Punto agridulce del Atleti: poco para Liga, bien para Champions
Para quien hubiese comprado el discurso público de Simeone (“nuestra Liga es con el Valencia y el Sevilla”), el empate del Sánchez-Pizjuán será un buen resultado. Los del Cholo mantienen el tercer puesto con un punto de ventaja sobre los che, que visitan el Manzanares el domingo que viene, y disfrutan de una brecha de ocho puntos sobre el Sevilla (quinto), cómodamente instalados en zona Champions. Pero si usted es de los que considera, con razón, que un campeón debe defender su corona hasta el límite, el punto se queda corto, desaprovechando la ocasión de recortar puntos al líder. El Atleti volvió a dar una pobre imagen: escasa ambición durante más de una hora, incapacidad para tener la pelota y tremendos problemas para salir de su campo si el rival le presiona. El bache continúa.
El Sevilla tendrá menos dudas a la hora de evaluar el resultado: malo se mire cómo se mire. Porque mereció ganar y no lo logró, porque la Champions se aleja a gran velocidad. Mientras Simeone salió a verlas venir, aguantar 70 minutos y luego Dios dirá, Emery buscó siempre el triunfo, con Banega (excelente) dirigiendo las operaciones e Iborra moviéndose con libertad y peligro por detrás de Bacca.
El Atleti intentó tapar sus boquetes de confianza con cemento tosco: tres mediocentros y Raúl García en un extravagante centro del campo que condenaba a Gabi a lucir su mal momento en la banda derecha. Un suplicio. Con Mandzukic y Torres observando desde el banquillo, Arda y Griezmann se disfrazaban de delanteros en el exilio. La pelota les parecía del tamaño de una de tenis, siempre lejos: en campo propio o muchos metros por encima de sus cabezas. Alejados del balón por sistema, los dos mejores jugadores del Atleti fueron una anécdota.
Moyá frustró los tres primeros avisos del Sevilla, dos disparos lejanos de Bacca y un mal despeje de Tiago, antes de que Iborra, tras un fantástico pase de Banega, estrellase contra el poste buena parte de las esperanzas locales. Era el minuto 27 y los de Emery nunca volverían a estar tan cerca del gol. No es que el Atleti mejorase mucho, pero poco a poco su defensa se fue entonando. Godín básicamente, pues Miranda sigue braceando como un niño con manguitos en una piscina.
Sin alardes, el campeón llegó vivo al descanso y, tras un cabezazo de Iborra detenido por Moyá, dio a Simeone la oportunidad de mostrar su plan B: Torres y el muy añorado Koke al campo en lugar de Arda y Gabi. El Niño despertó al Atleti nada más salir, con una galopada de otro tiempo que cerró con un pase algo retrasado a Griezmann, que no pudo ajustarse. Casi de inmediato, se invirtieron los papeles: está vez fue el francés quien no pasó con precisión y el Niño el que remató blando. El Atleti existía. Había dudas.
Emery respondió con cambios valientes: quitó a Coke y Arribas para meter a Reyes y Mbia, recolocando a Aleix Vidal de lateral y a Krychowiak de central, para oponer algo más de resistencia a Torres. La incomodidad como defensa del polaco quedó retratada en el 83’, cuando perdió un balón tonto en mediocampo ante la presión de Torres, quien, tras dos buenos recortes, cruzó demasiado.
Las ocasiones del final maquillaron un mal partido del Atleti, que además pierde a Griezmann ante el Valencia: el francés vio la quinta amarilla por una durísima entrada a Aleix Vidal que bien pudo ser roja. Un punto, en fin, que sólo hace felices a los atléticos que nunca creyeron en otro milagro. Los soñadores y el Sevilla no dormirán del todo bien. Con la Liga pendiente de un hilo y la Champions cuesta arriba, Simeone tiene trabajo: su equipo ha perdido la intensidad y la fe. Tiene dos semanas para recuperarlas.