Obama refuerza su presencia contra el Estado Islámico en Irak
Estados Unidos planea enviar otros 450 instructores para formar a las fuerzas armadas iraquíes
Marc Bassets
Washington, El País
Los avances del Estado Islámico en Irak han obligado a EE UU a reajustar su estrategia. El presidente Barack Obama anunció el miércoles el envío de 450 instructores militares más, que se sumarán a los 3.100 ya desplegados. Los nuevos uniformados asesorarán y entrenarán a miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes en una base cerca de Ramadi, la capital de provincia que el mes pasado cayó ante los yihadistas suníes. Obama no contempla que los norteamericanos entren en combate. El presidente fía el desenlace de esta guerra a la capacidad del Gobierno de Bagdad para derrotar a los yihadistas en alianza con las tribus suníes y los kurdos.
Además del despliegue de más asesores militares, el Pentágono enviará material y equipamiento militar para mejorar las capacidades contra el Estado Islámico de las fuerzas de seguridad del Gobierno de Irak, de las milicias peshmerga kurdas y de los combatientes tribales suníes.
Las medidas no suponen un cambio sustancial en la política de Obama. El presidente renuncia a una intervención terrestre al estilo de la invasión de 2003. EE UU se limita a intervenir con bombardeos aéreos —en Irak y en la vecina Siria— y con militares sobre el terreno dedicados a “entrenar, aconsejar y ayudar” a las fuerzas iraquíes, según un comunicado de la Casa Blanca.
Nada de esto cambiará. Pero las victorias del EI en Irak y en Siria, y la constatación de que la actual política es incapaz de frenar a los yihadistas, han llevado a Obama a imponer los reajustes. La decisión llega después de semanas de debates internos en la Casa Blanca y el Pentágono, y, según la Casa Blanca, a petición del primer ministro iraquí, Haider al Abadi. Obama y Al Abadi se reunieron el lunes en Elmau (Alemania), en los márgenes de la cumbre del G-7.
El método es el mismo —militares estadounidenses para asesorar a las fuerzas iraquíes— pero las prioridades cambian. Si hasta hace unas semanas el Pentágono se fijaba el objetivo de retomar Mosul, otra capital de provincia ocupada por el Estado Islámico, ahora lo ha aplazado para centrarse en Ramadi, la capital de la provincia de Al Anbar, cerca de Bagdad.
Los 450 nuevos militares estadounidenses se instalarán en la base militar iraquí de Taqaddum, en el este de la provincia de Al Anbar. Los tres mil asesores que, en el último año, han llegado a Irak, se encuentran en otras cuatro bases, donde han entrenado a 9.000 soldados iraquíes y están instruyendo a otros 3.000.
EE UU confía en que, con una mejor preparación y mejor equipamiento, las fuerzas iraquíes puedan medirse en condiciones con los yihadistas. La caída de Ramadi sorprendió a la Administración Obama y dejó en evidencia sus mensajes optimistas. El secretario estadounidense de Defensa, Ashton Carter, atribuyó la derrota a la escasa voluntad de lucha de los iraquíes.
El problema, para Washington, es que su estrategia contra el EI depende de la colaboración de las fuerzas del Gobierno iraquí, dominado por los chiíes. El EI es suní. Para la Administración Obama, es clave lograr la colaboración de las fuerzas iraquíes y las tribus suníes.
Otro factor que complica el tablero es el intervencionismo del Irán chií. Irán combate en el mismo bando que EE UU frente a los yihadistas suníes. Pero Washington recela de Teherán porque teme que su presencia agudice las divisiones religiosas entre suníes y chiíes, y desconfía de la influencia iraní en el Gobierno de Bagdad.
El papel de los asesores estadounidenses es limitado. Su misión no incluye avistar objetivos sobre el terreno para los aviones de EE UU, como pedían algunos congresistas en Washington. Tampoco pueden entrar en combate.
Sin estrategia
Los críticos del demócrata Obama, sobre todo en el Partido Republicano, lamentan que el presidente carezca de una estrategia no solo en Irak sino en todo Oriente Próximo y el mundo árabe. Le reprochan que, al ordenar la retirada total de Irak en 2011, tras ocho años de ocupación y guerra, dejó vía libre a los yihadistas.
En Libia, en Siria, en Yemen, EE UU ha sufrido contratiempos en los últimos años. Obama subestimó al EI cuando este irrumpió y sobrestimó la capacidad de las fuerzas armadas iraquíes para derrotarlo. Un año después de su irrupción, Washington no ha acabado de perfilar una estrategia.
Obama ha optado por el camino intermedio: ni desentenderse del todo de Irak ni despliegue de tropas de combate. El envío de más asesores es un paso modesto que no resuelve la ecuación y sigue dejando en manos de los iraquíes la derrota del EI.
La decisión de este miércoles es modesta, pero marca un paso más en la implicación de EE UU en Irak, en el regreso a una guerra que Obama prometió terminar. La Casa Blanca insiste en que los 3.550 militares en Irak no están allí para luchar pero se moverán cerca de zonas de combate.
Los militares son asesores (advisers, en inglés), según la terminología del Pentágono. Es una palabra con ecos históricos inquietantes. La guerra de Vietnam comenzó con unos centenares de advisers estadounidenses en los años cincuenta, con el presidente Dwight Eisenhower. Con John F. Kennedy, que llegó a la Casa Blanca en 1961, subieron a 16.000. Cinco años más tarde eran medio millón.
