El Bayern arrasa en el Allianz


Munich, As
Fue una avalancha. Un huracán de fútbol. Lo que el Bayern hizo en solo una parte con el Oporto para remontarle la eliminatoria está al alcance de muy pocos equipos en la historia. Exhibiciones como la suya o la de Alemania a Brasil en el pasado Mundial tienen un hueco para siempre entre los aficionados. La forma en la que el equipo de Guardiola superó al de Lopetegui ridiculizó a un rival que le había ganado, que le había superado bien, en la ida.


Pero el Bayern es una máquina. Una máquina que cuando funciona a pleno rendimiento no hay forma de detener. Tampoco para el Oporto, que pagó la novatada y no pudo reponerse a las duras ausencias de Danilo y Alex Sandro ni al constante aluvión de errores a los que le forzó el conjunto de Guardiola. Estaba cuestionado, herido, vigilado por la polémica con los médicos tras la derrota en la ida, pero el técnico respondió como mejor sabe: haciendo jugar de maravilla al fútbol.

Para ello tejió una red que atrapó constantemente a los portugueses. Cada vez que había una pérdida, sus jugadores se lanzaban a recuperar la pelota como un incansable ejército de soldados rojos, solidarios desde el primer defensa al último delantero. Ya con ella, comenzaba el festival de pases cortos, cada vez más cerca del área contraria, cada vez más encima de la portería rival. Un auténtico aplastamiento. Una devastación en toda regla. La defensa del Oporto, con cuatro centrales en cada una de las posiciones, hizo aguas sin remedio. La explosión de fútbol, con y sin balón, acabó por abatirle.

Ya avisó Lewandowski con un remate al palo antes de la imparable lluvia de goles. Bernat, un cuchillo por la izquierda todo el partido, encontró a Thiago para encender la mecha, poco después Boateng empató la eliminatoria en un córner y, casi sin tiempo para pestañear, Lewandowski firmó el gol de la noche, el que ponía al Bayern en semifinales antes de la media hora. Todo esto en 13 minutos y con tres goles de cabeza, como aquel que marea con los pies pero hipnotiza conla mirada. Los bávaros, en otra cualidad propia de su escudo y de su historia, mantuvieron la intensidad hasta destrozar impunemente a un Oporto desangrado con otros dos goles de Müller y Lewandowski antes del descanso.

Ni Lopetegui daba crédito a lo que estaba pasando ni sus jugadores sabían cómo detener semejante martirio. No había solución, en realidad. Casemiro, Herrera y Óliver se vieron superados por el excelso centro del campo muniqués, liderado por un Thiago que juega partidos de esta exigencia al mismo nivel que si no hubiera estado año y medio lesionado. A ellos les ayudaban Lewandowski y Müller desde arriba y algún central incorporándose desde atrás. El cerrojo de pasillos interiores del partido de ida lo solucionó Guardiola con una sesión de puertas abiertas en este.

La adrenalina duró lo que quiso el Bayern con su ritmo. De hecho, después de la tempestad llega la calma y ocurrió igual en el Allianz. Badstuber pudo marcar en un córner, pero el que debía mancillar el honor era el Oporto y así fue. La entrada de dos centrocampistas natos como Rúben Neves y Evandro por dos extremos como Quaresma y Brahimi dio mucho más empaque al equipo y poco a poco –ya tarde- comenzó a funcionar como sabe, liberado también de la camisa de fuerza del primer tiempo. Jackson marcó y bien pudo hacer un segundo que hubiera alterado la tensión de una afición rendida al Bayern, como demostró tras el gol de Xabi Alonso que cerró el escarnio. Fue el Bayern de las grandes noches, el de distintas épocas, el que con Guardiola vive agitado pero también consciente de que con su fútbol puede reventar a cualquiera por bueno que sea, como el Oporto.

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