcel que le van a caer: delatar a otras personas relacionadas con la trama y dar datos y nombres a la policía. Eso está haciendo. Y asegura que si antes no se había referido a Cunha es porque le tenía miedo: “Es una persona que manda en 260 diputados y que tiene mucha influencia”, explicó.
Venganza política
Cunha reaccionó inmediatamente. Agresivo e intimidante, negó los hechos y aseguró que el fiscal general de la República, Eduardo Janot, obedeciendo instrucciones del Gobierno, ha obligado a Camargo a delatarle por una suerte de venganza política.
Añadió además que a partir de ahora, de forma personal, dejará de colaborar con el Gobierno de Rousseff y declara rotos los puentes. El PMDB es uno de los partidos teóricamente aliados de Rousseff en un Congreso ultra-fragmentado donde el Gobierno sufre en minoría.
De hecho, el vicepresidente, Michel Temer, es de esta formación. Aunque sólo teóricamente: a lo largo de estos seis meses de legislatura, el propio Cunha ha jugado con Rousseff, sus ministros y las propuestas de leyes del Gobierno, al gato y al ratón, haciendo pasar algunas y otras no, dejando claro a cada paso su poder. Ahora, según Cunha, todo se complicará más. Hay expertos que consideran que los exabruptos de Cunha no pasan de zarpazos de fiera herida que se sabe acabada. Pero otros recuerdan que aún es el presidente de Congreso y que podrá articular comisiones de investigación para que desfilen los miembros del PT involucrados en el caso Petrobras.
Destitución parlamentaria
Es más: sobre Rousseff planea la sombra de la destitución parlamentaria (impeachment) por investigaciones relacionadas con los fondos de su campaña electoral y por las acusaciones de haber alterado las cuentas públicas para cuadrar los déficits, y tener como enemigo declarado al presidente del Congreso puede perjudicarle. Queda por ver la postura del nuevo hombre clave, el vicepresidente Temer, eslabón entre el Gobierno y Cunha.
Bajo sospecha
Lo que sí está claro es que la corrupción de Petrobras cada vez alcanza más esferas de poder y más altas. El PMDB parece estallar por dentro, el Congreso se cuartea, el PT, partido en el Gobierno desde hace 12 años, también está minado con personas involucradas. El propio Lula va a ser investigado por, supuestamente, interceder ante Gobiernos extranjeros, en pro de la importante constructora Odebrecht, para obtener contratos y obras que no tienen nada que ver con Petrobras.
En teoría, es un caso diferente y menor. Pero también en teoría: el presidente de Odebrecht, Marcelo Odebrecht, se encuentra en la cárcel, acusado de sobornar a altos cargos de la petrolera. Con lo que muchos analistas pronostican que el nombre de lula saldrá a relucir, antes o después, en el caso, relacionado con los fondos de sus campañas electorales. La diabólica figura judicial de la delación recompensada, esto es, el hecho de poder rebajar la condena a base de acusar a otros, anuncia detenciones en cascada con el final en ninguna parte.