¿Quién manda en Internet? El dominio de Facebook
En el nuevo orden mundial virtual la empresa fundada por Mark Zuckerberg no tiene rival
Gordon M. Goldstein, El País
El poder en Internet está sumido en un proceso de profunda redefinición. Cada vez más, la influencia y el dominio en la Red surgen de una mezcla de fuerzas a la que muchas empresas aspiran, pero pocas logran conquistar. En las redes sociales, el aumento de la relación entre usuarios, consumidores, anunciantes y creadores de contenido tiene el potencial para causar unos efectos enormemente importantes. La recompensa final es la creación de un ecosistema integrado para el comercio, el contenido y la comunicación en Internet. Una plataforma progresivamente más grande, más poblada, con más datos e inalcanzable para el resto de competidores.
Y entre los gigantes de Internet, Facebook ha consolidado su posición como plataforma dominante en el campo de las redes sociales, una potencia hegemónica sin rivales reales. El giro rápido y agresivo de la empresa hacia el mundo de la telefonía móvil y su campaña estratégica para incorporar contenidos de vídeo en toda su red han sido innovaciones revolucionarias que han aumentado la ventaja comparativa de Facebook con respecto a sus rivales y propiciado un crecimiento espectacular, con 1.440 millones de usuarios mundiales. La visión del futuro que persigue con tesón Mark Zuckerberg, cofundador, consejero delegado y presidente, puede determinar el futuro de Internet.
Según los últimos resultados, los ingresos de la compañía crecieron un 42% y el valor de las acciones se ha incrementado un 33%. En comparación, el valor de Google en bolsa prácticamente no se ha movido. En el último año, la plantilla de Facebook ha engordado un 48%, hasta alcanzar los 10.000 trabajadores, y el gasto en investigación y desarrollo se ha duplicado, hasta superar los 1.000 millones de dólares (890 millones de euros).
La empresa sigue invirtiendo agresivamente en movilidad: los aparatos portátiles e inalámbricos, cuyo número supera actualmente los 7.000 millones, una cifra que corresponde aproximadamente a la población mundial. Facebook adquirió Instagram, servicio para compartir fotos enormemente popular entre la juventud. Y la compra por 16.000 millones de dólares de WhatsApp, empresa de mensajes para móvil, permitirá aumentar su implantación en países como México, Alemania, India y Brasil. También han invertido en realidad virtual y en mejorar su servicio de vídeos, así como en la construcción de costosos centros de datos.
Zuckerberg, cuyo patrimonio neto se calcula en más de 36.000 millones de dólares, la decimocuarta fortuna del mundo y es el más rico de todos los fundadores de los gigantes de Internet, incluidos Jeff Bezos, de Amazon, y Larry Page y Sergey Brin, de Google. Pero se diría que el dinero motiva menos a Zuckerberg que su visión de futuro. Y, como accionista mayoritario y jefe de Facebook que es, tiene libertad para dedicarse a su pasión.
El pasado verano, sostenía en las páginas de The Wall Street Journal que un mayor acceso mundial a Internet permitiría incrementar las oportunidades económicas y reducir la pobreza mundial. “En la próximas décadas, asistiremos a la mayor revolución hasta la fecha, ya que miles de millones de personas se conectarán por primera vez”. Actualmente, Internet cuenta con más de 3.000 millones de usuarios en todo el mundo, y cada día se unen a ellos otros 500.000. Para lograr sus aspiraciones, Zuckerberg ha creado un consorcio de empresas tecnológicas con, entre otras, Ericsson, Qualcomm, Nokia y Samsung.
Los escépticos creen que tras el deseo de reducir la brecha digital hay afanes puramente económicos
La empresa intenta innovar para aumentar el acceso a Internet con, por ejemplo, el uso de drones ultraligeros propulsados por energía solar que volarían continuamente a unos 18.000 metros para conectar inalámbricamente a los usuarios a la Red. El pasado septiembre, Zuckerberg afirmó en la revista Wired que Facebook había invertido más de 1.000 millones de dólares (890 millones de euros) en aumentar la conectividad en países en desarrollo.
Algunos escépticos sostienen que los esfuerzos de Facebook por incrementar la conectividad a Internet y reducir la llamada brecha digital están motivados en el fondo por el interés propio y la ambición de crear una plataforma publicitaria y de redes sociales de varios miles de millones de personas. Zuckerberg considera esos argumentos demasiado cínicos. Internet, en su opinión, es una tecnología capaz de producir los cambios socioeconómicos más positivos de la historia.
