Grecia fía el pacto con el FMI a la reestructuración de la deuda
Tsipras presenta a sus acreedores otro plan de ajustes y reformas
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Mientras la izquierda alternativa española se hacía este sábado con los grandes Ayuntamientos, la izquierda alternativa griega braceaba para evitar que las conversaciones con Bruselas descarrilen y acaben en un impago de consecuencias imprevisibles. Atenas volvió a negociar. El primer ministro, Alexis Tsipras, envió a un equipo de primer nivel a Bruselas para tratar de acercar posturas, con la intención de presentar una nueva oferta en materia de ajustes y reformas. Pero mantuvo el tono marcadamente desafiante de los últimos días: “Si lo que quiere Europa es que se mantenga la sumisión, tomaremos la decisión de decir no y lucharemos por la dignidad de nuestro pueblo”, afirmó Tsipras en un comunicado.
La negociación se acerca al final y de ahí ese toque teatral, tanto en Atenas como en el otro lado de la mesa: el Fondo Monetario Internacional (FMI) abandonó el pasado jueves las negociaciones y tanto Bruselas como Berlín han lanzado duros mensajes esta semana. Con los números en la mano, sin embargo, las diferencias son abordables tanto en las metas fiscales como en las reformas laborales y de pensiones. Tsipras reclamó este sábado, eso sí, un “acuerdo sostenible”: pretende incluir la promesa más o menos explícita de que más adelante habrá reestructuración de deuda. A cambio, asegura que está dispuesto a tomar decisiones duras y apunta que no será necesario convocar elecciones, aunque en ese y otros asuntos los griegos han ido dando bandazos desde hace semanas.
En el lado griego no solo Tsipras se muestra duro hasta el final. El ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, mantuvo ayer en una emisora de la BBC que la postura de la antigua troika es “estúpida” por defender más medidas de austeridad. La última oferta de los acreedores se basa en un superávit fiscal primario del 1% del PIB para este año; la última propuesta griega está muy cerca de esa cifra, en el 0,75% del PIB. Los socios europeos quieren, además, una subida del IVA, una reforma de las pensiones para endurecer las prejubilaciones y la seguridad de que Atenas no revocará las reformas laborales aprobadas durante el último lustro. Pese a que la oferta de Grecia se acerca —con matices— en todos esos ámbitos, Varoufakis explicó que las exigencias europeas “son esa clase de plan que presentas cuando no quieres llegar a un acuerdo”.
Bruselas ha dejado claro que Grecia debe convencer a la Comisión Europea, al Banco Central Europeo y al FMI. Y después obtener la luz verde del Eurogrupo y, si es necesario, de varios Parlamentos nacionales. Eso deja poco tiempo: los europeos subrayan que el acuerdo debe estar cocinado para la reunión de ministros de Economía del euro convocada para el jueves en Luxemburgo.
Tsipras, elegido en enero con promesas de acabar con la austeridad, debe dar un giro considerable si quiere el pacto. Europa no parece en disposición de moverse más, aunque los efectos secundarios de un impago son impredecibles, concede el Bundesbank. Van casi seis meses con esa versión del juego de la gallina con ecos de Rebelde sin causa, pero sin asomo de James Dean por ningún lado.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Mientras la izquierda alternativa española se hacía este sábado con los grandes Ayuntamientos, la izquierda alternativa griega braceaba para evitar que las conversaciones con Bruselas descarrilen y acaben en un impago de consecuencias imprevisibles. Atenas volvió a negociar. El primer ministro, Alexis Tsipras, envió a un equipo de primer nivel a Bruselas para tratar de acercar posturas, con la intención de presentar una nueva oferta en materia de ajustes y reformas. Pero mantuvo el tono marcadamente desafiante de los últimos días: “Si lo que quiere Europa es que se mantenga la sumisión, tomaremos la decisión de decir no y lucharemos por la dignidad de nuestro pueblo”, afirmó Tsipras en un comunicado.
La negociación se acerca al final y de ahí ese toque teatral, tanto en Atenas como en el otro lado de la mesa: el Fondo Monetario Internacional (FMI) abandonó el pasado jueves las negociaciones y tanto Bruselas como Berlín han lanzado duros mensajes esta semana. Con los números en la mano, sin embargo, las diferencias son abordables tanto en las metas fiscales como en las reformas laborales y de pensiones. Tsipras reclamó este sábado, eso sí, un “acuerdo sostenible”: pretende incluir la promesa más o menos explícita de que más adelante habrá reestructuración de deuda. A cambio, asegura que está dispuesto a tomar decisiones duras y apunta que no será necesario convocar elecciones, aunque en ese y otros asuntos los griegos han ido dando bandazos desde hace semanas.
En el lado griego no solo Tsipras se muestra duro hasta el final. El ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, mantuvo ayer en una emisora de la BBC que la postura de la antigua troika es “estúpida” por defender más medidas de austeridad. La última oferta de los acreedores se basa en un superávit fiscal primario del 1% del PIB para este año; la última propuesta griega está muy cerca de esa cifra, en el 0,75% del PIB. Los socios europeos quieren, además, una subida del IVA, una reforma de las pensiones para endurecer las prejubilaciones y la seguridad de que Atenas no revocará las reformas laborales aprobadas durante el último lustro. Pese a que la oferta de Grecia se acerca —con matices— en todos esos ámbitos, Varoufakis explicó que las exigencias europeas “son esa clase de plan que presentas cuando no quieres llegar a un acuerdo”.
Bruselas ha dejado claro que Grecia debe convencer a la Comisión Europea, al Banco Central Europeo y al FMI. Y después obtener la luz verde del Eurogrupo y, si es necesario, de varios Parlamentos nacionales. Eso deja poco tiempo: los europeos subrayan que el acuerdo debe estar cocinado para la reunión de ministros de Economía del euro convocada para el jueves en Luxemburgo.
Tsipras, elegido en enero con promesas de acabar con la austeridad, debe dar un giro considerable si quiere el pacto. Europa no parece en disposición de moverse más, aunque los efectos secundarios de un impago son impredecibles, concede el Bundesbank. Van casi seis meses con esa versión del juego de la gallina con ecos de Rebelde sin causa, pero sin asomo de James Dean por ningún lado.