Opinión / Boludos

Alejandro Borensztein
El 23 de junio de 1968 se jugó uno de los tantos superclásicos en el Monumental. Fue 0 a 0. Partido aburrido. Sánchez, el arquero de Boca, sacó un cabezazo a quemarropa por arriba del travesaño y Amadeo Carrizo le tapó un mano a mano a Rojitas, que un rato antes le había robado la gorra escocesa que usaba y no se la quería devolver.


Nadie se acordaría de este partido si no fuera que cuando terminó, en la puerta de salida de la tribuna de Boca, sobre Figueroa Alcorta, hubo una avalancha y 71 personas murieron aplastadas. Fue la tragedia de la Puerta 12. Dijeron que tal vez las puertas estaban cerradas, o que no habían sacado los molinetes, o que la Policía con sus caballos frenaron la salida de la gente y los que venían de atrás se fueron aplastando unos con otros. O la combinación de todas estas cosas.

A la mañana siguiente, un policía custodiaba la puerta junto a una pila de zapatos de casi dos metros de altura. La investigación no arrojó ni culpables, ni responsables, ni nada.

Los clubes y la AFA armaron un fondo de reparación y juntaron 100.000 dólares para repartir entre las familias de los 71 muertos. Cada uno recibió 1.400 dólares. Así como lo lee. Después de 45 años, seguimos sin saber que pasó y desde entonces hasta hoy, todo fue empeorando.

Voy a la cancha desde muy chico. Desde mediados de los 60. Vi mucho. De Rojitas a Riquelme. De Roma a Gatti. De Marzolini a Guillermo. De Maradona a Palermo. Y desde aquella pila de zapatos a este bochornoso gas pimienta del que fui testigo anoche, sentado en mi platea de siempre.

Suele decirse que, de alguna manera, somos todos responsables de este desastre que es el fútbol argentino. No es verdad. Yo no tengo ninguna responsabilidad y, seguramente, usted tampoco amigo lector.

Los responsables son, al menos desde los años 60 hasta hoy, los barrabravas, los dirigentes de los clubes, los Presidentes de los clubes, los Presidentes de la AFA, los comisarios de la policía, los Jefes de Policía, los Ministros de Seguridad, los Ministros de Interior, los Jefes de Gabinete, los Intendentes, los Gobernadores y los Presidentes de la República. Y tal vez alguno más. Lamento decir que a esta altura, está probado que son todos parte de la misma joda.

Los demás somos todos inocentes. Inocentes y boludos que hace rato nos resignamos a aceptar lo inaceptable. Como viene la mano, sospecho que cada vez será peor. Aviso.

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