Los barcos de refugiados que Asia no quiere ver
Tailandia convoca una cumbre regional ante la llegada de emigrantes rohingya
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
Las del Mediterráneo no son las únicas aguas que inmigrantes desesperados intentan cruzar sea como sea para llegar a un destino mejor. Miles de buscadores de asilo, procedentes en su mayoría de Bangladés y Birmania, pueden encontrarse hacinados en barcos a la deriva en el sureste asiático en las condiciones más precarias, según organizaciones pro derechos humanos. Pero después de la llegada de centenares de ellos en los últimos dos días, en muchos casos enfermos y desnutridos, naciones como Indonesia aseguran que devolverán a altamar a quienes intenten entrar de manera ilegal en sus aguas.
La Organización Internacional para la Migración ha advertido este martes, por boca de su portavoz Leonard Doyle en Ginebra, que “pronosticamos que pueda desencadenarse una emergencia humanitaria”, informa Reuters.
Según los cálculos de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, cerca de 25.000 inmigrantes procedentes de Bangladés y Birmania se han embarcado en la bahía de Bengala en los primeros tres meses de 2015, más del doble que durante el mismo periodo del año pasado. Unos 300 han muerto en altamar, víctimas de los maltratos de los traficantes, de las duras condiciones del viaje o de las enfermedades. Muchos de estos inmigrantes pertenecen a la minoría birmana rohingya, de religión musulmana y compuesta por unos 1,3 millones de personas, en Birmania y Bangladés. El Gobierno en Naypyidaw les niega la ciudadanía, al considerarles inmigrantes ilegales bangladesíes aunque sus familias hayan vivido en Birmania —un país de mayoría budista— durante generaciones.
Considerados una de las minorías más perseguidas del mundo, en Birmania viven en condiciones miserables, sin derecho a poseer tierra, explotados y limitados en sus movimientos. En los últimos tres años se han multiplicado los ataques contra ellos, en los que han muerto 280 personas y han quedado desplazadas cerca de 140.000, según los cálculos de las organizaciones pro derechos humanos. Muchos habitan en campos en las afueras de Sittwe, la capital del estado birmano oriental de Rakhine.
El sueño de la gran mayoría es poder huir hacia la prosperidad de Malasia, un país también de religión musulmana. Según Arakan Project, una ONG que supervisa el flujo de inmigrantes rohingya en la bahía de Bengala desde hace más de una década, desde 2012 más de 100.000 rohingya han abandonado Birmania. La vía más habitual para conseguirlo hasta ahora era Tailandia.
Pero quienes llegaban a Tailandia, de camino hacia otros países, descubrían que su destino no había cambiado a mejor. Muchos quedaban retenidos por los traficantes en campos ocultos en las plantaciones de caucho de la jungla tailandesa, convertidos en rehenes —en condiciones que ACNUR tacha de “horrendas”— hasta que consiguieran reunir el dinero necesario para transportarles hasta Malasia.
Esa vía ha quedado ahora clausurada. La semana pasada se descubrieron en el sur de Tailandia fosas comunes llenas, aparentemente, de restos de estos inmigrantes, muertos por los maltratos de los traficantes de personas, de enfermedad o de malnutrición. El general Prayuth Chan Ocha, que se proclamó primer ministro hace un año tras un golpe de Estado, ha dado órdenes de desmantelar esos campos y actuar contra los traficantes. Como consecuencia, se ha cerrado ese camino y los barcos con refugiados a bordo ya no se atreven a fondear en aguas tailandesas.
Chris Lewa, directora de Arakan Project, asegura que se ha comunicado con un barco tailandés abandonado a su suerte y sin combustible con centenares de rohingya a bordo. Sus ocupantes declaran estar sin alimentos ni agua desde hace tres días.
El lunes, las autoridades malasias anunciaron que un millar de refugiados rohingya y de Bangladés habían tocado tierra en la isla de Langkawi, un enclave turístico cerca de Tailandia. El Gobierno de Indonesia puso a salvo a cerca de 600 solicitantes de asilo en Aceh, en la isla de Sumatra, el domingo. Otros 400 intentaron llegar el lunes.
El Gobierno tailandés ha convocado una cumbre regional el 29 de mayo para tratar sobre lo que ha calificado de un tráfico de inmigrantes “sin precedentes”. “Los países de origen, de tránsito y de destino deben colaborar para atajar este problema”, indicó el Ministerio de Exteriores en un comunicado, citado por la agencia AFP.
