El Eurogrupo concluye sin acuerdo e insta a Grecia a negociar seriamente
Dijsselbloem califica de "lamentable" la falta de compromiso y abre la puerta a la posibilidad de una salida del euro
Claudi Pérez
Luxemburgo, El País
Enésimo fracaso en la reunión de ministros de Economía del euro en relación a Grecia, que se enfrenta a un ultimátum —el lunes— y a días de extrema dificultad en sus bancos. El Eurogrupo se cerró sin acuerdo anoche en Luxemburgo, con la tensión en máximos y con Atenas asomándose al abismo. La cuenta atrás se acelera. El Consejo Europeo convocó in extremis una cumbre del euro para el lunes. Y las instituciones europeas y el FMI desplegaron toda su artillería: el BCE aseguró dentro de la reunión que no puede garantizar que los bancos griegos abran sus puertas la semana próxima. El ministro Yanis Varoufakis pidió “calma” a los griegos y apostó por un acuerdo.
Más cerca del abismo y a la vez de la salvación: la crisis griega se metió este jueves de lleno en esa aparente paradoja. Los ministros de la eurozona cosecharon el enésimo fracaso en la búsqueda de un acuerdo y obligaron a Bruselas a convocar una cumbre del euro. El tiempo se acaba: Grecia debe pagar 1.600 millones al FMI a final de mes, el rescate actual expira el 30 de junio y la fuga de capitales ha alcanzado tal velocidad que hace pensar en lo peor: los griegos han retirado unos 3.000 millones en lo que va de semana. Desde noviembre, los bancos han visto evaporarse una cuarta parte de sus depósitos. Grecia se asoma a los controles de capital si esa sangría no se detiene, y puede que los bancos tengan que bajar la persiana en breve: Benoit Coeuré, consejero ejecutivo del BCE, explicó durante el Eurogrupo que quizá las entidades financieras griegas no puedan abrir el lunes.
“Los griegos sacan el dinero de sus bancos porque están preocupados, y eso solo terminará si Atenas presenta una propuesta creíble y hay acuerdo”, resumió el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en una tensa comparecencia de prensa en Luxemburgo con los acreedores que acabó con duros reproches por ambas partes. Varoufakis hizo un llamamiento “a la calma” a sus conciudadanos, y aseguró que ese escenario “no debería producirse”. “Los depósitos han salido de Grecia en los últimos meses por la imposibilidad de suscribir un acuerdo que el Gobierno griego estaría feliz de firmar si incluyera las medidas necesarias para acabar con la crisis. No es el caso”, criticó.
Grecia y la eurozona van de cabeza hacia otra de esas noches dramáticas, al borde del abismo. Dijsselbloem y la directora del FMI, Christine Lagarde, fueron inusualmente directos con los dirigentes griegos, a la vista de que se resisten a aceptar las propuestas de los socios. Lo curioso es que ambas partes no están tan alejadas: los acreedores han flexibilizado sus condiciones desde febrero. Aun así, Grecia no termina de aceptar. Aduce que, a pesar de la mejoría, la oferta europea exige una nueva ronda de austeridad. Reclama una reestructuración de deuda. Y demanda inversiones para conseguir que vuelva el ansiado crecimiento en una economía que se ha estrellado otra vez contra las rocas de la recesión.
“Estamos preparados para cualquier eventualidad”, resumió Dijsselbloem, quien calificó de “lamentable” la falta de compromiso griego tras cuatro meses de negociación. “No habrá acuerdo sin medidas muy difíciles de asumir”, indicó al final del Eurogrupo, “que requieren políticos capaces de decir la verdad a su gente”. Lagarde fue aún más lejos y aseguró que la clave en los próximos días es “volver al diálogo con adultos en la sala”. La jefa del FMI recibió a Varoufakis en Luxemburgo con una frase que resume el pésimo estado de las relaciones entre Grecia y sus acreedores: “La jefa de los criminales saluda al otro bando”, le espetó tras las duras declaraciones del primer ministro Alexis Tsipras —que ha denunciado la “responsabilidad criminal” del Fondo en Grecia— en los últimos días.
Varoufakis compareció ante los medios relajado, nada tenso, increíblemente tranquilo. Apuntó que el acuerdo está cerca, como viene diciendo desde febrero. Y recordó que Grecia ha hecho un “gigantesco” ajuste en los cinco últimos años. El maratón de reuniones se antoja agotador: el Eurogrupo debe reunirse de nuevo para preparar la cumbre del euro del lunes. Los líderes sacarán allí toda la artillería para tratar de obtener el sí de Atenas. Pero el acuerdo no está garantizado: Tsipras tiene la negociación exactamente donde quería, al más alto nivel político, sin las instituciones anteriormente llamadas troika de por medio. Tiene una sola baza: el miedo de la eurozona al Grexit, que podría desencadenar un jaleo considerable. Y en contra todo lo demás: una huida de capitales que no se detiene y que en los próximos días explorará los límites de su sistema bancario.
Grecia, en fin, no afloja. Pero la eurozona tampoco: parece decidida a plantear el temido lo tomas o lo dejas. “Quien traiciona lo más auténtico de él mismo está perdido”, decía hace unos días un diplomático griego para describir la negativa de Tsipras a romper sus promesas electorales. Hasta ahora lo ha logrado, aun a costa de una sangría en la banca y en el conjunto de la economía. Pero el momento de la verdad ya tiene fecha: el lunes, en la cumbre, con la canciller Merkel al mando, y con los mercados en ebullición.
