Una nueva teoría sobre la muerte de Osama Bin Laden
Los métodos periodísticos de Seymour Hersh despiertan críticas
Cristina F. Pereda
Washington, El País
Las diferentes teorías sobre quién ordenó la muerte del expresidente John F. Kennedy siguen vivas más de 50 años después de su asesinato en una calle de Dallas. Unas elucubraciones que pronto pueden dar paso a nuevas conjeturas sobre el final de Osama Bin Laden en Pakistán. Este domingo, el prestigioso periodista estadounidense Seymour Hersh publicó una nueva versión, según la cual el relato oficial defendido por la Casa Blanca desde hace cuatro años es falso.
Según Hersh, EE UU habría contado con la ayuda directa de los servicios de inteligencia paquistaníes para acabar con la vida del cerebro de los atentados del 11 de Septiembre. El líder de Al Qaeda estaba preso desde 2006. Su hallazgo ocurrió gracias a un informante de Pakistán, no a una operación de la CIA. Y todo ocurrió gracias a un acuerdo entre ambos países.
Pero a diferencia de otros grandes trabajos de Hersh, ganador del Premio Pulitzer en 1970, varias voces han rechazado inmediatamente su versión. La Casa Blanca asegura que las revelaciones carecen de fundamento. Un exagente de la CIA ha declarado a POLITICO que “todos los datos son incorrectos”. “Hay demasiados errores y afirmaciones sin hechos en esta pieza como para comprobarlas una por una”, zanjó en un comunicado el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ned Price.
El autor de reportajes de investigación de impacto, como las revelaciones de la cárcel de Abu Graib en Irak, en una serie de reportajes para The New Yorker en 2004, o la masacre de My Lai en Vietnam en 1969, no ha disfrutado de la misma reacción con su último trabajo. Hersh basa su investigación en las afirmaciones de fuentes anónimas: un exagente de la CIA y dos consultores “que tuvieron acceso a la información”.
“La Casa Blanca todavía mantiene que esta fue una operación estadounidense y que los oficiales del Ejército de Pakistán y su Servicio de Inteligencia no fue avisado con antelación. Esto es falso”, dice Hersh. Para él, la versión oficial “la podría haber escrito Lewis Carroll” y disputa que Bin Laden hubiera elegido una pequeña localidad a poco más de 60 kilómetros de Islamabad “como el lugar más seguro para vivir y liderar las operaciones de Al Qaeda”.
Hersh defiende que Bin Laden vivía en ese complejo de Abbottabad como prisionero del servicio secreto paquistaní (ISI), que lo mantenía recluido para poder utilizar su figura como moneda de cambio con Al Qaeda, y que no sólo conocían la operación que acabó con su muerte sino que llegaron a colaborar, abriendo camino a los Navy SEALs estadounidenses.
La pista sobre la ubicación de Bin Laden no llegó tampoco gracias a una operación de la CIA que rastreó su red de comunicaciones, sino por la confesión de un agente de inteligencia paquistaní que visitó la Embajada de EE UU en Pakistán y pidió parte de los 25 millones de dólares de recompensa a cambio de la información. La muerte de Bin Laden tampoco ocurrió tras un enfrentamiento con los Navy SEALS que llegaron hasta el tercer piso de la vivienda, sino que fue ejecutado.
Hersh sí sostiene que fue el presidente Obama quien ordenó la operación que acabó con la muerte del líder de Al Qaeda y que las fuerzas especiales de los Navy SEALs se encargaron de llevarla a cabo. Sin embargo, habría resultado clave la cooperación de la inteligencia paquistaní.
‘El asesinato de Osama Bin Laden’, publicado en The London Review of Books, defiende que el ISI contaba con un agente infiltrado en el complejo residencial de Bin Laden y que respondió a todas las dudas de la CIA de cara a preparar el asalto. Pakistán habría ordenado además la salida de todos los guardaespaldas de Bin Laden “en cuanto oyeran los primeros helicópteros” y que se cortase la luz eléctrica en la localidad desde horas antes de empezar el ataque.
Hersh habría trabajado en esta investigación, de más de 10.000 palabras, durante los últimos años. Sin embargo, fue rechazada por la revista The New Yorker. Allí publicó en 2012 una información exclusiva sobre el entrenamiento de fuerzas iraníes en bases militares de Nevada que nunca ha sido confirmada de manera oficial. Un año después, el periodista puso en duda los informes sobre ataques con armas químicas en Siria basándose una vez más en fuentes anónimas..
En esta ocasión, Hersh se ha apoyado en otros testimonios como los ofrecidos en un reportaje de The New York Times Magazine en 2014 o en las quejas del ex secretario de Defensa, Robert Gates, que denunció en sus memorias -‘Duty’- que algunos de los hechos descritos por miembros de la Administración en esos primeros instantes no eran correctos.