Trágica evidencia de trata en Tailandia
ANA SALVÁ, Bangkok
La aparición de una fosa común en la jungla del sur de Tailandia ha dejado al descubierto una red de campamentos a cargo de traficantes de personas. Los 26 cuerpos encontrados, más otros seis descubiertos en una zona cercana, se cree que son en su mayoría rohingya o bangladesíes que murieron de hambre o enfermedad a manos de las mafias a las que pagan para salir del país. Tras desatarse el escándalo, 256 rohingya han sido rescatados tras ser abandonados por sus traficantes por miedo a ser detenidos.
Para salvar sus vidas o poder alimentar a sus familias muchos miembros de esta minoría perseguida en Birmania pagan para ser traficados a Malasia a través de otros países del sudeste asiático, como Tailandia, para ellos un país de tránsito. “En Malasia hay una comunidad que les ayuda a pagar el dinero del rescate y encontrar un trabajo. La ley no les protege, pero no les arresta”, explica Chris Lewa, directora del Proyecto Arakan que monitorea los movimientos de los rohingya desde hace más de una década.
El descubrimiento de esta fosa común ha dejado en evidencia a Tailandia, que está bajo la presión de Estados Unidos y la Unión Europea para detener la trata de personas, tanto en tierra como en altamar, donde las condiciones en algunos barcos se han descrito como mano de obra esclava. La policía hasta la fecha ha detenido a un rohingya que creen que es la figura clave detrás de la red de tráfico humano encontrado en la selva. Se le acusa de trata de personas, detención ilegal y petición de rescate. Otros tres funcionarios tailandeses han sido detenidos con los mismos cargos.
La organización Human Rights Watch ha pedido una investigación con la participación de la ONU para determinar lo que ha sucedido en el lugar dada la supuesta participación de las autoridades. “En el pasado, cuando se ha acabado la atención de los medios, la situación de la trata en Tailandia ha vuelto a su práctica abusiva anterior. Veremos si esta última crisis es suficiente para cambiar la situación, pero tengo mis dudas”, expone el subdirector para Asia de HRW, Phil Robertson.
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
Las del Mediterráneo no son las únicas aguas que inmigrantes desesperados intentan cruzar sea como sea para llegar a un destino mejor. Miles de buscadores de asilo, procedentes en su mayoría de Bangladés y Birmania, pueden encontrarse hacinados en barcos a la deriva en el sureste asiático en las condiciones más precarias, según organizaciones pro derechos humanos. Pero después de la llegada de centenares de ellos en los últimos dos días, en muchos casos enfermos y desnutridos, naciones como Indonesia aseguran que devolverán a altamar a quienes intenten entrar de manera ilegal en sus aguas.
La Organización Internacional para la Migración ha advertido este martes, por boca de su portavoz Leonard Doyle en Ginebra, que “pronosticamos que pueda desencadenarse una emergencia humanitaria”, informa Reuters.
Según los cálculos de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, cerca de 25.000 inmigrantes procedentes de Bangladés y Birmania se han embarcado en la bahía de Bengala en los primeros tres meses de 2015, más del doble que durante el mismo periodo del año pasado. Unos 300 han muerto en altamar, víctimas de los maltratos de los traficantes, de las duras condiciones del viaje o de las enfermedades. Muchos de estos inmigrantes pertenecen a la minoría birmana rohingya, de religión musulmana y compuesta por unos 1,3 millones de personas, en Birmania y Bangladés. El Gobierno en Naypyidaw les niega la ciudadanía, al considerarles inmigrantes ilegales bangladesíes aunque sus familias hayan vivido en Birmania —un país de mayoría budista— durante generaciones.
Considerados una de las minorías más perseguidas del mundo, en Birmania viven en condiciones miserables, sin derecho a poseer tierra, explotados y limitados en sus movimientos. En los últimos tres años se han multiplicado los ataques contra ellos, en los que han muerto 280 personas y han quedado desplazadas cerca de 140.000, según los cálculos de las organizaciones pro derechos humanos. Muchos habitan en campos en las afueras de Sittwe, la capital del estado birmano oriental de Rakhine.
