El marqués de Sade, ¿la vergüenza de Francia?

París, DPA
Normalmente, Francia conmemora los nacimientos y muertes de sus plumas más famosascon exposiciones, coloquios y numerosas publicaciones sobre sus vidas y obras. Sin embargo, para el 275 aniversario del nacimiento del marqués de Sade, que se cumple mañana, ni siquiera hay entrada alguna en el anuario de las “Commémorations nationales” de 2015.
Durante décadas, las obras del padre del sadismo fueron víctimas de la censura. Y es que a Francia parece que le cuesta lidiar con la herencia de este escritor nacido en el seno de una casa nobiliaria, aunque actualmente esté considerado como uno de los clásicos de la literatura erótica.


Ya el año pasado el recuerdo de los 200 años de su muerte -el 2 de diciembre de 1814, a los 74 años- fue modesto. El Museo de Orsay, en París, dedicó al libertino autor una muestra que tenía como objetivo ahondar en su influencia en la pintura. Titulada “Sade. Attaquer le soleil”, era una manera “decente” de ilustrar cómo Sade liberó la representación del placer y la violencia en el arte.

Sin embargo, en estos meses no ha aparecido en Francia ningún libro de relevancia que analice al autor de “Los 120 días de Sodoma” o “La filosofía en el tocador”. Tan sólo el historiador suizo Volker Reinhardt profundizó en el alma del literato con su ensayo “De Sade oder Die Vermessung des Bösen” (Sade o la medición del mal), que por ahora no ha sido traducido al español.

Orgías, sodomías, incestos, asesinatos, violencia sexual… Sade no conocía límites en su búsqueda del placer más sensorial. Debido a su modo de vida libertino y blasfemo, pasó mucho tiempo entre rejas, donde escribió la mayoría de sus obras. Y lo hizo con letra diminuta, pues apenas tenía papel. Sus libros son una mezcla de pornografía, manual de prácticas sexuales y tratado filosófico, pues Sade se consideraba un libertador de las ataduras morales e intelectuales.

Para el marqués, a quienes las mujeres de la época encontraban bastante atractivo, la sexualidad era la fuerza motora que lo impulsaba a analizar intelectualmente el mundo. Y a lo largo de la historia, su visión radical sirvió de punto de partida para que otros literatos y artistas ahondaran en su obra, como por ejemplo la escritora Simone de Beauvoir.

Así, en el ensayo “¿Hay que quemar a Sade?”, la filósofa francesa escribía que uno de sus mayores logros, y no siempre lo suficientemente valorado, fue “haber contribuido a la autenticidad del ser humano” a través de sus abstracciones y huidas. Como representante del existencialismo, Beauvoir ve en Sade a un ateo convencido que no conoce otra referencia que la que representa él mismo.

También los surrealistas intentaron rehabilitar la herencia del marqués: André Breton lo convirtió en uno de los emblemas del movimiento vanguardista. Y en los años 90, las obras de Sade fueron recopiladas y editadas en la reputada serie “Pléiade”, lo que en Francia supone el mayor honor al que puede aspirar un escritor. Sin embargo, buscar en París una calle o un monumento al insigne libertino es un esfuerzo en vano. Según su biógrafo, Guy Endore, nunca los tendrá.

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