El escándalo del espionaje amenaza la credibilidad de Merkel
Las escuchas restan popularidad a la canciller y dañan la relación con su socio de Gobierno
Luis Doncel
Berlín, El País
El escándalo de las escuchas ilegales estadounidenses crece hasta convertirse en una amenaza para Angela Merkel. Varias encuestas muestran el desgaste que sufre la canciller alemana por la sospecha de que mintió en 2013 cuando anunció un inexistente acuerdo de no espionaje entre EE UU y Alemania. Las revelaciones han dañado también la relación con sus socios de Gobierno socialdemócratas. El vicecanciller y líder del SPD, Sigmar Gabriel, reclamó ayer que el Parlamento acceda a los números de teléfono y correos electrónicos espiados. Merkel se opone.
“Solo puedo decir que todos en el Gobierno trabajamos de buena fe”, dijo Merkel la semana pasada. Respondía así a las pruebas de que ocultó la verdad en vísperas de las elecciones de 2013 en las que buscaba su tercer mandato como canciller.
La ciudadanía hervía entonces de indignación porque los servicios secretos estadounidenses no hubieran respetado ni siquiera el móvil de la máxima líder del país. Algo había que hacer. Merkel y su equipo más cercano anunciaron el acuerdo con Washington por el que los dos países renunciaban a espiarse. Un pacto que, según se ha sabido ahora, jamás estuvo en los planes del presidente Barack Obama. La referencia de Merkel a su “buena fe” recuerda la táctica de defensa que emplearon los antiguos ministros de Defensa y Educación cuando se supo que falsearon su currículum. Ambos dimitieron al poco tiempo.
El golpe es importante porque le llega allí donde Merkel siempre ha sido más fuerte: en su credibilidad. Un 33% de los consultados por la revista Der Spiegel consideran que la colaboración entre los servicios secretos de EE UU y de Alemania ha dañado su confianza en la canciller. Su popularidad sigue en niveles muy altos, pero también ha caído en los últimos días, al pasar del 75% al 70%. “Estamos ante uno de los mayores problemas para Merkel en sus diez años como canciller. El Gobierno confía en que este tema no interese demasiado al ciudadano medio. Pero si es así, ¿por qué ocultó la verdad antes de las elecciones de 2013?”, asegura Daniela Vates, corresponsal política del diario Berliner Zeitung.
Los socialdemócratas —que desde el inicio de la legislatura son incapaces de superar la intención de voto del 25%— han visto una oportunidad de atacar a Merkel y a su partido democristiano (CDU). Pese al deterioro de estas últimas semanas, mantiene un apoyo altísimo, en torno al 40%.
El primero en golpear fue Gabriel. El pasado lunes reveló que había preguntado a Merkel por las acusaciones de que Alemania había ayudado a EE UU a espiar empresas. “Le pregunté dos veces y las dos lo negó”, dijo el líder del SPD. “Si no fuera así, sería una pesada carga para la confianza”, añadió Gabriel. La lectura era evidente: si las revelaciones periodísticas continúan, el SPD no va a mostrar ninguna solidaridad hacia sus compañeros de Gobierno. Algunos analistas dijeron que ese día había empezado, con más de dos años de antelación, la campaña para las próximas elecciones.
Destacados líderes democristianos criticaron a Gabriel por traicionar la confianza al hacer públicas conversaciones privadas. Más tarde, la secretaria general del SPD, Yasmin Fahimi, dijo que la CDU habría mentido en las elecciones de 2013. Y Gabriel volvió ayer a la carga, al reclamar que el Bundestag (la Cámara Baja del Parlamento) acceda a los llamados selectores, es decir, los teléfonos, emails y otros datos que hayan sido espiados. “Si existiera la sospecha de que los servicios secretos de EE UU ayudaron a Alemania a espiar empresas estadounidenses, el Congreso de EE UU no tardaría ni un segundo en tener los documentos”, dijo el vicecanciller en una entrevista a la edición dominical del Bild. Estas palabras contradicen la posición de Merkel. “Es pronto para saber si se ha acabado la relación de confianza en el Gobierno. Pero sí está claro que Gabriel tiene que marcar un perfil político entre sus compañeros de partido si quiere ser candidato a canciller en 2017. Esto es solo un anticipo”, concluye Daniela Vates.
