Gio encarrila y Vietto soluciona
Villarreal, As
Vietto volvió a aparecer cuando más le necesitaba el Villarreal. Su gol no fue uno más entre los cuatro conseguidos. Digamos que fue el determinante. De nuevo apareciendo como suplente por unos calambres de Giovani en los isquiotibiales y sin necesidad casi de calentar, intimidar y gustarse. Tras encarrilar la victoria en el primer tiempo con un golazo de Gio (primero en Liga) y un cabezazo de Musacchio, el equipo de Marcelino pasó muchos apuros en la segunda mitad para mantener la renta. Porque el Celta modificó su defensivo planteamiento con defensa de cinco y porque un tanto de Augusto a balón parado cambió el panorama en el 50’. Pero el delantero argentino, en pleno estado de gracia, dijo basta. Otra vez. Como en el Bernabéu y tantas otras noches. Aprovechó un perfecto pase de Pina en el 73’ para controlar con arte y batir con precisión a Sergio por debajo de las piernas. Fue de lo poco que hizo. Suficiente. Él puso en bandeja la octava victoria consecutiva del Submarino en casa que no se lograba desde la Era Pellegrini. El ariete lleva 19 goles y ocho asistencias. No tiene precio. Ni techo.
Todo lo que ocurrió antes y después fue fruto de la lógica. El Villarreal fue mejor durante 70 minutos, buscó siempre la victoria y tuvo el acierto necesario. Pudo adelantarse mucho antes por insistencia, mando y profundidad. Le faltó acierto en los últimos metros en un inicio eléctrico. El que encontró con dos latigazos antes del descanso. El primero se lo cocinó Giovani él solito. Se acomodó un balón en medio campo con la cabeza y retó a Cabral al galope hasta retratarle al llegar al área. Le bastaron tres toques para plantarse frente a Sergio, al que batió con la derecha de un tiro seco y cruzado. Cinco minutos después Moi sacó con la izquierda un córner (suele hacerlo con la derecha) para que Musacchio cabeceara con la contundencia que le caracteriza. El Celta sólo había tenido una ocasión de Nolito y no le llegaba con su orden.
Por eso regresó del descanso totalmente cambiado. No tenía otra salida. Convirtió su defensa de cinco en una de cuatro en algunos momentos, reforzó el centro del campo con la salida de Álex López y se apoderó del balón para distribuirlo entre sus numerosos jugones. Su plan cobró sentido en el 50 cuando Nolito sacó una falta lateral con maestría para que Augusto rematara a placer de cabeza. En la jugada quedó retratado Rukavina. Él hizo la inútil falta y él perdió la marca por el camino. El Celta era mejor y las sensaciones a esas horas indicaban que empataría. El Villarreal no se encontraba durante ese cuarto de hora. Parecía haber encendido la reserva. Perdió el balón y sin él, todo carece de sentido.
Marcelino se vio obligado a cambiar y pese a algunos pitos de la grada (se criticó el cambio de Moi Gómez), acertó. Basta ver lo que sucedió. Vietto primero y Gerard después aprovecharon los mayores riesgos en defensa del Celta con una gran calidad en la definición y recordaron que Pina no sólo sabe defender, robar y alguna vez pegar. Dos pases excelsos del manchego redondearon un partido de bandera al lado de Sergio Marcos. El Celta ya no tuvo tiempo a la reacción. Cayó y dejó a tras su racha de cinco partidos invicto ante un rival superior. Si yo fuera Berizzo no estaría preocupado. Si fuera el Sevilla, andaría con cuidado. El jueves, en la Europa League, espera otro Villarreal. Con siete hombres frescos pero con el mismo hambre que le mantiene en las nubes.
Vietto volvió a aparecer cuando más le necesitaba el Villarreal. Su gol no fue uno más entre los cuatro conseguidos. Digamos que fue el determinante. De nuevo apareciendo como suplente por unos calambres de Giovani en los isquiotibiales y sin necesidad casi de calentar, intimidar y gustarse. Tras encarrilar la victoria en el primer tiempo con un golazo de Gio (primero en Liga) y un cabezazo de Musacchio, el equipo de Marcelino pasó muchos apuros en la segunda mitad para mantener la renta. Porque el Celta modificó su defensivo planteamiento con defensa de cinco y porque un tanto de Augusto a balón parado cambió el panorama en el 50’. Pero el delantero argentino, en pleno estado de gracia, dijo basta. Otra vez. Como en el Bernabéu y tantas otras noches. Aprovechó un perfecto pase de Pina en el 73’ para controlar con arte y batir con precisión a Sergio por debajo de las piernas. Fue de lo poco que hizo. Suficiente. Él puso en bandeja la octava victoria consecutiva del Submarino en casa que no se lograba desde la Era Pellegrini. El ariete lleva 19 goles y ocho asistencias. No tiene precio. Ni techo.
Todo lo que ocurrió antes y después fue fruto de la lógica. El Villarreal fue mejor durante 70 minutos, buscó siempre la victoria y tuvo el acierto necesario. Pudo adelantarse mucho antes por insistencia, mando y profundidad. Le faltó acierto en los últimos metros en un inicio eléctrico. El que encontró con dos latigazos antes del descanso. El primero se lo cocinó Giovani él solito. Se acomodó un balón en medio campo con la cabeza y retó a Cabral al galope hasta retratarle al llegar al área. Le bastaron tres toques para plantarse frente a Sergio, al que batió con la derecha de un tiro seco y cruzado. Cinco minutos después Moi sacó con la izquierda un córner (suele hacerlo con la derecha) para que Musacchio cabeceara con la contundencia que le caracteriza. El Celta sólo había tenido una ocasión de Nolito y no le llegaba con su orden.
Por eso regresó del descanso totalmente cambiado. No tenía otra salida. Convirtió su defensa de cinco en una de cuatro en algunos momentos, reforzó el centro del campo con la salida de Álex López y se apoderó del balón para distribuirlo entre sus numerosos jugones. Su plan cobró sentido en el 50 cuando Nolito sacó una falta lateral con maestría para que Augusto rematara a placer de cabeza. En la jugada quedó retratado Rukavina. Él hizo la inútil falta y él perdió la marca por el camino. El Celta era mejor y las sensaciones a esas horas indicaban que empataría. El Villarreal no se encontraba durante ese cuarto de hora. Parecía haber encendido la reserva. Perdió el balón y sin él, todo carece de sentido.
Marcelino se vio obligado a cambiar y pese a algunos pitos de la grada (se criticó el cambio de Moi Gómez), acertó. Basta ver lo que sucedió. Vietto primero y Gerard después aprovecharon los mayores riesgos en defensa del Celta con una gran calidad en la definición y recordaron que Pina no sólo sabe defender, robar y alguna vez pegar. Dos pases excelsos del manchego redondearon un partido de bandera al lado de Sergio Marcos. El Celta ya no tuvo tiempo a la reacción. Cayó y dejó a tras su racha de cinco partidos invicto ante un rival superior. Si yo fuera Berizzo no estaría preocupado. Si fuera el Sevilla, andaría con cuidado. El jueves, en la Europa League, espera otro Villarreal. Con siete hombres frescos pero con el mismo hambre que le mantiene en las nubes.