Alves facilita la Liga al Barça
Madrid, As
Al Real Madrid sólo le faltó ser atacado por un dragón y abatido por un rayo. Es difícil recordar un infortunio tan repetido y tan concentrado. El equipo se fue al descanso sin goles después de rematar tres veces a los palos, tres. Añadan la lesión de Kroos e incluyan el penalti fallado por Cristiano Ronaldo en el último segundo de la primera mitad. Me dirán que la suerte nada tuvo que ver en su error y les responderé que tienen razón, que la desdicha siempre encuentra aliados. Diego Alves ya ha parado 16 de los 37 penaltis que le han lanzado, un 43%.
Al Madrid se le cayó la casa encima. A veces ocurre. Y para que suceda no es necesario saltar sobre el tejado. De pronto, el techo se viene abajo, vaya usted a saber por qué: movimientos sísmicos, pensamientos negativos o simplemente un gorrión. Desde la perspectiva del Valencia la sensación debió ser exactamente la contraria. Algo le empujaba sin hacer nada distinto a otras tardes. En ocasiones (pocas) todo sale bien y el viento nos infla la camisa; la lástima, en tales situaciones, es no tener un casino cerca.
La enumeración de los acontecimientos es suficientemente descriptiva. A los 13 minutos (nótese el número fatídico), Bale mandó el balón ala escuadra. Alos 18, Cristiano estrelló un cabezazo contra el larguero. Pocos segundos después, marcó Alcácer.
Así era la música y así prosiguió el partido. Cristiano pudo empatar de chilena (su tiro tropezó en Mustafi), Kroos se rompió y Javi Fuego aprovechó la confusión madridista para anotar el segundo tanto; aturdidos por la lesión del alemán, nadie defendió el balón que Parejo puso en el área. Para colmo de males, un sector del estadio (el de siempre) comenzó a silbar a Casillas.
El coraje de Chicharito (otra muesca en el palo) sostuvo la esperanza y el penalti de Gayà a Bale se entendió como un giro del destino. Pero se entendió mal. Cristiano fue víctima de su paradiña y tras el amago se quedó cara a cara con Diego Alves, el parapenaltis, el hombre que ha convertido la pena máxima en pena mínima. Pensar es lo menos recomendable a once metros de la portería.
El Madrid que surgió del túnel lo intentó todo, consciente de lo que perdía. Pepe acortó distancias cuando faltaban 35 minutos para el final, tiempo bastante contra cualquier equipo. El problema, para el Bernabéu, fue que el Valencia no es cualquier equipo. Ni Alves cualquier portero. A quince de la conclusión, el brasileño sacó un cabezazo de Sergio Ramos que ya se cantaba como gol.
En el último tramo, el Valencia estuvo tan cerca de marcar como su voluntarioso adversario. Sin embargo, empató Isco. Lo hizo por pura determinación, por puro talento. Su derechazo multiplicó la angustia en los últimos siete minutos, cinco más con el añadido. El asedio no acabó en gol del Madrid. El último remate, anulado por falta de Pepe, tocó en Alves antes de tropezar en el larguero y en el palo. No era el día, no era la noche y ya no será la Liga.