Marc Bassets
Washington, El País
Los avances del Estado Islámico en Irak han obligado a EE UU a reajustar su estrategia. El presidente Barack Obama anunció el miércoles el envío de 450 instructores militares más, que se sumarán a los 3.100 ya desplegados. Los nuevos uniformados asesorarán y entrenarán a miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes en una base cerca de Ramadi, la capital de provincia que el mes pasado cayó ante los yihadistas suníes. Obama no contempla que los norteamericanos entren en combate. El presidente fía el desenlace de esta guerra a la capacidad del Gobierno de Bagdad para derrotar a los yihadistas en alianza con las tribus suníes y los kurdos.
Además del despliegue de más asesores militares, el Pentágono enviará material y equipamiento militar para mejorar las capacidades contra el Estado Islámico de las fuerzas de seguridad del Gobierno de Irak, de las milicias peshmerga kurdas y de los combatientes tribales suníes.
Las medidas no suponen un cambio sustancial en la política de Obama. El presidente renuncia a una intervención terrestre al estilo de la invasión de 2003. EE UU se limita a intervenir con bombardeos aéreos —en Irak y en la vecina Siria— y con militares sobre el terreno dedicados a “entrenar, aconsejar y ayudar” a las fuerzas iraquíes, según un comunicado de la Casa Blanca.
Nada de esto cambiará. Pero las victorias del EI en Irak y en Siria, y la constatación de que la actual política es incapaz de frenar a los yihadistas, han llevado a Obama a imponer los reajustes. La decisión llega después de semanas de debates internos en la Casa Blanca y el Pentágono, y, según la Casa Blanca, a petición del primer ministro iraquí, Haider al Abadi. Obama y Al Abadi se reunieron el lunes en Elmau (Alemania), en los márgenes de la cumbre del G-7.
El método es el mismo —militares estadounidenses para asesorar a las fuerzas iraquíes— pero las prioridades cambian. Si hasta hace unas semanas el Pentágono se fijaba el objetivo de retomar Mosul, otra capital de provincia ocupada por el Estado Islámico, ahora lo ha aplazado para centrarse en Ramadi, la capital de la provincia de Al Anbar, cerca de Bagdad.
Los 450 nuevos militares estadounidenses se instalarán en la base militar iraquí de Taqaddum, en el este de la provincia de Al Anbar. Los tres mil asesores que, en el último año, han llegado a Irak, se encuentran en otras cuatro bases, donde han entrenado a 9.000 soldados iraquíes y están instruyendo a otros 3.000.
EE UU confía en que, con una mejor preparación y mejor equipamiento, las fuerzas iraquíes puedan medirse en condiciones con los yihadistas. La caída de Ramadi sorprendió a la Administración Obama y dejó en evidencia sus mensajes optimistas. El secretario estadounidense de Defensa, Ashton Carter, atribuyó la derrota a la escasa voluntad de lucha de los iraquíes.
El problema, para Washington, es que su estrategia contra el EI depende de la colaboración de las fuerzas del Gobierno iraquí, dominado por los chiíes. El EI es suní. Para la Administración Obama, es clave lograr la colaboración de las fuerzas iraquíes y las tribus suníes.
Otro factor que complica el tablero es el intervencionismo del Irán chií. Irán combate en el mismo bando que EE UU frente a los yihadistas suníes. Pero Washington recela de Teherán porque teme que su presencia agudice las divisiones religiosas entre suníes y chiíes, y desconfía de la influencia iraní en el Gobierno de Bagdad.
El papel de los asesores estadounidenses es limitado. Su misión no incluye avistar objetivos sobre el terreno para los aviones de EE UU, como pedían algunos congresistas en Washington. Tampoco pueden entrar en combate.
Sin estrategia
Los críticos del demócrata Obama, sobre todo en el Partido Republicano, lamentan que el presidente carezca de una estrategia no solo en Irak sino en todo Oriente Próximo y el mundo árabe. Le reprochan que, al ordenar la retirada total de Irak en 2011, tras ocho años de ocupación y guerra, dejó vía libre a los yihadistas.
En Libia, en Siria, en Yemen, EE UU ha sufrido contratiempos en los últimos años. Obama subestimó al EI cuando este irrumpió y sobrestimó la capacidad de las fuerzas armadas iraquíes para derrotarlo. Un año después de su irrupción, Washington no ha acabado de perfilar una estrategia.
Obama ha optado por el camino intermedio: ni desentenderse del todo de Irak ni despliegue de tropas de combate. El envío de más asesores es un paso modesto que no resuelve la ecuación y sigue dejando en manos de los iraquíes la derrota del EI.
La decisión de este miércoles es modesta, pero marca un paso más en la implicación de EE UU en Irak, en el regreso a una guerra que Obama prometió terminar. La Casa Blanca insiste en que los 3.550 militares en Irak no están allí para luchar pero se moverán cerca de zonas de combate.
Los militares son asesores (advisers, en inglés), según la terminología del Pentágono. Es una palabra con ecos históricos inquietantes. La guerra de Vietnam comenzó con unos centenares de advisers estadounidenses en los años cincuenta, con el presidente Dwight Eisenhower. Con John F. Kennedy, que llegó a la Casa Blanca en 1961, subieron a 16.000. Cinco años más tarde eran medio millón.