Al Barcelona se le hace larga la Liga

Tomó una clara ventaja en la primera mitad con goles de Messi y Neymar, pero Banega, antes del descanso, y Gameiro, en el 83', premiaron a un Sevilla incansable. Partido grande y nefasto Suárez.


Sevilla, As
La metáfora de que la Liga se le va a hacer larga al Barça se escenificó en el Sánchez Pîzjuán donde el Barcelona se dejó dos puntos en un partidazo de tomo y lomo ante un Sevilla que supo rehacerse de la grandiosa salida del equipo barcelonista. El empate a dos es un resultado justo que penaliza los errores en el lado blaugrana -ante la portería y en la banda- y premia la fe y el coraje de un Sevilla que supo regresar a un partido que tenía perdido y que pudo ganar perfectamente.


Se había molestado Luis Enrique en la previa del partido por unas palabras de Suárez en las que el uruguayo insinuaba que las decisiones en el campo las tomaban los jugadores. Replicó el asturiano diciendo que “sólo lo deciden ellos cuando ganamos, cuando perdemos, la responsabilidad es mía”. Ayer se demostró que, por lo menos, cuando empatan, la cuota de culpabilidad se reparte.

Tras un partido espectacular en la primera parte que parecía que iba a darle al Barcelona los tres puntos más importantes de lo que se lleva de Liga, errores puntuales de los jugadores (Bravo y Piqué, pero por encima de todos un Suárez nefasto) y de un entrenador que cuando movió el banquillo desnortó a su equipo retirando a Neymar que era una pesadilla para el rival, acabaron por dilapidar la ventaja inicial de los catalanes.

La puesta en escena del Barcelona fue descomunal. Evitó la temida salida en tromba del Sevilla a base del estilo de juego que le dio la gloria y que tanto ha economizado en este curso. A base de combinaciones cortas, posesiones largas, de una presión impresionante arriba que le permitía recuperar la pelota en cuanto la perdía y de un Messi omnipresente apoyado a la perfección por un Neymar imparable en el uno contra uno, el Barça de Luis Enrique intimidó al Sevilla.

La pelota era del equipo blaugrana, que vestía de carmesí en un magnífico eslógan para odiar al fútbol moderno. Era el dueño de la situación y Messi lo certificó con otra rosquita de esas que alojan la pelota en la red del contrario con la suavidad del que deposita un bebé en la cuna. Con el Sevilla groggy, el Barcelona amplió la diferencia gracias a un disparo majestuoso de Neymar que convirtió en gol una falta a Suárez en el vértice del área del equipo local. El uruguayo era todo intención en la primera parte pero la música iba demasiado rápida para sus pies. Arrancó la falta que valió el segundo gol con las mismas prisas que un minuto después perdonó lo que podía ser el 0-3 tras una nueva pared con el brasileño. Fue el primero de una serie de fallos que hubieran puesto a Alexis Sánchez, por poner un ejemplo, de patitas en el mercado.

Ese fallo de Suárez permitió al Sevilla tomar aire e irse a ver a Bravo, al que no había vislumbrado en media hora de partido. Eso desembocó en un partido descontrolado en el que el conjunto local pudo sacar provecho gracias a un disparo lejano de Banega que Bravo trató de despejar con los puños, que no ofrecieron superficie suficiente de contacto para desviar el balón. El partido volvía a comenzar y el Sevilla no parecía dispuesto a cometer los mismos errores que de salida.

La segunda parte fue otra cosa. El Sevilla enseñó las uñas y el Barcelona se aferró a Piqué para seguir a flote. El partido del central catalán fue majestuoso, pero se vio empañado por el error que propició el empate de Gameiro. El delantero sevillista fue todo lo contrario de Suárez, que falló tres balones de gol clarísimos.

Acabó sufriendo el Barcelona que si bien dio una magnífica imagen durante gran parte del partido, se quedó a medias y comprobó en 90 minutos, como de largas pueden ser las sietes jornadas que restan por jugar.

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