Cameron obtiene la mayoría absoluta en las elecciones británicas

Los ‘tories’ se enfrentan al reto de redefinir la identidad del país y su relación con la UE

Pablo Guimón
Londres, El País
La voluntad de completar el proyecto económico que en cinco años ha sacado al país de la recesión y ha logrado un crecimiento del PIB del 2,8% en 2014, sumada al temor a la alternativa de un Gobierno esclavo del nacionalismo escocés, llevó a los británicos a votar masivamente al Partido Conservador de David Cameron en las elecciones generales celebradas el jueves. Arropado por un holgada mayoría absoluta de 331 escaños (36,9% de los votos), que ninguna de las decenas de encuestas previas pudo anticipar y que supera las más optimistas expectativas de los propios ganadores, el primer ministro volvió a mediodía de este viernes al 10 de Downing Street para anunciar que volverá a formar Gobierno, esta vez en solitario.


Los 3,8 millones de votos que ha recibido el partido antieuropeo UKIP, aunque solo le han reportado un escaño, revelan el nada despreciable núcleo duro que se opone frontalmente a la permanencia del país en la UE, sean cuales fueran los términos del acuerdo. A ellos habría que sumar el número de electores, imposible de determinar, que habrían votado a los tories como única opción segura de obtener un referéndum, argumento que repitió Cameron en la recta final de la campaña y que pudo haber motivado cambios de intención de voto a última hora.

Reino Unido emprende, definitivamente, el reto de redefinir su identidad, en el mundo y dentro de sus propias fronteras. Nada se interpone ya en el camino hacia la celebración, antes del final de 2017, de un referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea. Así lo confirmó este viernes Cameron en su discurso, antes de anunciar sus planes para abordar la compleja realidad territorial que plantea el impresionante auge del nacionalismo escocés, el otro gran ganador de las elecciones.

“Debemos asegurarnos de volver a unir al país entero”, dijo el primer ministro, al volver de visitar a la reina. “Gobernaremos como el partido de una nación, un Reino Unido. Cumpliré mi palabra e implementaré lo más rápido posible la devolución de poderes a Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Los Gobiernos de estas naciones serán más poderosos y tendrán más responsabilidades. En Escocia, nuestros planes son crear el más fuerte Gobierno autónomo de todo el mundo. Y ningún acuerdo constitucional estaría completo si no garantizara, también, justicia a Inglaterra”.

El sorprendente resultado de las elecciones provocó la dimisión en cadena, en apenas tres horas de la mañana de este viernes y antes incluso de conocerse el recuento definitivo, de los tres líderes de los partidos perdedores.

Aquí termina la última batalla del hasta este viernes líder laborista, Ed Miliband, que comenzó la jornada electoral animado por el espejismo de unos últimos sondeos que le prometían un leve repunte que desharía el empate técnico en que creía encontrarse. El recuento, sin embargo, le deparaba una monumental derrota, por la que asumió “toda la responsabilidad”. Los laboristas se quedan con 232 escaños (30,4% de los votos), 48 menos que los que lograron en 2010, que les condenan al menor peso parlamentario que han tenido desde que Neil Kinnock perdió ante Margaret Thatcher en 1987. “Reino Unido necesita un Partido Laborista fuerte”, dijo segundos antes de anunciar su dimisión, “y es hora de que otra persona lo lidere”.

La derrota laborista palidece al lado de la magnitud del varapalo que recibió el Partido Liberal Demócrata, socio minoritario del saliente Gobierno de coalición. Una noche “cruel y castigadora”, en palabras de Nick Clegg, los dejó con solo ocho escaños, 49 menos que los que obtuvieron en 2010. Es este el precio extraordinario que pagan por formar parte de un Gobierno por primera vez en generaciones. “Es una noche triste, pero no permitiremos que los valores liberales decentes se extingan de la noche a la mañana”, declaró su líder, y todavía este viernes viceprimer ministro, antes de comunicar su dimisión.

El tercer gran perdedor se llama Nigel Farage, líder del partido antieuropeo UKIP, figura omnipresente en la política británica reciente, cuyas proclamas populistas llegaron a marcar en los últimos años el debate nacional y la agenda del propio Gobierno, temeroso del daño que al final no le infligió. Farage perdió ante los propios tories el escaño que disputaba y, cumpliendo su palabra, también dimitió.

