Ancelotti: “La Juventus es un club que yo nunca amaré”
Madrid, As
Contrato escrito a mano. “Luciano Moggi (director general de la Juventus) me llamó el día antes de mi viaje de tres días a Turquía para conocer el Fenerbahçe. ‘Antes de que te comprometas a nada, llámame. Quedamos a tu regreso’, me dijo. Pensé que quería preguntarme por algún futbolista. Tan pronto como eludí el marcaje del equipo turco, le llamé y tuvimos una reunión secreta. Seguí a un coche a la casa de Antonio Giraudo (administrador delegado), allí estaba también Moggi y Antonio Bettega (vicepresidente), La Tríada en carne y hueso. “¿Quieres dirigir a la Juve?”, me preguntaron. “¿No tenéis a Lippi? Es el mejor”, respondí. “No es feliz aquí y hemos pensado en ti”. En unas horas firmamos el contrato, que ellos escribieron a mano con bolígrafo en 23 líneas sobre un folio”.
Lío con los ultras. “En mi primera semana en Turín, conducía a la oficina y en medio de la Piazza Crimea había un obelisco donde alguien pintó con spray. “Un cerdo no puede entrenar”. Me esperaba Moggi con los hooligans de la Juve. “Tenéis que hacer las paces con Ancelotti”, les dijo. Jugué en los años ochenta con el Roma y nuestro rival era la Juve. Cuando milité en el Milán, nuestro enemigo principal fue la Juve. Luego entrené al Parma y nuestro rival por el Scudetto fue la Juve... Sólo me podían ver como un enemigo. Y punto. Es algo que no podía cambiar y que no cambió. La peineta que le hice a la Curva Scirea (la sección violenta de hinchas de la Juve en Delle Alpi) cuando entrenaba al Milán se la dediqué a ellos. Porque siempre era lo mismo. ‘Un cerdo no puede entrenar’. Una falta de respeto intolerable a los cerdos...”.
Desplazado por Zidane. “Zidane es el mejor futbolista que he entrenado, un ser sobrenatural, en sus habilidades y su humanidad. Pero cada vez que Giovanni Agnelli (por entonces dueño del club) venía al vestuario, decía hola a Del Piero y se iba directo a hablar con Zidane. Lo vi docenas de veces. Lo mismo Moggi. “¿Dónde está Zidane? Y Giraudo. “¿Dónde está Zidane?”. Empecé a sentirme solo, todos me ignoraban, iban sólo a ver a Zidane...”.
Carletto, a disgusto. “Nunca me gustó Turín. Demasiado glamourosa, un par de galaxias más allá de mi estilo de vida. Apartaos, niños pijos, llega el gordo con sus tortellini… La Juventus es un equipo que nunca amé y que probablemente nunca amaré. Fue un nuevo ecosistema para mí y nunca estuve cómodo. Sólo era una tuerca en la máquina. Las decisiones importantes la tomaba Umberto Agnelli aunque el que me más me gustaba era su hijo Andrea (actual presidente de la Juventus)”.
Renovación... y despido. “Un día Giovanni Agnelli me pidió una reunión. Me dio afecto y confianza. “No ganamos la Liga, pero hicimos una buena temporada. Eres una buena persona, Carlo. Y recuerda, eso es lo más importante en la vida”. Seguro. De hecho, al día siguiente me despidieron. Cuando tomaron la decisión de deshacerse de mí, no tuvieron el valor de decírmelo. Me enteré por los periodistas deportivos de Turín. “Eres hombre muerto, el próximo entrenador es Lippi”, me insistían. No me lo podía creer, me acababan de renovar... Justo después del 2-2 ante el Roma (la Juventus ganaba 2-0 y quedó segunda por ese partido), me llamó la oficina de Umberto Agnelli. Llegué a la cita y no malgastó las palabras: “Mi querido Ancelotti, el nuevo entrenador de la Juventus es Lippi”. Lo mío con la Juve fue una historia de amor que nunca empezó. Éramos demasiado diferentes. Yo era un chico de pueblo, ellos ejecutivos trajeados. Un reloj Swatch contra Rolex. Plástico contra oro...”.
