La mafia devora Roma
Una oleada de detenciones deja al descubierto una red criminal de políticos y empresarios que robaba hasta a los refugiados
Pablo Ordaz
Roma, EL País
Hace seis meses, los romanos descubrieron que la degradación crónica de su ciudad obedecía en gran parte a la existencia de una organización mafiosa dirigida por un viejo terrorista de extrema derecha y un empresario de izquierdas que habían logrado meter en nómina, por las buenas o por las malas, a decenas de políticos y funcionarios municipales. Massimo Carminati y Salvatore Buzzi se hacían adjudicar los contratos más suculentos, en especial aquellos relacionados con las emergencias sociales, ya fuese la de acoger inmigrantes o la de ofrecer un techo a familias en apuros. La fiscalía, que bautizó la quinta mafia de Italia como Roma Capital, ordenó el arresto de 37 personas y advirtió de que otras 39 –entre ellas, el exalcalde Gianni Alemanno—estaban siendo investigadas.
Aquella gran operación policial unida a la honradez del nuevo alcalde, el médico de centroizquierda Ignazio Marino, hacía presagiar que el gran tumor maligno ya había sido extirpado. Pero ahora, la segunda fase de la operación, en la que han sido arrestadas 44 personas y sometido a investigación un subsecretario del Gobierno de Matteo Renzi, ha desvelado una conversación telefónica en la que Salvatore Buzzi, el empresario mafioso, asegura: “Si Marino se queda de alcalde otros tres años y medio, nos comemos Roma”.
Más que la implicación del alcalde Marino –sobre el que ni la fiscalía ni la opinión pública tienen indicios de sospecha--, la frase del capo viene a confirmar que son ellos, los mafiosos, los verdaderos dueños de la ciudad, con independencia de cuál sea la voluntad de los ciudadanos en las urnas. De hecho, en otra de las intervenciones telefónicas, uno de los colaboradores del tal Buzzi pasa lista a los alcaldes de Roma desde hace dos décadas: “Con Rutelli empezamos a crecer. Con Veltroni nos fue bien. Pero con Alemanno, sobre todo en los aspectos sociales, hemos triplicado las ganancias”. Si se tiene en cuenta que los izquierdistas Francesco Rutelli y Walter Veltroni se relevaron al frente de la alcaldía de Roma desde 1993 a 2008 y que el pos-fascista Gianni Alemanno lo estuvo de 2008 a 2013, la conclusión es de espanto. Sobre todo porque, como acaban de acreditar la fiscalía de Roma y los Carabinieri, no se trataba de bravatas de facineroso, sino de un complejo y muy bien engrasado sistema corruptivo.
Su jefe, Massimo Carminati, exterrorista y exsicario de la Banda de la Magliana, se atrevió a compararlo con la Tierra Media de Tolkien: “Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran. A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo les haga cosas que no puede hacer nadie, y entonces todo se mezcla”. Carminati, apodado El Tuerto porque de joven perdió un ojo en un enfrentamiento con la policía, logró ser considerado “el rey de Roma” sin disparar un solo tiro, gracias a un arma de mayor calibre: el dinero.
La investigación de la fiscalía confirma que Massimo Carminati y Salvatore Buzzi tejieron una tupida red de corrupción basada en la compra de políticos y funcionarios más allá de su ideología e incluso de sus teóricos principios. La prueba más repugnante se encuentra en la explotación de los centros de acogida de inmigrantes. Según las sospechas de la fiscalía de Roma, las cooperativas de origen izquierdista que controla Buzzi se aliaron con otras vinculadas a la Iglesia –en concreto al movimiento ultraconservador Comunión y Liberación—para quedarse con una buena parte del dinero público destinado a la atención de los refugiados.
Si en las interceptaciones telefónicas de hace seis meses los mafiosos reconocían que “con los inmigrantes se gana más que con la droga”, la investigación más reciente confirma que la red, además de controlar los albergues de Roma, había extendido sus tentáculos y obtenía beneficios por cada persona ingresada en el centro de recepción de inmigrantes de Mineo (Sicilia), el más grande de Europa. El método era el mismo al utilizado para obtener el servicio de recogida de basuras o la gestión de los campamentos de nómadas: los políticos y funcionarios adjudicaban los contratos a las empresas vinculadas a Roma Capital y, a cambio, recibían sueldos –de 700 euros al mes a mordidas millonarias—o la colocación de sus familiares o, incluso, urnas llenas de votos. Pero, siempre, teniendo en cuenta la retroalimentación del sistema mafioso. Se lo explicaba Buzzi a uno de sus políticos en nómina: “Ya conoces la metáfora: si quieres ordeñar la vaca, la vaca tiene que comer. Y la habéis ordeñado tanto, tanto…”.
