Bachelet diseña su nuevo gabinete en un completo hermetismo
Las incógnitas proliferan en Chile a la espera de que la presidenta desvele qué ministros siguen y cuáles caen en su intento de atenuar el impacto de los casos de corrupción
Rocío Montes
Santiago de Chile, El País
Desde el miércoles a las 21 horas, la política chilena se encuentra en espera. La presidenta socialista, Michelle Bachelet, anunció esa noche en un programa de Canal 13 de televisión que le había pedido la renuncia a todo su gabinete y que se daba un plazo de 72 horas para informar sobre los ministros que continuarán en su Gobierno. Pero el rompecabezas ha resultado de mayor complejidad que la esperada y la Jefa de Estado, en la soledad de su hogar, amplió su propio límite y el sábado informó que el lunes a las nueve hora local dará a conocer su nuevo equipo. Seguramente, como han señalado algunos cronistas políticos, los actuales ministros habrán sufrido las peores noches de sus vidas. Porque en medio de la crisis institucional más profunda de las últimas décadas, marcada por la explosión de casos de corrupción que han afectado a diferentes sectores, la presidenta se encuentra tomando decisiones en el más completo hermetismo.
El anuncio del nuevo Gobierno de Bachelet es cosa de horas y en Chile, este domingo, no abundan las certezas sino, por el contrario, incógnitas y rumores. La incertidumbre también alcanza los principales dirigentes de los partidos del conglomerado oficialista Nueva Mayoría, que desde el miércoles intentan influir en el nuevo mapa político chileno y manejan escasa información sobre las decisiones que la Jefa de Estado comparte con su cada vez más estrecho grupo de colaboradores.
Una de las principales interrogantes es la profundidad de los cambios que pretende ejecutar la presidenta a solo un año de haber asumido su segunda Administración (2014-2018), marcada por una ambiciosa agenda de reformas estructurales, pendientes desde el inicio de la democracia en 1990. Los nombres de los dirigentes que debutarán este lunes en Santiago serán cruciales para comprender el camino que planea Bachelet y si la Jefa de Estado confirmará la ejecución del programa de Gobierno que contó con un 62% del apoyo ciudadano o si, a la luz de los hechos, postergará algunas de las transformaciones. Desde la oposición y parte del oficialismo se le ha pedido que enmiende el rumbo, pero resultaría una sorpresa que Bachelet, en este cambio de equipo que sin duda involucra una refundación de su segundo mandato, pusiera en juego los cambios sustantivos que la hicieron a comienzos de 2013 regresar desde Nueva York para su segunda campaña.
A estas alturas parece un hecho probado que su ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, dejará el cargo en las próximas horas. Poco antes de la entrevista del miércoles concedida al popular animador popular animador chileno Mario Kreutzberger, Don Francisco, la Jefa de Estado habría notificado a quien había sido el hombre más cercano a ella en los últimos diez años. El nombre elegido por Bachelet es todavía un enigma y se espera con especial expectación, porque se trata de un cargo que siempre ha sido especialmente conflictivo para la socialista. Con los tres dirigentes de centroizquierda que estuvieron en Interior de su primera Administración (2006-2010), mantuvo una relación tirante. La historia no termina mejor con Peñailillo que, a diferencia de sus antecesores, contaba con la total confianza de la mandataria y hasta con su estima personal.
Parece evidente que con un cambio de esta magnitud en la principal cartera del gabinete, el equipo político de La Moneda también sufrirá modificaciones: el portavoz y la Secretaría General de la Presidencia, que lleva la agenda legislativa y las relaciones con el Congreso. En una regla no escrita, el Gobierno chileno ha procurado históricamente que, en estos tres cargos, haya representación de las principales fuerzas oficialistas, por lo que la salida de Peñailillo obligaría a la conformación de un nuevo triunvirato. El hecho que no está totalmente despejado y sólo se sabrá mañana, aunque los rumores de Santiago digan lo contrario, es si Bachelet tocará al equipo económico liderado por el ministro de Hacienda, el socialista Alberto Arenas. En los cinco gobiernos postdictatoriales, este cargo fue el más estable del gabinete: salvo en un caso –Eduardo Aninat a fines de la Administración de Eduardo Frei (1994-2000)– todos entraron y salieron con el Jefe de Estado. Junto con la regla del superávit estructural y la independencia del Banco Central, se trata de una de las razones para la credibilidad de la economía chilena.
De apostar por la salida de Arenas junto a la de Peñailillo, la socialista prescindiría de las dos personas que, incluso antes de que ella regresara a Chile después de su paso por ONU Mujeres, en 2012 fabricaron su programa de Gobierno y fueron los cerebros de su segunda campaña. Trabajaron en forma coordinada, pero al margen de los partidos, que desde entonces sufrían el fenómenos de la falta de legitimidad, a diferencia de lo que le ocurría a la propia Bachelet. La presidenta, en algunas horas, despejará si sigue teniendo la misma fuerza de antes para apostar por sus propias cartas.
