La reforma educativa de Hollande desata las críticas contra su ministra

La enseñanza del islam provoca protestas mientras cinco sindicatos llaman a la huelga

Gabriela Cañas
París, El País
Las reformas de la educación nacional apasionan a los franceses. Y esta vez se ha convertido en la gran arma de la batalla política en la que se mezclan desde la defensa del latín y el griego hasta la controvertida enseñanza del Islam pasando por los conceptos de la historia de Francia. La joven ministra de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, marroquí y musulmana, es la diana preferida a la que a diario se lanzan decenas de flechas desde todos los frentes, incluido el suyo. El jefe de la oposición, Nicolas Sarkozy, la ha tachado de incompetente y cinco sindicatos que representan al 80 % de los docentes han convocado una huelga para el martes.

La tormenta política desatada contra la reforma educativa francesa es de tal virulencia que el martes pasado el rotativo Libération difundía en su portada una gran foto de la ministra, de 37 años, junto a un gran interrogante: “¿Y si tuviera razón?” El 11 de mayo, el expresidente Nicolas Sarkozy fue especialmente hiriente con ella: “En el combate desenfrenado por la mediocridad, Christian Taubira [ministra de Justicia] ha sido adelantada por Belkacem”. Su reforma, dice, ”puede ser irreversible para la República”.

Uno de sus más importantes lugartenientes en la UMP (Unión por un Movimiento Popular), Bruno Le Maire, ha recogido 250 firmas de parlamentarios contra la reforma. Acusa a Belkacem de tener la osadía de reformar la enseñanza a solo nueve meses de acceder al cargo y pese a su escasa experiencia política. Para el principal partido de la oposición, la reforma educativa y Belkacem se han convertido en la gran bandera para atacar al Gobierno.

La ministra recibe puñaladas incluso entre sus correligionarios socialistas. Son contrarios a la reforma el exprimer ministro de Hollande, Jean-Marc Ayrault (antes profesor de alemán), el exministro de Educación Jack Lang, e intelectuales como Jean-Pierre Le Goff, Pierre Nora y Alain Finkielkraut. La ministra les ha convertido en enemigos viscerales al tacharles de “pseudo-intelectuales”.

La enseñanza de los orígenes y la expansión del islam es uno de los motivos de polémica. Los detractores de Belkacem le acusan de minusvalorar al cristianismo y al judaísmo frente al culto musulmán, de obligar a los alumnos a estudiar el islam mientras se relega el cristianismo a una asignatura optativa. Es un síntoma más de la supuesta crisis de identidad que viven los franceses porque, de hecho, apenas hay cambios con respecto al sistema actual. El islam ya se enseña ahora en quinto (a los 12 años).

La única diferencia es que Belkacem propone ahora que el cristianismo medieval sea asignatura optativa, pero mantiene las asignaturas sobre el origen del cristianismo y el judaísmo. Todas las explicaciones han sido inútiles para algunos. Los socialistas han visto en la polémica buenas dosis de xenofobia.

Otra acusación a la ministra: ha eliminado la enseñanza del latín y el griego. Falso, pero todo vale en esta guerra. Lo cierto es que solo hay una propuesta de reducir las horas lectivas de estas lenguas muertas.

Las clases de alemán han sido otro escollo. Incluso ha originado un inédito conflicto diplomático con Berlín. La embajadora de Alemania en París, Suzanne Wasum-Rainer, hizo saber a Belkacem que el proyecto de eliminar las clases bilingües de alemán amenazaba con debilitar los acuerdos bilaterales. La ministra ha echado marcha atrás, lo que difícilmente revertirá la tendencia negativa en Francia hacia la lengua de Goethe, que elegían el 25 % de los alumnos hace 25 años frente al 15 % actual. El español, más sencillo, se abre paso en Francia como segunda lengua extranjera.

Pese a la enorme polémica levantada, la política educativa es la gran mimada por el presidente François Hollande. La única que no ha sufrido recortes. Por el contrario, su presupuesto ha crecido pese a la crisis. Este año cuenta con mil millones más que el precedente y continúa el fichaje de profesores para cumplir el programa electoral de Hollande de contratar a 60.000 nuevos docentes durante esta legislatura.

Trata así el Gobierno francés de revertir la tendencia a la baja de los resultados educativos. La espina dorsal de la igualdad de oportunidades, la escuela republicana y gratuita, se deteriora desde hace quince años con resultados mediocres (por debajo en ocasiones de la media de la OCDE) y, lo que es peor, agrandando las diferencias entre alumnos según su clase social.

La ministra Belkacem ha presentado esta reforma del primer ciclo de secundaria (para alumnos de entre 11 y 15 años) como la clave necesaria para elevar el nivel medio. Son“indispensables”, ha dicho el primer ministro, Manuel Valls, para que la escuela deje de reproducir las desigualdades. Para ello, se proyecta también formar clases menos numerosas, ampliar el seguimiento de los alumnos más atrasados y reducir clases consideradas elitistas (como las bilingües).

El proyecto está en periodo de consultas y la ministra ya ha acometido algunos cambios para reducir la tensión. Un buen puñado de intelectuales y algunos sindicatos apoyan la reforma. También una parte importante de los padres de alumnos. Pero hasta el final del periodo de consultas, el 11 de junio, la tormenta seguirá en primera línea contra un Gobierno que se percibe débil frente a sondeos y elecciones departamentales que lo dan por muerto.

Los cambios más significativos

Estudio del islam. No hay novedad. El Islam ya se estudia en quinto (a los doce años). Las protestas vienen dadas porque la materia del cristianismo medieval pasa a ser optativa. Pero los alumnos también aprenden los inicios del cristianismo desde el primer año de secundaria y la herencia cristiana está también en toda la escolaridad.

Clases bilingües en alemán. Con el ánimo de que los alumnos se inicien antes en al aprendizaje de las lenguas vivas extranjeras, el proyecto adelanta el estudio de un primer idioma (ya en clase preparatoria antes de secundaria) y también el del segundo idioma, que se empezará un año antes (a los doce años). A cambio, se eliminaban las clases bilingües del primer año de secundaria. Tras la protesta de Berlín, los que aprenden alemán podrán seguir optando a esa enseñanza bilingüe.

Menos latín y griego. El aprendizaje de ambas lenguas muertas, optativo, se reduce. Ahora se estudian en tres cursos (entre los 12 y los 14 años) y lo sigue el 20% de los alumnos. El latín y el griego se incluirán en un gran tema bajo el epígrafe ‘Lenguas y culturas de la antigüedad’. Para frenar las críticas, se amplía la enseñanza del francés con “los aportes del latín y el griego a la lengua francesa”.

Mayor autonomía de los colegios. Podrán organizar el 20% del tiempo escolar según su criterio a las nuevas modalidades de enseñanza. Para algunos, tal margen de maniobra rompe el sistema de escuela única implantada hace treinta años para reducir las desigualdades.

Clases interdisciplinarias. Los alumnos tendrán clases transversales complementarias en las que puedan participar varios profesores durante tres horas por semana. Se trata de fomentar el debate y abordar un mismo tema desde varios puntos de vista. Los epígrafes: desarrollo sostenible, ciudadanía, mundo económico y empresarial…

Seguimiento personalizado. Se extiende a todos los alumnos con tres horas semanales en el primer curso (once años) y una hora por semana en los siguientes.

Pequeños grupos. Se crean 4.000 nuevos puestos docentes para poder crear grupos más pequeños de alumnos.

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