El gran cambio táctico que metió a Sampaoli en la historia
La Roja se quedó con el cetro de la Copa América con un modelo de juego distinto al que constituyó la anterior marca registrada del entrenador argentino.
Santiago, As
No fue fácil el comienzo de Chile en la Copa América, a pesar de derrotar por 2-0 a Ecuador en el partido inaugural del certamen continental. El entrenador Jorge Sampoali ya había esbozado que implementaría una enmienda táctica en el equipo y, en pleno proceso de ajuste hacia un nuevo estilo futbolístico, costó que la oncena adquiriera rápidamente vuelo en el encuentro.
Frente a los ecuatorianos, y dejando en claro que Jorge Valdivia, más que un “9” retrasado, sería durante todo el torneo un mediocampista creativo, la Roja terminó imponiéndose con absolutos argumentos. En el segundo tiempo, el equipo desplegó su juego, abriendo la cancha por la derecha con un ir y venir incesante de Mauricio Isla, uno de los mejores de Chile en la Copa, para superar por insistencia a su oponente.
Arturo Vidal abrió la cuenta mediante un penal en la etapa inicial del segundo tiempo. Después, la Roja se animó a presionar más arriba y Eduardo Vargas, luego de una recuperación adelantada de Alexis Sánchez, confirmó el triunfo en el estreno.
Quedó claro tras la victoria que Chile evolucionaba hacia un modelo de juego. Sustentado en prolongadas tenencias de balón, abandonando la verticalidad o el fútbol directo de etapas anteriores de Sampaoli, concentrando el ataque por el centro, con maniobras asociadas al mando de Valdivia, en lugar del acoso permanente por los costados gracias al accionar de dos o más hombres.
Contra México y Bolivia, con inestabilidades puntuales, que no comprometieron seriamente el rendimiento del equipo, la Roja fue avanzando en su propósito de obtener el título con una nueva fórmula. Los aztecas consiguieron una meritoria paridad en el Nacional (3-3), pero Chile finalmente al fútbol de posesión de balón procurado le adicionó ritmo elevado y algunas llegadas profundas por las bandas.
La goleada a la escuadra boliviana fue la mejor performance de la Roja (5-0). Chile controló absolutamente el juego, con una tenencia de balón rápida, ágil, hegemonizada por la utilización vasta del control orientado, y sometió a un equipo que en el segundo tiempo solo esperaba el pitazo final para descansar y enfrentar el duelo de cuartos de final ante Perú.
En la búsqueda de la semifinal en el torneo, la complejidad aumentó enormemente al enfrentar a los uruguayos. Fiel a su estilo, los campeones defensores del título propusieron un planteamiento áspero y defensivo, por lo que decir que no jugaron a nada constituye un error. Le costó a la Roja, porque no tuvo grandes llegadas de peligro, pero el equipo se mantuvo pétreo en su idea de atacar mediante una posesión de balón más acabada hasta que los charrúas no aguantaron más. Fue 1-0 y el partido quedó en el recuerdo por la polémica expulsión de Edinson Cavani.
La prueba anterior a la final ante Argentina dejó algunas dudas, porque Perú se había impuesto en el trámite hasta que el zaguero Carlos Zambrano se hizo expulsar por una patada de barrio en la espalda de Charles Aránguiz (19’). Con Alexis Sánchez apagado y muy estático en la posición de puntero izquierdo, a Chile le costó muchísimo imponerse: faltó juego por el costado izquierdo para generar alternancia al predominio de Isla por el otro sector y las maniobras asociadas por el eje de la cancha colapsaron ante el achique y concentración de gente que opusieron los incaicos. Al final, un tiro de larga distancia de Eduardo Vargas dio el paso a la final (2-1).
Frente a Argentina, en la obtención de la Copa América, la fisonomía táctica se mantuvo imperturbable. La Roja apostó por la tenencia del balón y sometió, por largos pasajes, a los argentinos. Cuando el rival apuró la marcha, Chile se agrupó bien en su sector y, con más fondo físico para soportar el asedio, porque ahora no presiona tan arriba, soportó a pie firme. Al final, la innovación táctico le dio plena razón a Sampaoli, que inscribió con méritos su nombre en el olimpo del fútbol nacional.
