Una región hambrienta de electricidad

Para que cada país construya su propio mix de energías tradicionales y alternativas harán falta 1,2 billones de dólares hasta 2040

Miguel Ángel García Vega, El País
La energía en América Latina ni se crea ni se destruye, solo se transforma en una rayuela. Viento, agua, petróleo, gas y sol buscan su lugar preciso en el juego. Cada país de la región apuesta por una combinación (mix energético) personal. Pese a los lugares comunes, no existe una fractura entre renovables e hidrocarburos. Argentina respalda la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, a pesar de que sigue invirtiendo en pozos de gas; Uruguay, que está muy cerca de lograr que toda la electricidad proceda de renovables, busca crudo en su territorio y México, pese a que en 2024 el 35% de su mix debería provenir de energías limpias, aún se apoya en el gas natural.


La geopolítica energética de América Latina es compleja. Del potencial eólico infinito de la Patagonia argentina a la monumental represa de Itaipú (una de las mayores del mundo), en los márgenes entre Paraguay y Brasil. En guaraní Itaipú significa “piedra que suena” y ese tintineo lleva a comprender que “Latinoamérica tiene la matriz de generación eléctrica más limpia del planeta gracias al peso de lo hídrico, que representa el 55% del total”, observa Rigoberto Ariel Yépez-García, jefe de la división de energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Sin embargo, como en La vorágine, la gran novela de la Amazonía, la naturaleza dicta sus leyes. Las cuencas hidrográficas con mayor potencial y menor complejidad medioambiental de generación han llegado al límite de su desarrollo. Por lo que algunos expertos, como Rigoberto Ariel Yépez-García, creen que para responder al aumento del consumo eléctrico y el boom de la población habrá que recurrir sobre todo al gas. Una mala noticia solo a medias: es el hidrocarburo más limpio. Entonces, ¿son los recursos fósiles el futuro del continente? No. Solo son una casilla más en la rayuela.

“La región tiene un recurso envidiable de fuentes de energías alternativas y una generosa capacidad hidroeléctrica. El potencial técnico es de 33 teravatios. Suficiente para atender la demanda del planeta varias veces”, analiza Walter Vergara, investigador principal de la ONG World Resources Institute (WRI). Y avisa: “América Latina puede ser la Arabia Saudita de la energía renovable”. Es una forma verde de superar el reto que supone que la demanda energética vaya a crecer un 1,7% al año hasta 2040. El cálcu­lo llega de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que también estima que “el continente necesitará hasta esa fecha 1,2 billones de dólares en inversiones en nuevas plantas de generación y redes de transmisión”.

El reto es mayúsculo, hay que alimentar a una región hambrienta de electricidad que el año pasado consumió 4.600 millones de barriles equivalentes de petróleo. Una cantidad que seguirá en aumento si pensamos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un crecimiento del 3% en las próximas décadas para la economía regional y que la población alcanzará, según la ONU, los 782 millones de personas en 2050. Ahora bien, el camino es complejo. Las perspectivas de los grandes números a corto plazo son débiles. “Tres de las economías más grandes de la zona (Brasil, Argentina y Venezuela) entrarán en recesión durante 2015 y solo se prevé cierto repunte en Perú y Chile. ¿Consecuencia? El crecimiento del continente se reduce hasta el 0,8%”, avanza Antonio Merino, director de estudios de Repsol.

Desde luego, si las crisis son un tiempo de oportunidades es un gran momento para hacer reformas. Una de ellas es conectar los sistemas eléctricos entre los países. “Si se consigue un mayor grado de integración de las redes”, explica Walter Vergara, “las energías intermitentes [solar, mareas y eólica] entrarían en la matriz más rápidamente consiguiendo que la capacidad solar chilena supla, después del atardecer, picos en Brasil o que los extensos campos eólicos de Colombia y México suministren energía en áreas que sufren sequías”. Además esta integración impulsaría la seguridad energética al diversificar las fuentes.

Porque la seguridad es un tema inquietante: la región pierde el 17% de la electricidad que genera. Un 0,3% de la riqueza del continente. Aunque el problema es más grave aún. El 80% de esa cantidad corresponde a robos o fraudes (alteración de los contadores). “Un desafío importante para la viabilidad de las empresas de electricidad latinoamericanas”, admite Yépez-García.

Sin duda todas las mejoras son bienvenidas porque el continente no puede consentir que aún 23 millones de personas (un 5% de la población) carezcan de acceso a la electricidad o que 68 millones (15%) todavía utilicen sistemas contaminantes de biomasa para cocinar.

Por lo tanto, en este juego de rayuela cada país debe escoger las soluciones que mejor se adapten a sus necesidades para afrontar los retos de la demanda. El debate en la región no enfrenta una fuente energética contra otra sino que se dirige a lo que Tabaré Arroyo, experto en energía de la ONG World Wild Fund (WWF), llama “transición energética justa”. “Aquella que se enfoca en construir economías más sostenibles, energéticamente seguras, con más empleos, menos vulnerables a la volatilidad de los precios de los hidrocarburos, más social y culturalmente incluyentes y en equilibrio ecológico con su entorno”, explica.