Claudi Pérez
Luxemburgo, El País
Enésimo fracaso en la reunión de ministros de Economía del euro en relación a Grecia, que se enfrenta a un ultimátum —el lunes— y a días de extrema dificultad en sus bancos. El Eurogrupo se cerró sin acuerdo anoche en Luxemburgo, con la tensión en máximos y con Atenas asomándose al abismo. La cuenta atrás se acelera. El Consejo Europeo convocó in extremis una cumbre del euro para el lunes. Y las instituciones europeas y el FMI desplegaron toda su artillería: el BCE aseguró dentro de la reunión que no puede garantizar que los bancos griegos abran sus puertas la semana próxima. El ministro Yanis Varoufakis pidió “calma” a los griegos y apostó por un acuerdo.
Más cerca del abismo y a la vez de la salvación: la crisis griega se metió este jueves de lleno en esa aparente paradoja. Los ministros de la eurozona cosecharon el enésimo fracaso en la búsqueda de un acuerdo y obligaron a Bruselas a convocar una cumbre del euro. El tiempo se acaba: Grecia debe pagar 1.600 millones al FMI a final de mes, el rescate actual expira el 30 de junio y la fuga de capitales ha alcanzado tal velocidad que hace pensar en lo peor: los griegos han retirado unos 3.000 millones en lo que va de semana. Desde noviembre, los bancos han visto evaporarse una cuarta parte de sus depósitos. Grecia se asoma a los controles de capital si esa sangría no se detiene, y puede que los bancos tengan que bajar la persiana en breve: Benoit Coeuré, consejero ejecutivo del BCE, explicó durante el Eurogrupo que quizá las entidades financieras griegas no puedan abrir el lunes.
“Los griegos sacan el dinero de sus bancos porque están preocupados, y eso solo terminará si Atenas presenta una propuesta creíble y hay acuerdo”, resumió el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en una tensa comparecencia de prensa en Luxemburgo con los acreedores que acabó con duros reproches por ambas partes. Varoufakis hizo un llamamiento “a la calma” a sus conciudadanos, y aseguró que ese escenario “no debería producirse”. “Los depósitos han salido de Grecia en los últimos meses por la imposibilidad de suscribir un acuerdo que el Gobierno griego estaría feliz de firmar si incluyera las medidas necesarias para acabar con la crisis. No es el caso”, criticó.
Grecia y la eurozona van de cabeza hacia otra de esas noches dramáticas, al borde del abismo. Dijsselbloem y la directora del FMI, Christine Lagarde, fueron inusualmente directos con los dirigentes griegos, a la vista de que se resisten a aceptar las propuestas de los socios. Lo curioso es que ambas partes no están tan alejadas: los acreedores han flexibilizado sus condiciones desde febrero. Aun así, Grecia no termina de aceptar. Aduce que, a pesar de la mejoría, la oferta europea exige una nueva ronda de austeridad. Reclama una reestructuración de deuda. Y demanda inversiones para conseguir que vuelva el ansiado crecimiento en una economía que se ha estrellado otra vez contra las rocas de la recesión.
“Estamos preparados para cualquier eventualidad”, resumió Dijsselbloem, quien calificó de “lamentable” la falta de compromiso griego tras cuatro meses de negociación. “No habrá acuerdo sin medidas muy difíciles de asumir”, indicó al final del Eurogrupo, “que requieren políticos capaces de decir la verdad a su gente”. Lagarde fue aún más lejos y aseguró que la clave en los próximos días es “volver al diálogo con adultos en la sala”. La jefa del FMI recibió a Varoufakis en Luxemburgo con una frase que resume el pésimo estado de las relaciones entre Grecia y sus acreedores: “La jefa de los criminales saluda al otro bando”, le espetó tras las duras declaraciones del primer ministro Alexis Tsipras —que ha denunciado la “responsabilidad criminal” del Fondo en Grecia— en los últimos días.
Varoufakis compareció ante los medios relajado, nada tenso, increíblemente tranquilo. Apuntó que el acuerdo está cerca, como viene diciendo desde febrero. Y recordó que Grecia ha hecho un “gigantesco” ajuste en los cinco últimos años. El maratón de reuniones se antoja agotador: el Eurogrupo debe reunirse de nuevo para preparar la cumbre del euro del lunes. Los líderes sacarán allí toda la artillería para tratar de obtener el sí de Atenas. Pero el acuerdo no está garantizado: Tsipras tiene la negociación exactamente donde quería, al más alto nivel político, sin las instituciones anteriormente llamadas troika de por medio. Tiene una sola baza: el miedo de la eurozona al Grexit, que podría desencadenar un jaleo considerable. Y en contra todo lo demás: una huida de capitales que no se detiene y que en los próximos días explorará los límites de su sistema bancario.
Grecia, en fin, no afloja. Pero la eurozona tampoco: parece decidida a plantear el temido lo tomas o lo dejas. “Quien traiciona lo más auténtico de él mismo está perdido”, decía hace unos días un diplomático griego para describir la negativa de Tsipras a romper sus promesas electorales. Hasta ahora lo ha logrado, aun a costa de una sangría en la banca y en el conjunto de la economía. Pero el momento de la verdad ya tiene fecha: el lunes, en la cumbre, con la canciller Merkel al mando, y con los mercados en ebullición.