ANÁLISIS / Lo urgente ahora es no perder los nervios
En un escenario tan político como el de una convocatoria de referéndum de repudio, puede pasar de todo
Xavier Vidal-Folch, El País
Ahora, la tarea más urgente de la eurozona es doble: no precipitarse respecto a Grecia, establecer vallas protectoras para el euro. No precipitarse supone tomarse en serio el grave desafío que representa el súbito plante de Alexis Tsipras y la celebración de un referéndum a la contra. Significa no poner paños calientes a la herida; entender que el reto es lo que parece y de ninguna manera algo más suave; asumir que este es el peor revés para la mejor criatura de Europa desde su fundación en 1957.
Implica, en lo concreto, actuar racionalmente en defensa del propio interés, no vindicar ningún orgullo herido. Evitar cualquier deje de venganza. No agravar lo que ya es de por sí demasiado grave. Así, el fondo de rescate (el Mecanismo de Estabilidad Financiera), acreedor de 131.000 millones de euros, aunque pueda, para nada debe considerarlos inmediatamente en situación de impago (default) en el momento en que Atenas sea declarada en suspensión de pagos por el FMI, lo que convertiría automáticamente a la economía helénica en un paria internacional. Y el Banco Central Europeo (BCE) no está obligado a cortar de raíz toda liquidez de emergencia a los bancos griegos, lo que les enviaría de inmediato a la quiebra: se lo exigirán, con cierta lógica, sus halcones. Pero puede modular su respuesta: sin paralizar el suministro, imponerle límites. No debería ser el BCE quien desenchufase el tubo del suero al enfermo, por más que este se esfuerce en desahuciarse.
¿Por qué? Por sentido de la ponderación, para no dar pasos irreversibles, para no enajenarse en bloque a la opinión pública griega. Porque en un escenario tan político como el de una convocatoria de referéndum de repudio, puede pasar de todo. Casi todo, malo. Pero también pueden darse reacciones positivas imprevistas, como la negativa de la ciudadanía helénica a seguir por la pendiente del abismo, sobre todo si en las próximas horas se produce un corralito, la sequía total de liquidez monetaria. Se trata de no imposibilitar una —aunque tardía— vuelta del Gobierno de Syriza a la racionalidad de la negociación y la solución pactada. Y de no echar a los ciudadanos, ampliamente partidarios del pacto y de permanecer en el euro (más de un 70%) a las fauces de los más extremistas.
Al mismo tiempo, hay que darse prisa en establecer vallas protectoras de los países periféricos del euro. Para evitar que el inevitable contagio (subirán las primas de riesgo) sea letal. Hay al menos dos herramientas clave. La liquidez infinita del BCE. Y la firmeza política del Consejo Europeo, que debe traducirse en acelerar la mayor integración económica de la unión monetaria. Como propone el informe de los cinco presidentes, titulado Realizar la Unión Económica y Monetaria europea.
Xavier Vidal-Folch, El País
Ahora, la tarea más urgente de la eurozona es doble: no precipitarse respecto a Grecia, establecer vallas protectoras para el euro. No precipitarse supone tomarse en serio el grave desafío que representa el súbito plante de Alexis Tsipras y la celebración de un referéndum a la contra. Significa no poner paños calientes a la herida; entender que el reto es lo que parece y de ninguna manera algo más suave; asumir que este es el peor revés para la mejor criatura de Europa desde su fundación en 1957.
Implica, en lo concreto, actuar racionalmente en defensa del propio interés, no vindicar ningún orgullo herido. Evitar cualquier deje de venganza. No agravar lo que ya es de por sí demasiado grave. Así, el fondo de rescate (el Mecanismo de Estabilidad Financiera), acreedor de 131.000 millones de euros, aunque pueda, para nada debe considerarlos inmediatamente en situación de impago (default) en el momento en que Atenas sea declarada en suspensión de pagos por el FMI, lo que convertiría automáticamente a la economía helénica en un paria internacional. Y el Banco Central Europeo (BCE) no está obligado a cortar de raíz toda liquidez de emergencia a los bancos griegos, lo que les enviaría de inmediato a la quiebra: se lo exigirán, con cierta lógica, sus halcones. Pero puede modular su respuesta: sin paralizar el suministro, imponerle límites. No debería ser el BCE quien desenchufase el tubo del suero al enfermo, por más que este se esfuerce en desahuciarse.
¿Por qué? Por sentido de la ponderación, para no dar pasos irreversibles, para no enajenarse en bloque a la opinión pública griega. Porque en un escenario tan político como el de una convocatoria de referéndum de repudio, puede pasar de todo. Casi todo, malo. Pero también pueden darse reacciones positivas imprevistas, como la negativa de la ciudadanía helénica a seguir por la pendiente del abismo, sobre todo si en las próximas horas se produce un corralito, la sequía total de liquidez monetaria. Se trata de no imposibilitar una —aunque tardía— vuelta del Gobierno de Syriza a la racionalidad de la negociación y la solución pactada. Y de no echar a los ciudadanos, ampliamente partidarios del pacto y de permanecer en el euro (más de un 70%) a las fauces de los más extremistas.
Al mismo tiempo, hay que darse prisa en establecer vallas protectoras de los países periféricos del euro. Para evitar que el inevitable contagio (subirán las primas de riesgo) sea letal. Hay al menos dos herramientas clave. La liquidez infinita del BCE. Y la firmeza política del Consejo Europeo, que debe traducirse en acelerar la mayor integración económica de la unión monetaria. Como propone el informe de los cinco presidentes, titulado Realizar la Unión Económica y Monetaria europea.