Chile reabre uno de los peores crímenes de la dictadura
Un exmilitar rompe el pacto de silencio y permite la reapertura del caso
Rocío Montes
Santiago de Chile, El País
Un exsoldado del Ejército chileno denunció ante la Justicia un pacto de silencio para encubrir 29 años uno de los actos de represión de mayor impacto de la dictadura de Augusto Pinochet: la muerte del fotógrafo de 19 años Rodrigo Rojas Denegri y las heridas graves a la estudiante universitaria Carmen Gloria Quintana, de 18, que fueron quemados con gasolina por militares después de participar en las protestas sociales contra el régimen de julio de 1986.
La versión del testigo, Fernando Guzmán, ha permitido al juez Mario Carroza reabrir la causa por homicidio después de casi tres décadas y detener a siete exmiembros en retiro del Ejército. De acuerdo a la historia oculta del régimen militar, de los periodistas Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, “el comienzo de 1986 estimuló en la oposición la idea de que sólo una intensa movilización callejera haría ceder al régimen (…) Pero el Ejecutivo estaba decidido: los militares saldrían a las calles si era necesario”.
Los uniformados se desplegaron por distintas zonas de Santiago la mañana del 2 de julio, la primera de las dos jornadas de Paro Nacional. Rodrigo Rojas y Carmen Quintana salieron temprano a protestar y, mientras ayudaban a formar una barrica en la comuna de Estación Central, fueron detenidos por patrullas del Ejército.
En un callejón y a plena luz del día, los militares a cargo de los tenientes Pedro Fernández Dittus y Julio Castañer obligaron a Rojas a ponerse boca abajo en la acera y a Quintana a permanecer de espalda contra una muralla. De acuerdo a la versión oficial de los implicados hasta la actualidad, el joven portaba elementos combustibles que explotaron y que accidentalmente alcanzaron los cuerpos de los detenidos. El propio Pinochet se refirió a la muerte de Rojas en su momento: “No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que a lo mejor llevaba algo oculto y se reventó”.
En 1993, la justicia militar determinó que Fernández Dittus debía permanecer 600 días en prisión por cuasidelito de homicidio. “De acuerdo a la investigación inicial, no hubo dolo sino solamente negligencia. Esa versión era escandalosa y por eso la causa se transformó en uno de las grandes casos de impunidad, más vergonzosos, que puedan haber habido en la historia de la represión en Chile”, señala Carmen Hertz, abogada de Derechos Humanos.
De acuerdo a Fernando Guzmán, Castañer ordenó a uno de los conscriptos “rociarlos con el combustible que estaba en un bidón. A la mujer la roció desde la cabeza a los pies y al hombre por la espalda. El teniente Castañer los desafiaba con un encendedor, insultándolos (…) El fuego lo inició el teniente Castañer. Ambos se prendieron inmediatamente”.
El fuego provocó quemaduras en más del 60% de sus cuerpos: Rojas murió a los cuatro días en un hospital y Quintana quedó con gran parte de su piel desfigurada. “Hoy finalmente se dice la verdad”, indicó la sobreviviente a radio Cooperativa desde Canadá.
Rocío Montes
Santiago de Chile, El País
Un exsoldado del Ejército chileno denunció ante la Justicia un pacto de silencio para encubrir 29 años uno de los actos de represión de mayor impacto de la dictadura de Augusto Pinochet: la muerte del fotógrafo de 19 años Rodrigo Rojas Denegri y las heridas graves a la estudiante universitaria Carmen Gloria Quintana, de 18, que fueron quemados con gasolina por militares después de participar en las protestas sociales contra el régimen de julio de 1986.
La versión del testigo, Fernando Guzmán, ha permitido al juez Mario Carroza reabrir la causa por homicidio después de casi tres décadas y detener a siete exmiembros en retiro del Ejército. De acuerdo a la historia oculta del régimen militar, de los periodistas Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, “el comienzo de 1986 estimuló en la oposición la idea de que sólo una intensa movilización callejera haría ceder al régimen (…) Pero el Ejecutivo estaba decidido: los militares saldrían a las calles si era necesario”.
Los uniformados se desplegaron por distintas zonas de Santiago la mañana del 2 de julio, la primera de las dos jornadas de Paro Nacional. Rodrigo Rojas y Carmen Quintana salieron temprano a protestar y, mientras ayudaban a formar una barrica en la comuna de Estación Central, fueron detenidos por patrullas del Ejército.
En un callejón y a plena luz del día, los militares a cargo de los tenientes Pedro Fernández Dittus y Julio Castañer obligaron a Rojas a ponerse boca abajo en la acera y a Quintana a permanecer de espalda contra una muralla. De acuerdo a la versión oficial de los implicados hasta la actualidad, el joven portaba elementos combustibles que explotaron y que accidentalmente alcanzaron los cuerpos de los detenidos. El propio Pinochet se refirió a la muerte de Rojas en su momento: “No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que a lo mejor llevaba algo oculto y se reventó”.
En 1993, la justicia militar determinó que Fernández Dittus debía permanecer 600 días en prisión por cuasidelito de homicidio. “De acuerdo a la investigación inicial, no hubo dolo sino solamente negligencia. Esa versión era escandalosa y por eso la causa se transformó en uno de las grandes casos de impunidad, más vergonzosos, que puedan haber habido en la historia de la represión en Chile”, señala Carmen Hertz, abogada de Derechos Humanos.
De acuerdo a Fernando Guzmán, Castañer ordenó a uno de los conscriptos “rociarlos con el combustible que estaba en un bidón. A la mujer la roció desde la cabeza a los pies y al hombre por la espalda. El teniente Castañer los desafiaba con un encendedor, insultándolos (…) El fuego lo inició el teniente Castañer. Ambos se prendieron inmediatamente”.
El fuego provocó quemaduras en más del 60% de sus cuerpos: Rojas murió a los cuatro días en un hospital y Quintana quedó con gran parte de su piel desfigurada. “Hoy finalmente se dice la verdad”, indicó la sobreviviente a radio Cooperativa desde Canadá.