Celta - Real Madrid (2-4): Chicharito sí cree en la Liga


Vigo, As
El sueño de todo espectador coincide exactamente con la pesadilla de cualquier técnico: un choque de ida y vuelta, sin transiciones, sin control, ingobernable, repleto de oportunidades. Así fue gran parte del partido, especialmente la primera mitad. Quienes tuitearon un mensaje para celebrar o lamentar un gol se perdieron el siguiente. El partido fabricaba ocasiones en menos de 140 caracteres. A los dos minutos, el Celta ya había dado un par de sustos; en el octavo marcó Nolito. Desde entonces y hasta el cuarto tanto, los goles se encadenaron en intervalos que no alcanzaban los diez minutos. El quinto, algo perezoso, tardó trece más.


No es fácil encontrar una justificación a tanto desenfreno. La explicación más razonable nos indica que Balaídos es un campo que se ensancha y alarga a voluntad, hasta el punto de que se fusiona con otras praderas adyacentes, y en Galicia hay unas cuantas. Sólo así se entiende que cada futbolista que superaba una marca encontrara después una campiña por delante, libre de presencia humana. En Balaídos cada contragolpe es una excursión a otra provincia.

Volvamos a Nolito. Su gol descubrió la laxitud de la defensa madridista, Casillas incluido. Por fortuna para los elementos más distendidos, no hubo tiempo de hurgar en la herida. Siete minutos después empató Kroos, que remató un balón perdido tras una internada de Cristiano. Y casi en la jugada siguiente, marcó Chicharito. La jugada fue una muestra de las magníficas relaciones entre México y Colombia. Chicharito y James combinaron hasta que el delantero se plantó ante el portero y lo batió por bajo, como si fuera fácil.

El Celta no pareció muy afectado: Santi Mina logró la igualada cuatro minutos más tarde. El pase de Orellana incluía instrucciones y la espalda de Marcelo iluminaba el pasillo. La fortuna hizo el resto: poste y rebote a sus pies. Cristiano también probó el palo antes de que James desequilibrara de nuevo el marcador. La suerte volvió a ser decisiva: el colombiano chutó y el balón se desvió letalmente al tocar en Fontás.

El descanso nunca recibió un nombre más adecuado. De vuelta del vestuario, no costó descifrar los discursos de los entrenadores. Ancelotti pidió prudencia y Berizzo exigió valentía. El resultado es que el Celta apretó como nunca (añadan un posible penalti a Orellana) y su rival sudó negra y espesa tinta de calamar (estupendos los de la Ría).

El Madrid sólo respiró cuando salió a conocer mundo. Fue entonces cuando resurgió Chicharito. Sergio Ramos le lanzó un pase extraordinario y el mexicano controló el balón con una elegancia inesperada (¿no era sólo un oportunista, un delantero de área?). Después de ese gesto, el gol fue casi lo de menos, aunque sirviera para sentenciar el duelo.

Lo que quedó fue un enorme esfuerzo del Celta por mantener su dignidad intacta (misión cumplida) y un trabajo no menor del Madrid por salvar la victoria y continuar en la pelea por la Liga.

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