El pasado verano, Facebook encargó un estudio a Deloitte para calcular los beneficios de un aumento de la conectividad en economías emergentes. Solo en India un mayor acceso a Internet, que acercase al país al 75% de penetración que disfrutan las regiones más desarrolladas del planeta, tendría unos efectos espectaculares que reducirían la tasa de mortalidad infantil en 85.000 fallecimientos al año, disminuirían los casos de extrema pobreza en un 28% y crearían 65 millones de puestos de trabajo.
Facebook no es el único gigante de que trata de ampliar los tentáculos de la Red. Google persigue un objetivo parecido y pretende usar tecnologías futuristas como Project Loon, que contempla crear una red mundial de globos de helio a gran altitud en órbita geosincrónica que transmita una señal para tener acceso wifi en lugares remotos. Con todo, la pasión de Zuckerberg por difundir las ventajas sociales de Internet parece única.
“Para nosotros se trata de ofrecer posibilidades a la gente”, declaraba a Bloomberg News en febrero. Y explicaba que, a solo unas semanas del lanzamiento de su programa de acceso gratuito a Internet en Zambia, llegó un aluvión de informes sobre su impacto positivo, que Zuckerberg enumeraba así: “Una mujer embarazada que usa Internet por primera vez para buscar información sobre seguridad y salud para su hijo; un avicultor que usa Facebook y que crea una página para vender más pollos; un estudiante universitario que usa Internet y Wikipedia para buscar información y ahorrar dinero en la compra de los libros. Es una locura”.
A principios de 2015, Facebook creó un club de lectura para sus usuarios. Su primera selección fue El fin del poder (Debate), de Moisés Naím, brillante estudio sobre el modo en que el poder en el siglo XXI está cambiando, lo que provoca trastornos, genera innovaciones y crea nuevas jerarquías de influencia en un mundo globalizado y conectado al instante. Es una dinámica que Zuckerberg parece entender intuitivamente y una historia que la dominante Facebook ejemplifica para que todo el mundo pueda ver y aprender de ella. En el ámbito de Internet, el poder de las redes sociales se ha trasladado a una plataforma, y esa plataforma es Facebook.
Gordon M. Goldstein, El País
El poder en Internet está sumido en un proceso de profunda redefinición. Cada vez más, la influencia y el dominio en la Red surgen de una mezcla de fuerzas a la que muchas empresas aspiran, pero pocas logran conquistar. En las redes sociales, el aumento de la relación entre usuarios, consumidores, anunciantes y creadores de contenido tiene el potencial para causar unos efectos enormemente importantes. La recompensa final es la creación de un ecosistema integrado para el comercio, el contenido y la comunicación en Internet. Una plataforma progresivamente más grande, más poblada, con más datos e inalcanzable para el resto de competidores.
Y entre los gigantes de Internet, Facebook ha consolidado su posición como plataforma dominante en el campo de las redes sociales, una potencia hegemónica sin rivales reales. El giro rápido y agresivo de la empresa hacia el mundo de la telefonía móvil y su campaña estratégica para incorporar contenidos de vídeo en toda su red han sido innovaciones revolucionarias que han aumentado la ventaja comparativa de Facebook con respecto a sus rivales y propiciado un crecimiento espectacular, con 1.440 millones de usuarios mundiales. La visión del futuro que persigue con tesón Mark Zuckerberg, cofundador, consejero delegado y presidente, puede determinar el futuro de Internet.
Según los últimos resultados, los ingresos de la compañía crecieron un 42% y el valor de las acciones se ha incrementado un 33%. En comparación, el valor de Google en bolsa prácticamente no se ha movido. En el último año, la plantilla de Facebook ha engordado un 48%, hasta alcanzar los 10.000 trabajadores, y el gasto en investigación y desarrollo se ha duplicado, hasta superar los 1.000 millones de dólares (890 millones de euros).
La empresa sigue invirtiendo agresivamente en movilidad: los aparatos portátiles e inalámbricos, cuyo número supera actualmente los 7.000 millones, una cifra que corresponde aproximadamente a la población mundial. Facebook adquirió Instagram, servicio para compartir fotos enormemente popular entre la juventud. Y la compra por 16.000 millones de dólares de WhatsApp, empresa de mensajes para móvil, permitirá aumentar su implantación en países como México, Alemania, India y Brasil. También han invertido en realidad virtual y en mejorar su servicio de vídeos, así como en la construcción de costosos centros de datos.
