Brasil liquida con lo justo a una Venezuela con orgullo

Santiago, As
No hubo ‘biscotto’. El empate entre Brasil y Venezuela que clasificaba a ambas y dejaba fuera a Colombia se esfumó en el aire ante las urgencias brasileñas por lavar su imagen y dedicarle un triunfo a Neymar, ausencia destacada Neymar, que lejos de perjudicar al equipo le hizo ser un bloque con más asociación y capacidad combinativa. Brasil fue mucho más intensa que ante Colombia, hay que decirlo, pese a sus problemas del final. La inyección de rabia que ha supuesto perder a Neymar y el sonrojo que fue mostrarse vulnerable a ojos de todo el mundo hicieron reaccionar a los de Dunga. El empate les bastaba para clasificarse, como a Venezuela, pero quizá por ese antecedente tan doloroso los brasileños salieron con una marcha más, un punto de pulsión que no tuvieron antes en el torneo.


Dunga sustituyó el desequilibrio de Neymar con la aureola interminable de Robinho. Cualquier análisis de Robinho tiene dos enfoques, el del jugador al que la etiqueta de ‘nuevo Pelé’ acabó por tumbar o el del que ha tenido una trayectoria tan prolífica que aún le hace ser un futbolista interesante. Su primer tiempo desde luego evidenció que aún tiene fútbol y que a poco que lo acompañe con ganas, como ante Venezuela, merece la pena disfrutar de él. Sin nueve, con Firmino nuevamente en esa posición extraña de falso punta en la que no se sabe si va o viene, Robinho fue el mejor, pues combinó con criterio y aportó una movilidad que permitió que Brasil fuera más fluida.

El primer gol, eso sí, tuvo que llegar a balón parado. Un buen centro de Robinho lo remató Thiago Silva en modo ariete, recordando que su dominio de las dos áreas en el juego aéreo, como el de Miranda, hace más consistente a Brasil al defender por alto y más peligrosa al atacar. Mezclando ambas cosas tan aparentemente simples es suficiente para ganar en este deporte. Venezuela pecó de inexperta en ese córner y también en los posteriores. Un equipo técnicamente peor que el otro jamás debería recibir goles de estrategia, lo saben todos los entrenadores. De cualquier manera menos así. A balón parado nunca.

De hecho, Thiago Silva pudo hacer el segundo de la misma forma, pero resultó ser Firmino quien pareció hundir cualquier esperanza venezolana. Robinho abrió a la izquierda, Willian brindó la acción del partido con un pase con el exterior magnífico y Firmino empujó sin oposición alguna. El cuento de Venezuela hubiera concluido ahí si no fuera por el orgullo patrio que la 'vinotinto' rebosa. El cuadro venezolano apuró sus opciones con un tanto de Miku tras magistral lanzamiento de falta de Arango y devolvió la incertidumbre de una Brasil dubitativa. Miku pudo incluso empatar para poner el grupo patas arriba, pero el pitido final hizo respirar a Brasil y también Colombia, de paso. Fue el despegue de la aventura de Brasil en la Copa América, sin Neymar, sin nueve puro y sin la esencia del ‘jogo bonito’, pero herida en su orgullo y tocada en su alma en un torneo en el que hasta ahora ha visto tornarse todo en su contra. Todo, menos el habitual resultadismo de Dunga. De momento, le vale para estar en cuartos.

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