El kirchnerismo quiere continuar en el poder rodeando al sucesor
El peronismo se agrupa detrás del único candidato que queda en pie en el oficialismo
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Algunos lo califican de movimiento genial, otros de maniobra suicida o perversa, pero lo cierto es que la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de colocar como candidato a vicepresidente al que ha sido el hombre de confianza de su familia durante los últimos 30 años, Carlos Zannini, marcará la campaña electoral y las elecciones presidenciales de octubre. En esta semana los dos grupos han tomado las decisiones clave. Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires, ha optado por rechazar un pacto para unir a toda la oposición que le ofrecía Sergio Massa. Lo hizo, según explicó, para no contaminarse con la imagen de un peronista y exkirchnerista como Massa. Y ahora Fernández de Kirchner ha movido ficha y ha colocado a Zannini en la candidatura de Daniel Scioli, el gobernador de Buenos Aires, con una exhibición de poder total y una demostración de que el kirchnerismo va a seguir intentando a toda costa controlar el poder aunque su líder, la presidenta, tenga que abandonar la Casa Rosada porque la Constitución le impide la reelección.
El peronismo es un movimiento sin una ideología clara, que puede ser de izquierdas o neoliberal en función de las circunstancias, —fue una cosa en los 90 y otra en el siglo XXI— y se mueve fundamentalmente por la ambición para conquistar y conservar el poder, según admiten ellos mismos. Los peronistas son por encima de todo pragmáticos y eso hace que un hombre como Scioli, que ha sido humillado públicamente en varias ocasiones por los Kirchner y que ha sufrido como gobernador porque le cortaban los fondos para evitar que adquiriera más fuerza política, acepte llevar de número dos a la quintaesencia del kirchnerismo, un hombre como Zannini que viene del maoísmo pero sobre todo ha dedicado su vida política a ser un "operador" (comisario político en en la sombra) del matrimonio Kirchner desde que estaban en la provincia patagónica de Santa Cruz.
Ese pragmatismo hacía que ayer, mientras los kirchneristas cantaban victoria convencidos de que su jefa ha optado por conservar el poder y controlar al máximo a Scioli, los sciolistas veían el lado positivo de la situación. Su líder queda como único candidato del oficialismo y se ahorra así el duro proceso de batalla interna hasta las primarias de agosto. Y sigue como favorito en las encuestas. El otro candidato oficialista, Florencio Randazzo, ministro del Interior, que creía contar con el apoyo de la presidenta y sobre todo de Zannini, anunció su retirada tras una tensa reunión y con una carta a la presidenta que hizo pública. Randazzo es uno de los pocos hombres en Argentina que le ha dicho "no" a Fernández de Kirchner: rechazó su oferta para ser candidato a gobernador de Buenos Aires. Muchas veces había dicho que "ni loco" aceptaría y fue coherente. "No borro con el codo lo que escribo con la mano. Por eso, no puedo aceptar ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires", le escribió.
Algunos kirchneristas analizaban en privado que, además de un intento evidente por controlar a Scioli, la jugada política tiene como objetivo cortar en seco la batalla interna dentro del oficialismo por las primarias que ya empezaba a ser muy dura. Los cálculos que manejaba el macrismo mostraban que si Scioli y Randazzo llegaban a las primarias del 9 de agosto, la división del voto oficialista haría que Mauricio Macri lograra ser el candidato más votado con una diferencia de hasta 10 puntos. Es algo simbólico, las elecciones de verdad son en octubre, pero podía suponer una gran victoria de imagen. Ahora es Scioli el que va como candidato único del oficialismo y Macri dividirá su voto con sus aliados, con lo que ya es muy difícil que sea primero.
Mientras desde la oposición llegaban palabras durísimas contra Zannini, —"Es un golpe contra Scioli, se viene el estalinismo", llegó a decir Lilita Carrió— Macri se mostró tranquilo: "Es coherente, Scioli ha apoyado siempre al kirchnerismo. Ahora está más claro que las elecciones son entre continuidad o cambio".
