Detenido uno de los responsables de la matanza de 72 inmigrantes en México
La masacre perpetrada por Los Zetas se produjo en Tamaulipas en agosto de 2010
Juan Diego Quesada
México, El País
La policía mexicana ha detenido a uno de los responsables de la matanza de 72 inmigrantes en un rancho de San Fernando, en el Estado norteño de Tamaulipas, donde fueron ejecutados en agosto de 2010 a sangre fría por Los Zetas, una organización criminal con entrenamiento militar que hace negocio secuestrando a centroamericanos que pretenden llegar a Estados Unidos. José Guadalupe Reyes Rivera, uno de ellos y por quien las autoridades ofrecían una recompensa de 300.000 dólares, fue localizado en un taller mecánico de Ciudad Victoria, la capital del Estado.
La captura de Reyes Rivera es una pieza más que completa el puzle de lo que ocurrió en aquel caserío remoto. Un superviviente de aquella masacre, un ecuatoriano gravemente herido, guió a las autoridades hasta el rancho. Allí encontraron una imagen terrorífica: hileras de cadáveres de hombres y mujeres, atados de pies y manos, rematados con un tiro de gracia. El hombre que se salvó de una muerte segura relató que los interceptaron en el camino unos sicarios que se identificaron como miembros de Los Zetas.
El crimen organizado que durante años vivió de la droga descubrió, por esas fechas, que los migrantes son un lucrativo negocio. Hondureños, salvadoreños, en definitiva presas fáciles que llevan consigo el dinero que han estado ahorrando para empezar una nueva vida en alguna ciudad de Estados Unidos. Los policías, lejos de ayudarles, a menudo son quienes facilitan los secuestros y las extorsiones. En el vasto territorio mexicano, a veces el Estado resulta un ente difuso y lejano que no puede garantizar la seguridad.
Los Zetas, esa noche calurosa de agosto, detuvieron el autobús en el que viajaba este grupo de centroamericanos —también había brasileños y ecuatorianos— y les obligaron a darle todo lo que llevaban encima. Los pistoleros de la organización, que en esa época libraba una cruda batalla con el cartel de Sinaloa, también les pidieron que se unieran a su lucha. Ante la negativa de los migrantes, que solo querían alcanzar su destino sanos y salvos, Los Zetas ejecutaron una de las peores matanzas de las que se tienen constancia.
Con la detención de Reyes Rivera, alias El Sasi, un hombre con abundante pelo y una perilla en forma de candado que ha sido retratado con los ojos cerrados en su foto de la ficha policial, son ya 90 los detenidos por este caso. En junio de 2011 cayó un tal El Wache y, más tarde, en San Luis Potosí, fue detenido Arturo Benítez Ramírez. Las autoridades creen que son dos de los principales instigadores del asesinato múltiple.
El lugar donde se produjo la matanza, Tamaulipas, sigue siendo cinco años después una de las entidades más violentas del país. Los Zetas y el cártel del Golfo, antiguos socios y ahora encarnizados enemigos, batallan por el control de la frontera con Estados Unidos, una mina de oro que garantiza el trasiego de drogas al mercado con mayor número de consumidores del mundo. A diario se producen asesinatos, explosiones, tiroteos callejeros y retenes de hombres armados en las carreteras. Quien quiera cruzar por allí, sabe que se está jugando la vida.
Juan Diego Quesada
México, El País
La policía mexicana ha detenido a uno de los responsables de la matanza de 72 inmigrantes en un rancho de San Fernando, en el Estado norteño de Tamaulipas, donde fueron ejecutados en agosto de 2010 a sangre fría por Los Zetas, una organización criminal con entrenamiento militar que hace negocio secuestrando a centroamericanos que pretenden llegar a Estados Unidos. José Guadalupe Reyes Rivera, uno de ellos y por quien las autoridades ofrecían una recompensa de 300.000 dólares, fue localizado en un taller mecánico de Ciudad Victoria, la capital del Estado.
La captura de Reyes Rivera es una pieza más que completa el puzle de lo que ocurrió en aquel caserío remoto. Un superviviente de aquella masacre, un ecuatoriano gravemente herido, guió a las autoridades hasta el rancho. Allí encontraron una imagen terrorífica: hileras de cadáveres de hombres y mujeres, atados de pies y manos, rematados con un tiro de gracia. El hombre que se salvó de una muerte segura relató que los interceptaron en el camino unos sicarios que se identificaron como miembros de Los Zetas.
El crimen organizado que durante años vivió de la droga descubrió, por esas fechas, que los migrantes son un lucrativo negocio. Hondureños, salvadoreños, en definitiva presas fáciles que llevan consigo el dinero que han estado ahorrando para empezar una nueva vida en alguna ciudad de Estados Unidos. Los policías, lejos de ayudarles, a menudo son quienes facilitan los secuestros y las extorsiones. En el vasto territorio mexicano, a veces el Estado resulta un ente difuso y lejano que no puede garantizar la seguridad.
Los Zetas, esa noche calurosa de agosto, detuvieron el autobús en el que viajaba este grupo de centroamericanos —también había brasileños y ecuatorianos— y les obligaron a darle todo lo que llevaban encima. Los pistoleros de la organización, que en esa época libraba una cruda batalla con el cartel de Sinaloa, también les pidieron que se unieran a su lucha. Ante la negativa de los migrantes, que solo querían alcanzar su destino sanos y salvos, Los Zetas ejecutaron una de las peores matanzas de las que se tienen constancia.
Con la detención de Reyes Rivera, alias El Sasi, un hombre con abundante pelo y una perilla en forma de candado que ha sido retratado con los ojos cerrados en su foto de la ficha policial, son ya 90 los detenidos por este caso. En junio de 2011 cayó un tal El Wache y, más tarde, en San Luis Potosí, fue detenido Arturo Benítez Ramírez. Las autoridades creen que son dos de los principales instigadores del asesinato múltiple.
El lugar donde se produjo la matanza, Tamaulipas, sigue siendo cinco años después una de las entidades más violentas del país. Los Zetas y el cártel del Golfo, antiguos socios y ahora encarnizados enemigos, batallan por el control de la frontera con Estados Unidos, una mina de oro que garantiza el trasiego de drogas al mercado con mayor número de consumidores del mundo. A diario se producen asesinatos, explosiones, tiroteos callejeros y retenes de hombres armados en las carreteras. Quien quiera cruzar por allí, sabe que se está jugando la vida.