Cenicienta y los pitufos se quedan sin magia

La selección norteamericana, pese a su juego superior, empata con la cenicienta del torneo

Jan Martínez Ahrens, El País
El paso del mito al logos nunca se completó. La hazaña griega de buscar una explicación racional al mundo siempre ha sido deficitaria. En todo relato de lo sucedido quedan aspectos oscuros, bosques poblados de sombras y leyenda. Para muchos forman el hábitat natural de seres esquivos, de ángeles y demonios, de gigantes y hechiceros. Descubrirlos es cuestión de fe y suerte, pero en el fútbol, en ocasiones, se da uno de bruces con ellos. Y en masa. Eso ocurrió esta tarde en el gélido estadio Sausalito, en Viña de Mar (Chile), donde los espectadores se encontraron sobre el césped lo más parecido a la cenicienta y los pitufos. Es decir, a la selección de Bolivia, la más humilde y abnegada de la Copa de América, y la de México, reducida hasta el infinito con la idea de reservar a sus grandes figuras para un futuro torneo regional. Con estas premisas, el resultado fue poco motivador: 0-0. Un empate sin magia, pero lleno de realidad. Amargo para México, un poco más dulce para Bolivia.


Arrancó mal el partido. El primer tiempo transcurrió en la nada futbolística. Dos adversarios que se tanteaban en la distancia. No fue hasta la segunda parte cuando el equipo mexicano impuso su ritmo. Desenredó poco a poco sus líneas, ganó espacios y, en los pies prodigiosos de Tecatito Corona, hubo instantes en que recordó a la selección que asombró al mundo en Brasil. El gol, sin embargo, no llegó. México, muy superior, se hizo merecedora de la visita del hada. Pero ese no era su papel esa tarde. Tampoco hubo para Bolivia carroza dorada ni zapatito de cristal. En el campo se le vio como un equipo luchador, pegado a tierra, pero sin veneno. Habría necesitado dosis mucho más elevadas para derribar a su adversario.

Desaparecida la magia, el partido fue más racional que otra cosa. Si hubieran sido grandes selecciones, se habría dicho que fue un encuentro vibrante. Tratándose de Bolivia y la disminuida México, se quedó en desleído. Puro empate. No es el peor comienzo. Sobre la hierba se vio a dos selecciones opacas, pero ganas de hacer algo. El qué, no se sabe muy bien. Habrá que esperar a futuros partidos. Sobre todo, al duelo con Chile. Entretanto, habrá expectación y misterio. La racionalidad, en el fútbol, nunca es completa.

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