El Gobierno argentino sube un 30% las ayudas públicas

Kirchner decreta los aumentos en plena campaña electoral

Carlos E. Cué / Alejandro Rebossio
Buenos Aires, El País
Todo en Argentina está ya marcado por una campaña electoral maratoniana. También los anuncios del Gobierno. El Ejecutivo ha mejorado su imagen desde la crisis del caso Nisman y está logrando, con ayuda del gasto público, una sensación de calma económica que beneficia sus expectativas, según todas las encuestas. La presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, compareció de nuevo el lunes en cadena nacional (de emisión obligatoria) para anunciar una subida del 30% de la asignación universal por hijo y otras ayudas que cobran 7,7 millones de argentinos. La subida es retroactiva desde el 1 de junio por lo que millones de hogares tendrán ese aumento justo en plena campaña, que vive horas clave porque el sábado se sabrá si la presidenta va en alguna lista y por tanto monopoliza la atención.


Algunos economistas temen que el Ejecutivo esté dejando lo que en Argentina llaman una "bomba de tiempo" para el próximo Gobierno que tome posesión en diciembre, pero el ministro de Economía, Axel Kicillof, rechaza la idea: "Desde el Gobierno no estamos armando una bomba porque estamos pensando en quedarnos. La están armando ellos para generar la creencia de que en Argentina todo está mal para imponer ajustes violentos o una devaluación", asegura.

En paralelo con el aumento del gasto público, que está disparando el déficit después de años de superávit —algunos analistas pronostican que este año llegará al 5%—, Argentina ha vuelto por primera vez a aumentar su endeudamiento, aunque aún está muy bajo y sigue siendo una de sus grandes fortalezas. "El desendeudamiento es una instancia de soberanía económica", reivindicaba Kicillof mientras su país superaba la marca de más de 2.800 millones de nuevo endeudamiento en 2015. El kirchnerismo está recurriendo en los últimos dos años a la emisión de deuda para solventar un déficit fiscal creciente.
Deuda para saldar pleitos

En 2004, cuando comenzaba el Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), la deuda pública neta (descontada aquella que el Tesoro debe a otros organismos públicos del propio país) ascendía al 102,7% del PIB. La deuda se reestructuró con acuerdos con acreedores y los Kirchner aprovecharon el crecimiento económico para desendeudarse. Así, en 2012 la deuda pública neta llegó a un mínimo del 15,5% del PIB, unos 87,2 puntos porcentuales menos que ocho años antes. Pero en los últimos años, la tendencia al desendeudamiento se ha revertido. Hasta el segundo trimestre de 2014 equivalía al 18,1% del PIB. Creció también porque Argentina emitió deuda para saldar pleitos con empresas, incluida Repsol, como indemnización por la expropiación del 51% de la petrolera YPF, y a los países del Club de París, entre ellos, España.

El consultor Ramiro Castiñeira, de Econométrica, reconoce que el kirchnerismo ha perdido el superávit fiscal de sus primeros años de Gobierno, pero destaca que desde que volvió la democracia a Argentina en 1983 nunca un nuevo Gobierno se ha estrenado sin problemas de alto endeudamiento y el próximo será el primero que no los tendrá. Los economistas de la oposición critican el déficit fiscal elevado. El candidato a vicepresidente de la centrista Unión Cívica Radical (UCR, que competirá contra el conservadurismo de Macri en las primarias), Lucas Llach, admite que la deuda "no es alta" y confía en que si se liberalizan rápidamente los actuales controles de cambio y al comercio exterior, la economía crecerá pronto, subirán la recaudación tributaria y se reducirá el déficit fiscal, aunque aboga por recortar subvenciones a los servicios en Buenos Aires e "ineficiencias" en empresas públicas. Un economista de la alianza Progresistas que lidera Margarita Stolbizer, Roberto Mionis, también propone ajustar esos subsidios, pero aumentar el gasto social y gravar grandes fortunas y herencias.

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