Con un 12,6% de los votos, su partido tendrá en Westminster una testimonial presencia de un escaño, uno menos de los que ocupaba, castigado por un sistema electoral mayoritario que penaliza el voto disperso y que, incapaz de reflejar la realidad fragmentada, constituye el penúltimo gran perdedor de la jornada.

Para encontrar más sonrisas que las de los tories había que acudir al norte del Muro de Adriano, territorio ahora prácticamente hegemónico del Partido Nacionalista Escocés (SNP). Aquí las encuestas sí adivinaron la tendencia. Pero se quedaron cortas. Los nacionalistas ganaron en 56 de las 59 circunscripciones escocesas, dejando un solo diputado a cada uno de los tres grandes partidos nacionales.

“Sabíamos que lo íbamos a hacer bien, pero nunca habría soñado que conseguiríamos tantos escaños”, reconoció en la BBC Nicola Sturgeon, y confirmó que el resultado no constituye el “cambio significativo” que, como había prometido, haría falta para desencadenar la convocatoria de otra consulta sobre la independencia. “El resultado de las elecciones no va a provocar un nuevo referéndum”, insistió.

La noche acabó con algunas de las grandes figuras de la reciente política británica. Los liberaldemócratas perdieron a su viejo líder Charles Kennedy y a tres miembros del Gobierno de coalición: Vince Cable, Danny Alexander y Ed Davey. Cayó Ed Balls, portavoz de Economía laborista, que hasta este viernes acariciaba la posibilidad de convertirse en el próximo canciller del Exchequer.

El terremoto escocés barrió a Jim Murphy, que dirige el partido laborista al norte de la frontera desde el final del año pasado. Y perdió también Douglas Alexander, director de la campaña laborista y portavoz de Exteriores de la oposición, en su batalla contra la nacionalista de 20 años Mhairi Black, que se ha convertido en símbolo del cambio en Escocia.

Cameron anunció por la tarde los cuatro pilares de su Gobierno. Lo hizo por Twitter, mientras los elegidos desfilaban hacia el 10 de Downing Street. Libre ya de incómodos compromisos con socios de Gobierno, Cameron confirmó en sus puestos, en este orden, a George Osborne (Economía), Theresa May (Interior), Philip Hammond (Exteriores) y Michael Fallon (Defensa). El primero y la segunda —junto con el alcalde de Londres, Boris Johnson, que este viernes ganó también el escaño que disputaba— son los señalados por Cameron para sucederle cuando este renuncie a la reelección, como prometió, al terminar este su segundo mandato. Ya no esperan reemplazarlo antes, posibilidad que hasta este viernes permitían albergar todas las encuestas.

Las empresas responsables de estas, las últimas perdedoras de la jornada electoral, anunciaron la apertura de investigaciones internas para explicar lo ocurrido.

El peso de Europa

Para los académicos quedará la labor de estudiar el peso que tuvo en la inesperada mayoría absoluta de David Cameron la promesa de celebrar un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. Lo que ha quedado claro es que el primer ministro tiene el mandato de sus votantes de emprender una complicada negociación con Bruselas, para tratar de alcanzar unos nuevos términos que rediseñen la relación. Unos que satisfagan, por fin, a los británicos y les permitan mantener su influencia estratégica en el mundo.

Sobre los hombros de Philip Hammond y George Osborne, confirmados este viernes en los puestos que venían desempeñando, recaerá probablemente el peso de la negociación. El primero, ministro de Exteriores, es conocido por su euroescepticismo y por ser un duro negociador. El segundo, que seguirá en su puesto de canciller del Exchequer, es el artífice del “plan económico a largo plazo” que ha devuelto al país a la senda del crecimiento y cuya continuidad han decidido respaldar los británicos con sus votos.

Entre los dos, salvo nuevos nombramientos específicos, deberán traer de Bruselas un acuerdo aceptable para los británicos antes del final de 2017, fecha límite que se ha autoimpuesto el primer ministro para la celebración del referéndum.

El hecho de que el tema europeo, incómodo para todos menos para el UKIP y el SNP, haya estado más bien ausente en la campaña pone de relieve su potente efecto divisor. Según un estudio publicado por el laboratorio de ideas Open Europe, el 48% de los británicos votaría ahora por salir de la UE.

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