Zuckerberg, cuyo patrimonio neto se calcula en más de 36.000 millones de dólares, la decimocuarta fortuna del mundo y es el más rico de todos los fundadores de los gigantes de Internet, incluidos Jeff Bezos, de Amazon, y Larry Page y Sergey Brin, de Google. Pero se diría que el dinero motiva menos a Zuckerberg que su visión de futuro. Y, como accionista mayoritario y jefe de Facebook que es, tiene libertad para dedicarse a su pasión.
El pasado verano, sostenía en las páginas de The Wall Street Journal que un mayor acceso mundial a Internet permitiría incrementar las oportunidades económicas y reducir la pobreza mundial. “En la próximas décadas, asistiremos a la mayor revolución hasta la fecha, ya que miles de millones de personas se conectarán por primera vez”. Actualmente, Internet cuenta con más de 3.000 millones de usuarios en todo el mundo, y cada día se unen a ellos otros 500.000. Para lograr sus aspiraciones, Zuckerberg ha creado un consorcio de empresas tecnológicas con, entre otras, Ericsson, Qualcomm, Nokia y Samsung.
Los escépticos creen que tras el deseo de reducir la brecha digital hay afanes puramente económicos
La empresa intenta innovar para aumentar el acceso a Internet con, por ejemplo, el uso de drones ultraligeros propulsados por energía solar que volarían continuamente a unos 18.000 metros para conectar inalámbricamente a los usuarios a la Red. El pasado septiembre, Zuckerberg afirmó en la revista Wired que Facebook había invertido más de 1.000 millones de dólares (890 millones de euros) en aumentar la conectividad en países en desarrollo.
Algunos escépticos sostienen que los esfuerzos de Facebook por incrementar la conectividad a Internet y reducir la llamada brecha digital están motivados en el fondo por el interés propio y la ambición de crear una plataforma publicitaria y de redes sociales de varios miles de millones de personas. Zuckerberg considera esos argumentos demasiado cínicos. Internet, en su opinión, es una tecnología capaz de producir los cambios socioeconómicos más positivos de la historia.
El pasado verano, Facebook encargó un estudio a Deloitte para calcular los beneficios de un aumento de la conectividad en economías emergentes. Solo en India un mayor acceso a Internet, que acercase al país al 75% de penetración que disfrutan las regiones más desarrolladas del planeta, tendría unos efectos espectaculares que reducirían la tasa de mortalidad infantil en 85.000 fallecimientos al año, disminuirían los casos de extrema pobreza en un 28% y crearían 65 millones de puestos de trabajo.
Facebook no es el único gigante de que trata de ampliar los tentáculos de la Red. Google persigue un objetivo parecido y pretende usar tecnologías futuristas como Project Loon, que contempla crear una red mundial de globos de helio a gran altitud en órbita geosincrónica que transmita una señal para tener acceso wifi en lugares remotos. Con todo, la pasión de Zuckerberg por difundir las ventajas sociales de Internet parece única.
“Para nosotros se trata de ofrecer posibilidades a la gente”, declaraba a Bloomberg News en febrero. Y explicaba que, a solo unas semanas del lanzamiento de su programa de acceso gratuito a Internet en Zambia, llegó un aluvión de informes sobre su impacto positivo, que Zuckerberg enumeraba así: “Una mujer embarazada que usa Internet por primera vez para buscar información sobre seguridad y salud para su hijo; un avicultor que usa Facebook y que crea una página para vender más pollos; un estudiante universitario que usa Internet y Wikipedia para buscar información y ahorrar dinero en la compra de los libros. Es una locura”.
A principios de 2015, Facebook creó un club de lectura para sus usuarios. Su primera selección fue El fin del poder (Debate), de Moisés Naím, brillante estudio sobre el modo en que el poder en el siglo XXI está cambiando, lo que provoca trastornos, genera innovaciones y crea nuevas jerarquías de influencia en un mundo globalizado y conectado al instante. Es una dinámica que Zuckerberg parece entender intuitivamente y una historia que la dominante Facebook ejemplifica para que todo el mundo pueda ver y aprender de ella. En el ámbito de Internet, el poder de las redes sociales se ha trasladado a una plataforma, y esa plataforma es Facebook.