El sueño de la gran mayoría es poder huir hacia la prosperidad de Malasia, un país también de religión musulmana. Según Arakan Project, una ONG que supervisa el flujo de inmigrantes rohingya en la bahía de Bengala desde hace más de una década, desde 2012 más de 100.000 rohingya han abandonado Birmania. La vía más habitual para conseguirlo hasta ahora era Tailandia.
Pero quienes llegaban a Tailandia, de camino hacia otros países, descubrían que su destino no había cambiado a mejor. Muchos quedaban retenidos por los traficantes en campos ocultos en las plantaciones de caucho de la jungla tailandesa, convertidos en rehenes —en condiciones que ACNUR tacha de “horrendas”— hasta que consiguieran reunir el dinero necesario para transportarles hasta Malasia.
Esa vía ha quedado ahora clausurada. La semana pasada se descubrieron en el sur de Tailandia fosas comunes llenas, aparentemente, de restos de estos inmigrantes, muertos por los maltratos de los traficantes de personas, de enfermedad o de malnutrición. El general Prayuth Chan Ocha, que se proclamó primer ministro hace un año tras un golpe de Estado, ha dado órdenes de desmantelar esos campos y actuar contra los traficantes. Como consecuencia, se ha cerrado ese camino y los barcos con refugiados a bordo ya no se atreven a fondear en aguas tailandesas.
Chris Lewa, directora de Arakan Project, asegura que se ha comunicado con un barco tailandés abandonado a su suerte y sin combustible con centenares de rohingya a bordo. Sus ocupantes declaran estar sin alimentos ni agua desde hace tres días.
El lunes, las autoridades malasias anunciaron que un millar de refugiados rohingya y de Bangladés habían tocado tierra en la isla de Langkawi, un enclave turístico cerca de Tailandia. El Gobierno de Indonesia puso a salvo a cerca de 600 solicitantes de asilo en Aceh, en la isla de Sumatra, el domingo. Otros 400 intentaron llegar el lunes.
El Gobierno tailandés ha convocado una cumbre regional el 29 de mayo para tratar sobre lo que ha calificado de un tráfico de inmigrantes “sin precedentes”. “Los países de origen, de tránsito y de destino deben colaborar para atajar este problema”, indicó el Ministerio de Exteriores en un comunicado, citado por la agencia AFP.
Trágica evidencia de trata en Tailandia
ANA SALVÁ, Bangkok
La aparición de una fosa común en la jungla del sur de Tailandia ha dejado al descubierto una red de campamentos a cargo de traficantes de personas. Los 26 cuerpos encontrados, más otros seis descubiertos en una zona cercana, se cree que son en su mayoría rohingya o bangladesíes que murieron de hambre o enfermedad a manos de las mafias a las que pagan para salir del país. Tras desatarse el escándalo, 256 rohingya han sido rescatados tras ser abandonados por sus traficantes por miedo a ser detenidos.
Para salvar sus vidas o poder alimentar a sus familias muchos miembros de esta minoría perseguida en Birmania pagan para ser traficados a Malasia a través de otros países del sudeste asiático, como Tailandia, para ellos un país de tránsito. “En Malasia hay una comunidad que les ayuda a pagar el dinero del rescate y encontrar un trabajo. La ley no les protege, pero no les arresta”, explica Chris Lewa, directora del Proyecto Arakan que monitorea los movimientos de los rohingya desde hace más de una década.
El descubrimiento de esta fosa común ha dejado en evidencia a Tailandia, que está bajo la presión de Estados Unidos y la Unión Europea para detener la trata de personas, tanto en tierra como en altamar, donde las condiciones en algunos barcos se han descrito como mano de obra esclava. La policía hasta la fecha ha detenido a un rohingya que creen que es la figura clave detrás de la red de tráfico humano encontrado en la selva. Se le acusa de trata de personas, detención ilegal y petición de rescate. Otros tres funcionarios tailandeses han sido detenidos con los mismos cargos.
La organización Human Rights Watch ha pedido una investigación con la participación de la ONU para determinar lo que ha sucedido en el lugar dada la supuesta participación de las autoridades. “En el pasado, cuando se ha acabado la atención de los medios, la situación de la trata en Tailandia ha vuelto a su práctica abusiva anterior. Veremos si esta última crisis es suficiente para cambiar la situación, pero tengo mis dudas”, expone el subdirector para Asia de HRW, Phil Robertson.