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Algunos lo califican de movimiento genial, otros de maniobra suicida o perversa, pero lo cierto es que la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de colocar como candidato a vicepresidente al que ha sido el hombre de confianza de su familia durante los últimos 30 años, Carlos Zannini, marcará la campaña electoral y las elecciones presidenciales de octubre. En esta semana los dos grupos han tomado las decisiones clave. Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires, ha optado por rechazar un pacto para unir a toda la oposición que le ofrecía Sergio Massa. Lo hizo, según explicó, para no contaminarse con la imagen de un peronista y exkirchnerista como Massa. Y ahora Fernández de Kirchner ha movido ficha y ha colocado a Zannini en la candidatura de Daniel Scioli, el gobernador de Buenos Aires, con una exhibición de poder total y una demostración de que el kirchnerismo va a seguir intentando a toda costa controlar el poder aunque su líder, la presidenta, tenga que abandonar la Casa Rosada porque la Constitución le impide la reelección.
El peronismo es un movimiento sin una ideología clara, que puede ser de izquierdas o neoliberal en función de las circunstancias, —fue una cosa en los 90 y otra en el siglo XXI— y se mueve fundamentalmente por la ambición para conquistar y conservar el poder, según admiten ellos mismos. Los peronistas son por encima de todo pragmáticos y eso hace que un hombre como Scioli, que ha sido humillado públicamente en varias ocasiones por los Kirchner y que ha sufrido como gobernador porque le cortaban los fondos para evitar que adquiriera más fuerza política, acepte llevar de número dos a la quintaesencia del kirchnerismo, un hombre como Zannini que viene del maoísmo pero sobre todo ha dedicado su vida política a ser un "operador" (comisario político en en la sombra) del matrimonio Kirchner desde que estaban en la provincia patagónica de Santa Cruz.
Ese pragmatismo hacía que ayer, mientras los kirchneristas cantaban victoria convencidos de que su jefa ha optado por conservar el poder y controlar al máximo a Scioli, los sciolistas veían el lado positivo de la situación. Su líder queda como único candidato del oficialismo y se ahorra así el duro proceso de batalla interna hasta las primarias de agosto. Y sigue como favorito en las encuestas. El otro candidato oficialista, Florencio Randazzo, ministro del Interior, que creía contar con el apoyo de la presidenta y sobre todo de Zannini, anunció su retirada tras una tensa reunión y con una carta a la presidenta que hizo pública. Randazzo es uno de los pocos hombres en Argentina que le ha dicho "no" a Fernández de Kirchner: rechazó su oferta para ser candidato a gobernador de Buenos Aires. Muchas veces había dicho que "ni loco" aceptaría y fue coherente. "No borro con el codo lo que escribo con la mano. Por eso, no puedo aceptar ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires", le escribió.
Algunos kirchneristas analizaban en privado que, además de un intento evidente por controlar a Scioli, la jugada política tiene como objetivo cortar en seco la batalla interna dentro del oficialismo por las primarias que ya empezaba a ser muy dura. Los cálculos que manejaba el macrismo mostraban que si Scioli y Randazzo llegaban a las primarias del 9 de agosto, la división del voto oficialista haría que Mauricio Macri lograra ser el candidato más votado con una diferencia de hasta 10 puntos. Es algo simbólico, las elecciones de verdad son en octubre, pero podía suponer una gran victoria de imagen. Ahora es Scioli el que va como candidato único del oficialismo y Macri dividirá su voto con sus aliados, con lo que ya es muy difícil que sea primero.
Mientras desde la oposición llegaban palabras durísimas contra Zannini, —"Es un golpe contra Scioli, se viene el estalinismo", llegó a decir Lilita Carrió— Macri se mostró tranquilo: "Es coherente, Scioli ha apoyado siempre al kirchnerismo. Ahora está más claro que las elecciones son entre continuidad o cambio".