Con Cristiano al final las diferencias se arreglaron
Madrid, As
El caso que está viviendo Sergio Ramos ya lo protagonizaron otros ilustres futbolistas en la historia del Real Madrid. Hugo Sánchez o Martín Vázquez amenazaron con salir por celos. Otros, como Robinho, se rebelaron simplemente por dinero. Pero el culebrón más sonado de los últimos tiempos lo firmaron el propio Florentino y Cristiano. Pasaron del desencuentro fatal a un matrimonio de conveniencia en cuestión de un año y medio gracias a un acuerdo económico que satisfizo a ambas partes.
Para explicar el origen del desencanto por parte del futbolista hay que remontarse a la gala de premios de la UEFA de 2012, celebrada el 30 de agosto en Montecarlo. Sus competidores, Iniesta y Messi, llegaron abrigados por la máxima autoridad del Barça, Sandro Rosell. Cristiano lo hizo acompañado sólo por el vicepresidente tercero, Pedro López.
Echaba en falta la presencia de Florentino. El portugués iniciaba su cuarta campaña como madridista y se había encontrado desprotegido en varias ocasiones: sentía en algunos estadios verdaderos acosos de las aficiones, no percibía una unificación dentro del club para apoyarle por el Balón de Oro ni dentro del propio vestuario, veía que en Barcelona ocurría justo todo lo contrario en favor de Messi y, por último, en el Manchester le mejoraron su contrato cinco veces en seis temporadas, cuando en el Madrid no había disfrutado de ningún aumento. Cristiano llegó con todas esas emociones al despacho del presidente un 1 de septiembre de 2012 para explicarle su “tristeza”. La respuesta de Florentino fue totalmente inesperada para el jugador. Buscaba el consuelo de un padre, pero lo que recibió fue una ‘bofetada’: “Si te vas, trae el dinero para fichar a Messi”. Al día siguiente fue cuando el siete marcó dos goles ante el Granada y no los celebró: “Estoy triste... y la gente del club ya lo sabe. No es nada personal, es una cuestión profesional”.
Cristiano estaba convencido de marcharse del Real Madrid. El PSG ofrecía 200 millones de euros y también estaban detrás United, City y Mónaco para ofrecerle una generosa prima de fichaje si llegaba al verano de 2015 sin renovar por el club blanco. En los meses siguientes el futbolista evitó en público hablar sobre si había recuperado su felicidad. Mientras, la maquinaria del Madrid había colocado el nombre de Neymar en varios medios como el sustituto del portugués. “No hay negociaciones para renovar a Cristiano”, sostenía el presidente el 7 de junio de 2013. Días más tarde surgió la noticia de que Florentino le quería convertir en el mejor pagado del mundo. Poco después Cristiano puso en Facebook: “Todas las noticias sobre mi renovación son falsas”. Y el 1 de septiembre llegó Bale por 101 millones de euros para quitarle el cartel del futbolista más caro del planeta. En el momento que las diferencias parecían irreconciliables, en apenas 15 días, llegó la renovación hasta 2018 y un sueldo de 21 millones de euros netos por temporada.
El caso que está viviendo Sergio Ramos ya lo protagonizaron otros ilustres futbolistas en la historia del Real Madrid. Hugo Sánchez o Martín Vázquez amenazaron con salir por celos. Otros, como Robinho, se rebelaron simplemente por dinero. Pero el culebrón más sonado de los últimos tiempos lo firmaron el propio Florentino y Cristiano. Pasaron del desencuentro fatal a un matrimonio de conveniencia en cuestión de un año y medio gracias a un acuerdo económico que satisfizo a ambas partes.
Para explicar el origen del desencanto por parte del futbolista hay que remontarse a la gala de premios de la UEFA de 2012, celebrada el 30 de agosto en Montecarlo. Sus competidores, Iniesta y Messi, llegaron abrigados por la máxima autoridad del Barça, Sandro Rosell. Cristiano lo hizo acompañado sólo por el vicepresidente tercero, Pedro López.
Echaba en falta la presencia de Florentino. El portugués iniciaba su cuarta campaña como madridista y se había encontrado desprotegido en varias ocasiones: sentía en algunos estadios verdaderos acosos de las aficiones, no percibía una unificación dentro del club para apoyarle por el Balón de Oro ni dentro del propio vestuario, veía que en Barcelona ocurría justo todo lo contrario en favor de Messi y, por último, en el Manchester le mejoraron su contrato cinco veces en seis temporadas, cuando en el Madrid no había disfrutado de ningún aumento. Cristiano llegó con todas esas emociones al despacho del presidente un 1 de septiembre de 2012 para explicarle su “tristeza”. La respuesta de Florentino fue totalmente inesperada para el jugador. Buscaba el consuelo de un padre, pero lo que recibió fue una ‘bofetada’: “Si te vas, trae el dinero para fichar a Messi”. Al día siguiente fue cuando el siete marcó dos goles ante el Granada y no los celebró: “Estoy triste... y la gente del club ya lo sabe. No es nada personal, es una cuestión profesional”.
Cristiano estaba convencido de marcharse del Real Madrid. El PSG ofrecía 200 millones de euros y también estaban detrás United, City y Mónaco para ofrecerle una generosa prima de fichaje si llegaba al verano de 2015 sin renovar por el club blanco. En los meses siguientes el futbolista evitó en público hablar sobre si había recuperado su felicidad. Mientras, la maquinaria del Madrid había colocado el nombre de Neymar en varios medios como el sustituto del portugués. “No hay negociaciones para renovar a Cristiano”, sostenía el presidente el 7 de junio de 2013. Días más tarde surgió la noticia de que Florentino le quería convertir en el mejor pagado del mundo. Poco después Cristiano puso en Facebook: “Todas las noticias sobre mi renovación son falsas”. Y el 1 de septiembre llegó Bale por 101 millones de euros para quitarle el cartel del futbolista más caro del planeta. En el momento que las diferencias parecían irreconciliables, en apenas 15 días, llegó la renovación hasta 2018 y un sueldo de 21 millones de euros netos por temporada.