Cristina F. Pereda
Washington, El País
Las diferentes teorías sobre quién ordenó la muerte del expresidente John F. Kennedy siguen vivas más de 50 años después de su asesinato en una calle de Dallas. Unas elucubraciones que pronto pueden dar paso a nuevas conjeturas sobre el final de Osama Bin Laden en Pakistán. Este domingo, el prestigioso periodista estadounidense Seymour Hersh publicó una nueva versión, según la cual el relato oficial defendido por la Casa Blanca desde hace cuatro años es falso.
Según Hersh, EE UU habría contado con la ayuda directa de los servicios de inteligencia paquistaníes para acabar con la vida del cerebro de los atentados del 11 de Septiembre. El líder de Al Qaeda estaba preso desde 2006. Su hallazgo ocurrió gracias a un informante de Pakistán, no a una operación de la CIA. Y todo ocurrió gracias a un acuerdo entre ambos países.
Pero a diferencia de otros grandes trabajos de Hersh, ganador del Premio Pulitzer en 1970, varias voces han rechazado inmediatamente su versión. La Casa Blanca asegura que las revelaciones carecen de fundamento. Un exagente de la CIA ha declarado a POLITICO que “todos los datos son incorrectos”. “Hay demasiados errores y afirmaciones sin hechos en esta pieza como para comprobarlas una por una”, zanjó en un comunicado el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ned Price.
El autor de reportajes de investigación de impacto, como las revelaciones de la cárcel de Abu Graib en Irak, en una serie de reportajes para The New Yorker en 2004, o la masacre de My Lai en Vietnam en 1969, no ha disfrutado de la misma reacción con su último trabajo. Hersh basa su investigación en las afirmaciones de fuentes anónimas: un exagente de la CIA y dos consultores “que tuvieron acceso a la información”.
“La Casa Blanca todavía mantiene que esta fue una operación estadounidense y que los oficiales del Ejército de Pakistán y su Servicio de Inteligencia no fue avisado con antelación. Esto es falso”, dice Hersh. Para él, la versión oficial “la podría haber escrito Lewis Carroll” y disputa que Bin Laden hubiera elegido una pequeña localidad a poco más de 60 kilómetros de Islamabad “como el lugar más seguro para vivir y liderar las operaciones de Al Qaeda”.
Hersh defiende que Bin Laden vivía en ese complejo de Abbottabad como prisionero del servicio secreto paquistaní (ISI), que lo mantenía recluido para poder utilizar su figura como moneda de cambio con Al Qaeda, y que no sólo conocían la operación que acabó con su muerte sino que llegaron a colaborar, abriendo camino a los Navy SEALs estadounidenses.
La pista sobre la ubicación de Bin Laden no llegó tampoco gracias a una operación de la CIA que rastreó su red de comunicaciones, sino por la confesión de un agente de inteligencia paquistaní que visitó la Embajada de EE UU en Pakistán y pidió parte de los 25 millones de dólares de recompensa a cambio de la información. La muerte de Bin Laden tampoco ocurrió tras un enfrentamiento con los Navy SEALS que llegaron hasta el tercer piso de la vivienda, sino que fue ejecutado.
Hersh sí sostiene que fue el presidente Obama quien ordenó la operación que acabó con la muerte del líder de Al Qaeda y que las fuerzas especiales de los Navy SEALs se encargaron de llevarla a cabo. Sin embargo, habría resultado clave la cooperación de la inteligencia paquistaní.
‘El asesinato de Osama Bin Laden’, publicado en The London Review of Books, defiende que el ISI contaba con un agente infiltrado en el complejo residencial de Bin Laden y que respondió a todas las dudas de la CIA de cara a preparar el asalto. Pakistán habría ordenado además la salida de todos los guardaespaldas de Bin Laden “en cuanto oyeran los primeros helicópteros” y que se cortase la luz eléctrica en la localidad desde horas antes de empezar el ataque.
Hersh habría trabajado en esta investigación, de más de 10.000 palabras, durante los últimos años. Sin embargo, fue rechazada por la revista The New Yorker. Allí publicó en 2012 una información exclusiva sobre el entrenamiento de fuerzas iraníes en bases militares de Nevada que nunca ha sido confirmada de manera oficial. Un año después, el periodista puso en duda los informes sobre ataques con armas químicas en Siria basándose una vez más en fuentes anónimas..
En esta ocasión, Hersh se ha apoyado en otros testimonios como los ofrecidos en un reportaje de The New York Times Magazine en 2014 o en las quejas del ex secretario de Defensa, Robert Gates, que denunció en sus memorias -‘Duty’- que algunos de los hechos descritos por miembros de la Administración en esos primeros instantes no eran correctos.