Contrato escrito a mano. “Luciano Moggi (director general de la Juventus) me llamó el día antes de mi viaje de tres días a Turquía para conocer el Fenerbahçe. ‘Antes de que te comprometas a nada, llámame. Quedamos a tu regreso’, me dijo. Pensé que quería preguntarme por algún futbolista. Tan pronto como eludí el marcaje del equipo turco, le llamé y tuvimos una reunión secreta. Seguí a un coche a la casa de Antonio Giraudo (administrador delegado), allí estaba también Moggi y Antonio Bettega (vicepresidente), La Tríada en carne y hueso. “¿Quieres dirigir a la Juve?”, me preguntaron. “¿No tenéis a Lippi? Es el mejor”, respondí. “No es feliz aquí y hemos pensado en ti”. En unas horas firmamos el contrato, que ellos escribieron a mano con bolígrafo en 23 líneas sobre un folio”.
Lío con los ultras. “En mi primera semana en Turín, conducía a la oficina y en medio de la Piazza Crimea había un obelisco donde alguien pintó con spray. “Un cerdo no puede entrenar”. Me esperaba Moggi con los hooligans de la Juve. “Tenéis que hacer las paces con Ancelotti”, les dijo. Jugué en los años ochenta con el Roma y nuestro rival era la Juve. Cuando milité en el Milán, nuestro enemigo principal fue la Juve. Luego entrené al Parma y nuestro rival por el Scudetto fue la Juve... Sólo me podían ver como un enemigo. Y punto. Es algo que no podía cambiar y que no cambió. La peineta que le hice a la Curva Scirea (la sección violenta de hinchas de la Juve en Delle Alpi) cuando entrenaba al Milán se la dediqué a ellos. Porque siempre era lo mismo. ‘Un cerdo no puede entrenar’. Una falta de respeto intolerable a los cerdos...”.
Desplazado por Zidane. “Zidane es el mejor futbolista que he entrenado, un ser sobrenatural, en sus habilidades y su humanidad. Pero cada vez que Giovanni Agnelli (por entonces dueño del club) venía al vestuario, decía hola a Del Piero y se iba directo a hablar con Zidane. Lo vi docenas de veces. Lo mismo Moggi. “¿Dónde está Zidane? Y Giraudo. “¿Dónde está Zidane?”. Empecé a sentirme solo, todos me ignoraban, iban sólo a ver a Zidane...”.
Carletto, a disgusto. “Nunca me gustó Turín. Demasiado glamourosa, un par de galaxias más allá de mi estilo de vida. Apartaos, niños pijos, llega el gordo con sus tortellini… La Juventus es un equipo que nunca amé y que probablemente nunca amaré. Fue un nuevo ecosistema para mí y nunca estuve cómodo. Sólo era una tuerca en la máquina. Las decisiones importantes la tomaba Umberto Agnelli aunque el que me más me gustaba era su hijo Andrea (actual presidente de la Juventus)”.
Renovación... y despido. “Un día Giovanni Agnelli me pidió una reunión. Me dio afecto y confianza. “No ganamos la Liga, pero hicimos una buena temporada. Eres una buena persona, Carlo. Y recuerda, eso es lo más importante en la vida”. Seguro. De hecho, al día siguiente me despidieron. Cuando tomaron la decisión de deshacerse de mí, no tuvieron el valor de decírmelo. Me enteré por los periodistas deportivos de Turín. “Eres hombre muerto, el próximo entrenador es Lippi”, me insistían. No me lo podía creer, me acababan de renovar... Justo después del 2-2 ante el Roma (la Juventus ganaba 2-0 y quedó segunda por ese partido), me llamó la oficina de Umberto Agnelli. Llegué a la cita y no malgastó las palabras: “Mi querido Ancelotti, el nuevo entrenador de la Juventus es Lippi”. Lo mío con la Juve fue una historia de amor que nunca empezó. Éramos demasiado diferentes. Yo era un chico de pueblo, ellos ejecutivos trajeados. Un reloj Swatch contra Rolex. Plástico contra oro...”.