¿Pero cómo se puede compatibilizar una necesidad energética que crece de forma maltusiana con afrontar el cambio climático? Las renovables aún no son la respuesta “y el famoso fracking [extracción de gas pizarra mediante fractura hidráulica] es una solución de transición”, incide el mexicano Mario Molina, premio Nobel de Química. Por lo tanto, si América Latina quiere evitar (como se ha comprometido con las Naciones Unidas) que la temperatura global promedio aumente más de 2ºC, el continente –calcula Tabaré Arroyo– debería dejar sin explotar el 39% de sus reservas de petróleo, el 53% de los reservorios de gas y el 51% de los de carbón. Algo impensable.

Una vez más cada país debe hallar un camino propio. Es cierto que la región produce energía mediante una matriz bastante limpia. Sin embargo, el peso del petróleo y el gas natural aún es dominante. El análisis se vuelve tan complejo que Víctor Hugo Ventura, jefe de energía y recursos naturales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en México, cree que cada nación tiene respuestas y debilidades propias en el lado de la demanda. “La producción de gas en las tierras mexicanas es insuficiente, se importa el 30% de las necesidades y en algunas zonas faltan gasoductos”, comenta el experto. “Por otra parte, en Argentina existe la preocupación por la situación financiera de los segmentos de transporte y distribución de gas natural y energía eléctrica debido a unas tarifas finales muy bajas”.

Mientras todo esto sucede, en Oaxaca (México) un niña pinta una rayuela en la plaza de la Danza y tira su piedra. Parece que hubiera caído en la casilla del viento. Ese estado mexicano se ha convertido en un edén para los aerogeneradores. Poco sorprende que en 2026 la capacidad verde instalada en el país ya supere los 30.000 megavatios. De hecho, en la próxima década, la AIE prevé que las renovables de nueva generación (excluyendo la hidroeléctrica) reciban en América Latina 60.000 millones de dólares (52.400 millones de euros) en inversiones.

Esa década dorada que está por llegar parte de niveles inferiores de capacidad instalada por lo que el margen de mejora es elevado. “Las nuevas energías renovables son un fenómeno mucho más reciente en Latinoamérica que en Europa. Sin embargo, tienen un futuro prometedor en Brasil, México, Chile o Costa Rica, donde ya el suministro de la electricidad en el primer trimestre de 2015 se ha cubierto con una matriz totalmente renovable”, concede Alberto Martín, socio responsable de energía de KPMG.
Sol de Atacama

En Chile, el sol del desierto de Atacama se refleja en los paneles solares como si nunca amaneciera. Un brillo que encaja con el país que lidera esta energía en Latinoamérica. A finales de 2014 tenía 873 megavatios en construcción, más o menos la capacidad de un reactor nuclear estándar. Y entre 2006 y 2013 ha atraído 7.100 millones de dólares en inversiones extranjeras en energías limpias.

En este paisaje tan favorable al sol y al viento pesa mucho “la participación de Brasil, Argentina, Colombia y Paraguay. Este último es el mayor exportador per cápita de energía renovable (incluyendo hidroeléctrica) del planeta gracias a la represa de Itaipú”, describe Víctor Hugo Ventura, de la CEPAL.

Al tiempo, en Brasil, los cañaverales de azúcar suenan como un arpa de hierba al agitarlos el viento. Detrás de esa “música” hay una declaración de principios. La economía más grande de América Latina sumaba el año pasado una capacidad adicional de 2,8 gigavatios de energía eólica, la primera vez que un país de la región alcanzaba tal cifra. ¿Es suficiente? No. “Brasil necesita desesperadamente energía”, sostiene Juan Diego Díaz, director de marketing del fabricante eólico Gamesa.

Pero las necesidades chocan con la realidad: la economía del continente se frena. ¿Podrán las energías verdes mantener su fuerza? “La región ha sido la más limpia del planeta, con tres veces más participación de renovables que el promedio mundial. No espero que disminuya el interés por ellas”, prevé Arnaldo Vieira de Carvalho, especialista de energía del BID. Además la WWF sostiene que el continente tiene la capacidad de abastecer 20 veces la demanda de electricidad prevista para 2050 usando únicamente energía renovable. Y solo en México “hay unos 2.000 megavatios de producción solar que se podrían construir en 2016”, precisa Peter Sweatman, fundador de la consultora Climate Strategy.

Bajo este sol intenso, “el potencial, obviando coyunturas puntuales, resulta gigantesco”. La frase de Baldomero Navalón, director de renovables de Iberdrola Iberia e Internacional, llega hasta Costa Rica. El primer país del mundo capaz de eliminar de la atmósfera tanto CO2 como el que produce. Un lugar donde las renovables podrían tallar en la corteza de los árboles: Et in Arcadia Ego. Y yo, en el paraíso.

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