El Congreso estadounidense recibe con recelo el acuerdo con Irán

Los republicanos critican el pacto, pero su capacidad de derogarlo es limitada

Joan Faus / Silvia Ayuso
Washington, El País
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, advirtió este martes de que usará su poder de veto si el Congreso, de mayoría republicana, no da su visto bueno al acuerdo alcanzado con Irán para frenar su programa nuclear. Pero el mandatario demócrata también es consciente de que un rechazo parlamentario al pacto tan arduamente negociado supondría un fuerte revés tanto a ese acuerdo como a su imagen y la de EE UU.


Por eso, Obama anunció una ofensiva inmediata para tratar de convencer al Capitolio de la necesidad de que dé su visto bueno al acuerdo de Viena, para lo cual los legisladores tienen 60 días de plazo. El Congreso puede aprobar, rechazar o ignorar el pacto, aunque si no lo aprueba tendrá muy difícil revertir el veto de Obama. En todo caso, el escepticismo con que fue recibido el acuerdo en el Capitolio demuestra que no va a ser tarea fácil convencer a los legisladores de la bondad del pacto entre EE UU, Irán y cinco potencias mundiales.

“En vez de frenar la expansión de armas nucleares en Oriente Medio, este acuerdo probablemente propiciará una carrera de armas nucleares en el mundo”, denunció el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner. Ya en marzo, Boehner trató de hacer fracasar las negociaciones al invitar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a impartir en el Congreso un discurso de rechazo a un posible acuerdo con Irán.

Un poco más prudente fue el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell. Dijo que el pacto de Viena parece retener elementos “equivocados”, pero prometió revisarlo: “La prueba es si hace más seguros a nuestro país y aliados”. En cambio, los senadores Marco Rubio y Lindsey Graham, aspirantes a la nominación republicana en las elecciones presidenciales de 2016, criticaron duramente el acuerdo al considerar que fortalece al régimen de Teherán -con el que Washington no mantiene relaciones desde hace tres décadas- y supone una amenaza para Israel. Un argumento que ha sido esgrimido de forma repetida por los republicanos, pero también por algunos demócratas, en el pasado.

Los primeros en revisar el acuerdo serán los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores de las dos cámaras. El presidente de este panel en la cámara baja, el republicano Ed Royce, advirtió de que el pacto será “difícil de vender”. Su homólogo del Senado, el también republicano Bob Corker, dijo partir de un “profundo escepticismo” a la hora de revisar “rigurosamente” el acuerdo.

Desde el flanco demócrata, no hubo grandes reacciones de rechazo, más bien un apoyo cauto. La líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, subrayó que las “restricciones e inspecciones agresivas” suponen el “mejor plan a largo plazo” para frenar las ambiciones nucleares iraníes, y avanzó que el Congreso “revisará de cerca” los detalles del pacto. Su homólogo en el Senado, Harry Reid, también abogó por un análisis “considerado”.

Tras el pacto preliminar sellado en abril en Lausana con Irán, el Gobierno de Obama cedió a la presión del Congreso y accedió a que pudiera escrutar un acuerdo final con Teherán. Los legisladores pueden aprobar una “resolución de desaprobación” del pacto, lo que impediría al presidente levantar las sanciones contra Irán impuestas por el Congreso y por tanto haría descarrilar el acuerdo. Pero la aritmética parlamentaria hace, si no imposible, sí altamente improbable que prospere dicha resolución.

Obama puede vetar, como reiteró este martes, una resolución de rechazo, que de por sí tendría serias dificultades para avanzar en el Senado, donde el dominio republicano es menor. En caso de efectuarse un veto presidencial, el Congreso necesitaría una mayoría de dos tercios de ambas cámaras para anularlo. Es decir, al presidente demócrata le bastaría el apoyo de un tercio de los legisladores para asegurarse de que no descarrile el pacto. Y la mayoría de sus compañeros de partido han apoyado en los últimos meses las negociaciones con Irán.

Por si acaso, la Casa Blanca no ha perdido tiempo en iniciar su ofensiva diplomática para convencer a los más reticentes. Nada más recibir la llamada de Viena que confirmaba que había fumata blanca, Obama tomó el teléfono para informar, personalmente, a los líderes de las dos cámaras del Congreso, Boehner y McConnell.

El presidente ha ordenado además a todo su equipo que se ponga manos a la obra para tratar de vender y convencer de los beneficios de un acuerdo cuyo rechazo, ha advertido, sería “irresponsable”. Su premisa: no hay alternativa a un acuerdo para evitar que Irán se embarque en una carrera nuclear porque la comunidad internacional que ayudó con sanciones a presionar por este pacto no va a comprender que este sea rechazado ahora.

“Si el Congreso mata este acuerdo, no hay un escenario posible en el que el resto del mundo vaya a aceptar imponer sanciones adicionales”, advirtieron altas fuentes de la Casa Blanca en conversación con periodistas bajo condición de anonim

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