Pablo Ordaz
Roma, EL País
Hace seis meses, los romanos descubrieron que la degradación crónica de su ciudad obedecía en gran parte a la existencia de una organización mafiosa dirigida por un viejo terrorista de extrema derecha y un empresario de izquierdas que habían logrado meter en nómina, por las buenas o por las malas, a decenas de políticos y funcionarios municipales. Massimo Carminati y Salvatore Buzzi se hacían adjudicar los contratos más suculentos, en especial aquellos relacionados con las emergencias sociales, ya fuese la de acoger inmigrantes o la de ofrecer un techo a familias en apuros. La fiscalía, que bautizó la quinta mafia de Italia como Roma Capital, ordenó el arresto de 37 personas y advirtió de que otras 39 –entre ellas, el exalcalde Gianni Alemanno—estaban siendo investigadas.
Aquella gran operación policial unida a la honradez del nuevo alcalde, el médico de centroizquierda Ignazio Marino, hacía presagiar que el gran tumor maligno ya había sido extirpado. Pero ahora, la segunda fase de la operación, en la que han sido arrestadas 44 personas y sometido a investigación un subsecretario del Gobierno de Matteo Renzi, ha desvelado una conversación telefónica en la que Salvatore Buzzi, el empresario mafioso, asegura: “Si Marino se queda de alcalde otros tres años y medio, nos comemos Roma”.
Más que la implicación del alcalde Marino –sobre el que ni la fiscalía ni la opinión pública tienen indicios de sospecha--, la frase del capo viene a confirmar que son ellos, los mafiosos, los verdaderos dueños de la ciudad, con independencia de cuál sea la voluntad de los ciudadanos en las urnas. De hecho, en otra de las intervenciones telefónicas, uno de los colaboradores del tal Buzzi pasa lista a los alcaldes de Roma desde hace dos décadas: “Con Rutelli empezamos a crecer. Con Veltroni nos fue bien. Pero con Alemanno, sobre todo en los aspectos sociales, hemos triplicado las ganancias”. Si se tiene en cuenta que los izquierdistas Francesco Rutelli y Walter Veltroni se relevaron al frente de la alcaldía de Roma desde 1993 a 2008 y que el pos-fascista Gianni Alemanno lo estuvo de 2008 a 2013, la conclusión es de espanto. Sobre todo porque, como acaban de acreditar la fiscalía de Roma y los Carabinieri, no se trataba de bravatas de facineroso, sino de un complejo y muy bien engrasado sistema corruptivo.
Su jefe, Massimo Carminati, exterrorista y exsicario de la Banda de la Magliana, se atrevió a compararlo con la Tierra Media de Tolkien: “Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran. A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo les haga cosas que no puede hacer nadie, y entonces todo se mezcla”. Carminati, apodado El Tuerto porque de joven perdió un ojo en un enfrentamiento con la policía, logró ser considerado “el rey de Roma” sin disparar un solo tiro, gracias a un arma de mayor calibre: el dinero.
La investigación de la fiscalía confirma que Massimo Carminati y Salvatore Buzzi tejieron una tupida red de corrupción basada en la compra de políticos y funcionarios más allá de su ideología e incluso de sus teóricos principios. La prueba más repugnante se encuentra en la explotación de los centros de acogida de inmigrantes. Según las sospechas de la fiscalía de Roma, las cooperativas de origen izquierdista que controla Buzzi se aliaron con otras vinculadas a la Iglesia –en concreto al movimiento ultraconservador Comunión y Liberación—para quedarse con una buena parte del dinero público destinado a la atención de los refugiados.
Si en las interceptaciones telefónicas de hace seis meses los mafiosos reconocían que “con los inmigrantes se gana más que con la droga”, la investigación más reciente confirma que la red, además de controlar los albergues de Roma, había extendido sus tentáculos y obtenía beneficios por cada persona ingresada en el centro de recepción de inmigrantes de Mineo (Sicilia), el más grande de Europa. El método era el mismo al utilizado para obtener el servicio de recogida de basuras o la gestión de los campamentos de nómadas: los políticos y funcionarios adjudicaban los contratos a las empresas vinculadas a Roma Capital y, a cambio, recibían sueldos –de 700 euros al mes a mordidas millonarias—o la colocación de sus familiares o, incluso, urnas llenas de votos. Pero, siempre, teniendo en cuenta la retroalimentación del sistema mafioso. Se lo explicaba Buzzi a uno de sus políticos en nómina: “Ya conoces la metáfora: si quieres ordeñar la vaca, la vaca tiene que comer. Y la habéis ordeñado tanto, tanto…”.