La tragedia de una familia destrozada por los carteles de la droga mexicanos
Javier Taeño | Gaceta trotamundos
Su nombre ya es uno más en una larga lista que desgraciadamente no deja de crecer. La de las víctimas del narcotráfico en Guerrero (México), un estado situado al suroeste del país, en el que los carteles de la droga han encontrado un lugar para operar y ejercen la violencia con una crueldad difícil de creer.
Ella se llamaba Aidé Nava González, tenía 41 años, dos hijos y era candidata a la alcaldía de un pequeño pueblo en las montañas llamado Ahuacuotzingo, pero no podrá presentarse a los comicios que se celebran en junio en el país porque ha sido brutalmente asesinada, en una demostración de que hacer política en Guerrero y enfrentarse a los narcos supone arriesgar la vida hasta extremos insospechados.
Había sido torturada y aún viva la habían cortado el cuello. Su cabeza, decapitada, estaba tirada en una pista de tierra, junto a ella el resto del cuerpo, acompañado por una advertencia escrita en letras rojas: “Esto le va a pasar a todos los putos chaqueteros y putos políticos que no se quieran alinear”.
Probablemente todo el pueblo recordó que hace apenas 9 meses, el 28 de junio de 2014, Francisco Quiñónez Ramírez, alcalde de Ahuacuotzingo, un hombre con un enorme compromiso social y muy querido por sus vecinos, sufrió una emboscada a manos de los sicarios y fue asesinado a balazos en presencia de una persona. Era su mujer, Aidé Nava, que decidió continuar el legado de su marido y luchar por crear una nueva realidad en el estado de Guerrero.
No era la única tragedia que le había ocurrido al matrimonio. Algunos años antes, en el 2012, su hijo adolescente había sido secuestrado y se les pidió un rescate de unos 16.000 euros. Hoy sigue siendo uno de los 23.000 casos de desaparecidos en México y con sus padres muertos parece difícil que alguien pueda pagar por él, aunque tampoco se descarta que haya sido asesinado.
Y finalmente está Vanesa, la hija mayor, que ha perdido en apenas 3 años a su familia más cercana. Durante el entierro de su madre pidió que su lucha no quedara en el olvido y luego decidió marcharse sin retorno de ese pueblo que tanto le ha quitado. A ella y a todos porque la misteriosa desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, también en el estado de Guerrero, a manos del cártel de Guerreros Unidos en asociación con policías corruptos aún colea entre la población.
Y es que las familias piensan que las autoridades mexicanas quieren dar carpetazo al asunto. Los carteles siguen campando a sus anchas, destruyendo familias y haciendo negocios ante un Gobierno que se muestra incapaz de solucionar un problema que cada día que pasa es más grande.
Su nombre ya es uno más en una larga lista que desgraciadamente no deja de crecer. La de las víctimas del narcotráfico en Guerrero (México), un estado situado al suroeste del país, en el que los carteles de la droga han encontrado un lugar para operar y ejercen la violencia con una crueldad difícil de creer.
Ella se llamaba Aidé Nava González, tenía 41 años, dos hijos y era candidata a la alcaldía de un pequeño pueblo en las montañas llamado Ahuacuotzingo, pero no podrá presentarse a los comicios que se celebran en junio en el país porque ha sido brutalmente asesinada, en una demostración de que hacer política en Guerrero y enfrentarse a los narcos supone arriesgar la vida hasta extremos insospechados.
Había sido torturada y aún viva la habían cortado el cuello. Su cabeza, decapitada, estaba tirada en una pista de tierra, junto a ella el resto del cuerpo, acompañado por una advertencia escrita en letras rojas: “Esto le va a pasar a todos los putos chaqueteros y putos políticos que no se quieran alinear”.
Probablemente todo el pueblo recordó que hace apenas 9 meses, el 28 de junio de 2014, Francisco Quiñónez Ramírez, alcalde de Ahuacuotzingo, un hombre con un enorme compromiso social y muy querido por sus vecinos, sufrió una emboscada a manos de los sicarios y fue asesinado a balazos en presencia de una persona. Era su mujer, Aidé Nava, que decidió continuar el legado de su marido y luchar por crear una nueva realidad en el estado de Guerrero.
No era la única tragedia que le había ocurrido al matrimonio. Algunos años antes, en el 2012, su hijo adolescente había sido secuestrado y se les pidió un rescate de unos 16.000 euros. Hoy sigue siendo uno de los 23.000 casos de desaparecidos en México y con sus padres muertos parece difícil que alguien pueda pagar por él, aunque tampoco se descarta que haya sido asesinado.
Y finalmente está Vanesa, la hija mayor, que ha perdido en apenas 3 años a su familia más cercana. Durante el entierro de su madre pidió que su lucha no quedara en el olvido y luego decidió marcharse sin retorno de ese pueblo que tanto le ha quitado. A ella y a todos porque la misteriosa desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, también en el estado de Guerrero, a manos del cártel de Guerreros Unidos en asociación con policías corruptos aún colea entre la población.
Y es que las familias piensan que las autoridades mexicanas quieren dar carpetazo al asunto. Los carteles siguen campando a sus anchas, destruyendo familias y haciendo negocios ante un Gobierno que se muestra incapaz de solucionar un problema que cada día que pasa es más grande.