Santiago, As
No fue fácil el comienzo de Chile en la Copa América, a pesar de derrotar por 2-0 a Ecuador en el partido inaugural del certamen continental. El entrenador Jorge Sampoali ya había esbozado que implementaría una enmienda táctica en el equipo y, en pleno proceso de ajuste hacia un nuevo estilo futbolístico, costó que la oncena adquiriera rápidamente vuelo en el encuentro.
Frente a los ecuatorianos, y dejando en claro que Jorge Valdivia, más que un “9” retrasado, sería durante todo el torneo un mediocampista creativo, la Roja terminó imponiéndose con absolutos argumentos. En el segundo tiempo, el equipo desplegó su juego, abriendo la cancha por la derecha con un ir y venir incesante de Mauricio Isla, uno de los mejores de Chile en la Copa, para superar por insistencia a su oponente.
Arturo Vidal abrió la cuenta mediante un penal en la etapa inicial del segundo tiempo. Después, la Roja se animó a presionar más arriba y Eduardo Vargas, luego de una recuperación adelantada de Alexis Sánchez, confirmó el triunfo en el estreno.
Quedó claro tras la victoria que Chile evolucionaba hacia un modelo de juego. Sustentado en prolongadas tenencias de balón, abandonando la verticalidad o el fútbol directo de etapas anteriores de Sampaoli, concentrando el ataque por el centro, con maniobras asociadas al mando de Valdivia, en lugar del acoso permanente por los costados gracias al accionar de dos o más hombres.
Contra México y Bolivia, con inestabilidades puntuales, que no comprometieron seriamente el rendimiento del equipo, la Roja fue avanzando en su propósito de obtener el título con una nueva fórmula. Los aztecas consiguieron una meritoria paridad en el Nacional (3-3), pero Chile finalmente al fútbol de posesión de balón procurado le adicionó ritmo elevado y algunas llegadas profundas por las bandas.
La goleada a la escuadra boliviana fue la mejor performance de la Roja (5-0). Chile controló absolutamente el juego, con una tenencia de balón rápida, ágil, hegemonizada por la utilización vasta del control orientado, y sometió a un equipo que en el segundo tiempo solo esperaba el pitazo final para descansar y enfrentar el duelo de cuartos de final ante Perú.
En la búsqueda de la semifinal en el torneo, la complejidad aumentó enormemente al enfrentar a los uruguayos. Fiel a su estilo, los campeones defensores del título propusieron un planteamiento áspero y defensivo, por lo que decir que no jugaron a nada constituye un error. Le costó a la Roja, porque no tuvo grandes llegadas de peligro, pero el equipo se mantuvo pétreo en su idea de atacar mediante una posesión de balón más acabada hasta que los charrúas no aguantaron más. Fue 1-0 y el partido quedó en el recuerdo por la polémica expulsión de Edinson Cavani.
La prueba anterior a la final ante Argentina dejó algunas dudas, porque Perú se había impuesto en el trámite hasta que el zaguero Carlos Zambrano se hizo expulsar por una patada de barrio en la espalda de Charles Aránguiz (19’). Con Alexis Sánchez apagado y muy estático en la posición de puntero izquierdo, a Chile le costó muchísimo imponerse: faltó juego por el costado izquierdo para generar alternancia al predominio de Isla por el otro sector y las maniobras asociadas por el eje de la cancha colapsaron ante el achique y concentración de gente que opusieron los incaicos. Al final, un tiro de larga distancia de Eduardo Vargas dio el paso a la final (2-1).
Frente a Argentina, en la obtención de la Copa América, la fisonomía táctica se mantuvo imperturbable. La Roja apostó por la tenencia del balón y sometió, por largos pasajes, a los argentinos. Cuando el rival apuró la marcha, Chile se agrupó bien en su sector y, con más fondo físico para soportar el asedio, porque ahora no presiona tan arriba, soportó a pie firme. Al final, la innovación táctico le dio plena razón a Sampaoli, que inscribió con méritos su nombre en el olimpo del fútbol nacional.