El desconocido sufrimiento del goleador de la Copa América
Santiago, EFE
Las banderas, los gritos y el tradicional ceacheí aparecen al instante. El ambiente es de alegría y nadie lo disimula. Todos quieren ser parte de la celebración. Por eso se agrupan fuera de la casa de Vargas, en la populosa comuna de Renca. Es, sin duda, el vecino más conocido, pero se deja ver de cuando en cuando en el lugar. Y los vecinos lo saben. Pero nada importa. Sólo quieren ser parte del festejo. Un verdadero ritual que se repite cada vez que juega Chile y que el lunes por la noche se prolongó por varias horas.
“Es que Eduardo se lo merece”, coinciden al instante la veintena de vecinos reunidos en la calle Vicuña Mackenna. No es para menos: el ídolo de Renca no sólo marcó dos goles frente a Perú. También llevó a la Roja a la final de Copa América después de 28 años y, además, es de momento el máximo goleador del torneo. El momento de Turboman es de gloria. Ese mismo que vivió en 2011, tras ganar la Copa Sudamericana con Universidad de Chile.
Sin embargo, no todo ha sido felicidad. Con apenas un mes de vida el goleador vivió un duro momento, debido a una enfermedad que nunca se le pudo detectar. Así lo recuerda, con cierta angustia, Pamela Rojas, madre del jugador: “Era una extraña complicación que le hacía ponerse morado cuando tomaba el pecho. Se ahogaba. Temimos por su vida”.
La situación se repitió en sus tres primeros meses. Y cansados de explicaciones médicas optaron por un camino alternativo: su padre (del mismo nombre) hizo un compromiso espiritual. A los pocos días, de manera inexplicable, la situación de Edu empezó a mejorar hasta llegar a la recuperación total. Por eso, durante ocho años su padre peregrinó al santuario de la Virgen de Lo Vásquez, cercano a Valparaíso. Eran 80 kilómetros de caminata todos los 8 de diciembre durante casi una década. “Eduardo Jesús me acompañó algunas veces. Ahí le regalé una pulsera que tiene una cruz”, agrega su madre. Aquella historia ya está en el pasado. Y así lo asume el propio Vargas, que tiene como máximo ídolo a Marcelo Salas, el goleador histórico de Chile. Por ahora, sólo mantiene intacto un anhelo único que alimenta con sus goles: ganar la Copa. “Es nuestro sueño”, cierra.
Las banderas, los gritos y el tradicional ceacheí aparecen al instante. El ambiente es de alegría y nadie lo disimula. Todos quieren ser parte de la celebración. Por eso se agrupan fuera de la casa de Vargas, en la populosa comuna de Renca. Es, sin duda, el vecino más conocido, pero se deja ver de cuando en cuando en el lugar. Y los vecinos lo saben. Pero nada importa. Sólo quieren ser parte del festejo. Un verdadero ritual que se repite cada vez que juega Chile y que el lunes por la noche se prolongó por varias horas.
“Es que Eduardo se lo merece”, coinciden al instante la veintena de vecinos reunidos en la calle Vicuña Mackenna. No es para menos: el ídolo de Renca no sólo marcó dos goles frente a Perú. También llevó a la Roja a la final de Copa América después de 28 años y, además, es de momento el máximo goleador del torneo. El momento de Turboman es de gloria. Ese mismo que vivió en 2011, tras ganar la Copa Sudamericana con Universidad de Chile.
Sin embargo, no todo ha sido felicidad. Con apenas un mes de vida el goleador vivió un duro momento, debido a una enfermedad que nunca se le pudo detectar. Así lo recuerda, con cierta angustia, Pamela Rojas, madre del jugador: “Era una extraña complicación que le hacía ponerse morado cuando tomaba el pecho. Se ahogaba. Temimos por su vida”.
La situación se repitió en sus tres primeros meses. Y cansados de explicaciones médicas optaron por un camino alternativo: su padre (del mismo nombre) hizo un compromiso espiritual. A los pocos días, de manera inexplicable, la situación de Edu empezó a mejorar hasta llegar a la recuperación total. Por eso, durante ocho años su padre peregrinó al santuario de la Virgen de Lo Vásquez, cercano a Valparaíso. Eran 80 kilómetros de caminata todos los 8 de diciembre durante casi una década. “Eduardo Jesús me acompañó algunas veces. Ahí le regalé una pulsera que tiene una cruz”, agrega su madre. Aquella historia ya está en el pasado. Y así lo asume el propio Vargas, que tiene como máximo ídolo a Marcelo Salas, el goleador histórico de Chile. Por ahora, sólo mantiene intacto un anhelo único que alimenta con sus goles: ganar la Copa. “Es nuestro sueño”, cierra.