Rocío Montes
Santiago de Chile, El País
Desde el miércoles a las 21 horas, la política chilena se encuentra en espera. La presidenta socialista, Michelle Bachelet, anunció esa noche en un programa de Canal 13 de televisión que le había pedido la renuncia a todo su gabinete y que se daba un plazo de 72 horas para informar sobre los ministros que continuarán en su Gobierno. Pero el rompecabezas ha resultado de mayor complejidad que la esperada y la Jefa de Estado, en la soledad de su hogar, amplió su propio límite y el sábado informó que el lunes a las nueve hora local dará a conocer su nuevo equipo. Seguramente, como han señalado algunos cronistas políticos, los actuales ministros habrán sufrido las peores noches de sus vidas. Porque en medio de la crisis institucional más profunda de las últimas décadas, marcada por la explosión de casos de corrupción que han afectado a diferentes sectores, la presidenta se encuentra tomando decisiones en el más completo hermetismo.
El anuncio del nuevo Gobierno de Bachelet es cosa de horas y en Chile, este domingo, no abundan las certezas sino, por el contrario, incógnitas y rumores. La incertidumbre también alcanza los principales dirigentes de los partidos del conglomerado oficialista Nueva Mayoría, que desde el miércoles intentan influir en el nuevo mapa político chileno y manejan escasa información sobre las decisiones que la Jefa de Estado comparte con su cada vez más estrecho grupo de colaboradores.
Una de las principales interrogantes es la profundidad de los cambios que pretende ejecutar la presidenta a solo un año de haber asumido su segunda Administración (2014-2018), marcada por una ambiciosa agenda de reformas estructurales, pendientes desde el inicio de la democracia en 1990. Los nombres de los dirigentes que debutarán este lunes en Santiago serán cruciales para comprender el camino que planea Bachelet y si la Jefa de Estado confirmará la ejecución del programa de Gobierno que contó con un 62% del apoyo ciudadano o si, a la luz de los hechos, postergará algunas de las transformaciones. Desde la oposición y parte del oficialismo se le ha pedido que enmiende el rumbo, pero resultaría una sorpresa que Bachelet, en este cambio de equipo que sin duda involucra una refundación de su segundo mandato, pusiera en juego los cambios sustantivos que la hicieron a comienzos de 2013 regresar desde Nueva York para su segunda campaña.
A estas alturas parece un hecho probado que su ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, dejará el cargo en las próximas horas. Poco antes de la entrevista del miércoles concedida al popular animador popular animador chileno Mario Kreutzberger, Don Francisco, la Jefa de Estado habría notificado a quien había sido el hombre más cercano a ella en los últimos diez años. El nombre elegido por Bachelet es todavía un enigma y se espera con especial expectación, porque se trata de un cargo que siempre ha sido especialmente conflictivo para la socialista. Con los tres dirigentes de centroizquierda que estuvieron en Interior de su primera Administración (2006-2010), mantuvo una relación tirante. La historia no termina mejor con Peñailillo que, a diferencia de sus antecesores, contaba con la total confianza de la mandataria y hasta con su estima personal.
Parece evidente que con un cambio de esta magnitud en la principal cartera del gabinete, el equipo político de La Moneda también sufrirá modificaciones: el portavoz y la Secretaría General de la Presidencia, que lleva la agenda legislativa y las relaciones con el Congreso. En una regla no escrita, el Gobierno chileno ha procurado históricamente que, en estos tres cargos, haya representación de las principales fuerzas oficialistas, por lo que la salida de Peñailillo obligaría a la conformación de un nuevo triunvirato. El hecho que no está totalmente despejado y sólo se sabrá mañana, aunque los rumores de Santiago digan lo contrario, es si Bachelet tocará al equipo económico liderado por el ministro de Hacienda, el socialista Alberto Arenas. En los cinco gobiernos postdictatoriales, este cargo fue el más estable del gabinete: salvo en un caso –Eduardo Aninat a fines de la Administración de Eduardo Frei (1994-2000)– todos entraron y salieron con el Jefe de Estado. Junto con la regla del superávit estructural y la independencia del Banco Central, se trata de una de las razones para la credibilidad de la economía chilena.
De apostar por la salida de Arenas junto a la de Peñailillo, la socialista prescindiría de las dos personas que, incluso antes de que ella regresara a Chile después de su paso por ONU Mujeres, en 2012 fabricaron su programa de Gobierno y fueron los cerebros de su segunda campaña. Trabajaron en forma coordinada, pero al margen de los partidos, que desde entonces sufrían el fenómenos de la falta de legitimidad, a diferencia de lo que le ocurría a la propia Bachelet. La presidenta, en algunas horas, despejará si sigue teniendo la misma fuerza de antes para apostar por sus propias cartas.