Luis Doncel
Berlín, El País
El escándalo de las escuchas ilegales estadounidenses crece hasta convertirse en una amenaza para Angela Merkel. Varias encuestas muestran el desgaste que sufre la canciller alemana por la sospecha de que mintió en 2013 cuando anunció un inexistente acuerdo de no espionaje entre EE UU y Alemania. Las revelaciones han dañado también la relación con sus socios de Gobierno socialdemócratas. El vicecanciller y líder del SPD, Sigmar Gabriel, reclamó ayer que el Parlamento acceda a los números de teléfono y correos electrónicos espiados. Merkel se opone.
“Solo puedo decir que todos en el Gobierno trabajamos de buena fe”, dijo Merkel la semana pasada. Respondía así a las pruebas de que ocultó la verdad en vísperas de las elecciones de 2013 en las que buscaba su tercer mandato como canciller.
La ciudadanía hervía entonces de indignación porque los servicios secretos estadounidenses no hubieran respetado ni siquiera el móvil de la máxima líder del país. Algo había que hacer. Merkel y su equipo más cercano anunciaron el acuerdo con Washington por el que los dos países renunciaban a espiarse. Un pacto que, según se ha sabido ahora, jamás estuvo en los planes del presidente Barack Obama. La referencia de Merkel a su “buena fe” recuerda la táctica de defensa que emplearon los antiguos ministros de Defensa y Educación cuando se supo que falsearon su currículum. Ambos dimitieron al poco tiempo.
El golpe es importante porque le llega allí donde Merkel siempre ha sido más fuerte: en su credibilidad. Un 33% de los consultados por la revista Der Spiegel consideran que la colaboración entre los servicios secretos de EE UU y de Alemania ha dañado su confianza en la canciller. Su popularidad sigue en niveles muy altos, pero también ha caído en los últimos días, al pasar del 75% al 70%. “Estamos ante uno de los mayores problemas para Merkel en sus diez años como canciller. El Gobierno confía en que este tema no interese demasiado al ciudadano medio. Pero si es así, ¿por qué ocultó la verdad antes de las elecciones de 2013?”, asegura Daniela Vates, corresponsal política del diario Berliner Zeitung.
Los socialdemócratas —que desde el inicio de la legislatura son incapaces de superar la intención de voto del 25%— han visto una oportunidad de atacar a Merkel y a su partido democristiano (CDU). Pese al deterioro de estas últimas semanas, mantiene un apoyo altísimo, en torno al 40%.
El primero en golpear fue Gabriel. El pasado lunes reveló que había preguntado a Merkel por las acusaciones de que Alemania había ayudado a EE UU a espiar empresas. “Le pregunté dos veces y las dos lo negó”, dijo el líder del SPD. “Si no fuera así, sería una pesada carga para la confianza”, añadió Gabriel. La lectura era evidente: si las revelaciones periodísticas continúan, el SPD no va a mostrar ninguna solidaridad hacia sus compañeros de Gobierno. Algunos analistas dijeron que ese día había empezado, con más de dos años de antelación, la campaña para las próximas elecciones.
Destacados líderes democristianos criticaron a Gabriel por traicionar la confianza al hacer públicas conversaciones privadas. Más tarde, la secretaria general del SPD, Yasmin Fahimi, dijo que la CDU habría mentido en las elecciones de 2013. Y Gabriel volvió ayer a la carga, al reclamar que el Bundestag (la Cámara Baja del Parlamento) acceda a los llamados selectores, es decir, los teléfonos, emails y otros datos que hayan sido espiados. “Si existiera la sospecha de que los servicios secretos de EE UU ayudaron a Alemania a espiar empresas estadounidenses, el Congreso de EE UU no tardaría ni un segundo en tener los documentos”, dijo el vicecanciller en una entrevista a la edición dominical del Bild. Estas palabras contradicen la posición de Merkel. “Es pronto para saber si se ha acabado la relación de confianza en el Gobierno. Pero sí está claro que Gabriel tiene que marcar un perfil político entre sus compañeros de partido si quiere ser candidato a canciller en 2017. Esto es solo un anticipo”, concluye Daniela Vates.