Diáspora sin fin: la mitad de los sirios dejaron sus hogares

AL-RAMA, lanacion.com
Mohammed Bakkar pasa los días con su padre y su hijo en una pequeña aula en el Líbano, cerca de la frontera con Siria. Allí cocinan, comen y duermen, esperando el día en que puedan reunirse con el resto de la familia.


La madre, la esposa y los otros cuatro hijos de Bakkar están a cientos de kilómetros de distancia en el campamento de refugiados de Azraq, en Jordania, hacinados en un contenedor prefabricado de metal blanco. Cuando huyeron a Jordania tras los ataques del gobierno sobre su pueblo sirio en 2013, pensaban que se reunirían en unas pocas semanas. Pero ya han pasado más de dos años.

La historia de esta familia ofrece un atisbo de la enorme tragedia humana provocada por la guerra civil siria. La guerra, que cumple cuatro años este mes, se cobró las vidas de más de 220.000 personas y expulsó de sus hogares a más de 11 millones de los 23 millones de habitantes que tenía antes el país.

De ésos, más de 3,8 millones huyeron a países vecinos. Ahora forman lo que muchos temen sea una nueva diáspora semipermanente, repartida por toda la región. Algunos languidecen en campamentos y refugios organizados, mientras que otros se buscan la vida por su cuenta para conseguir techo en ciudades y pueblos, y algunos acaban en campamentos improvisados con escasa ayuda o apoyo. Viven acosados por la falta de dinero o documentos, así como las restricciones estatales.

"Sufro mucho. No he visto a mi familia en dos años y a veces temo que nunca vuelva a verlos'', dijo entre lágrimas Bakkar, de 44 años, sentado en el piso de su sala ante un banco de metal con cacerolas para cocinar, un frasco de aceitunas y otros alimentos. En la escuela donde vive, en el pueblo fronterizo de Al-Rama, viven 22 familias sirias que comparten servicios y una sala con agua corriente donde pueden lavar platos y cacharros.

"No sé cómo vivimos. No disfrutamos de la comida o la bebida (...) Cada día que pasa es como un año'', dijo Bakkar, sentado en una húmeda aula junto a su padre, Ahmed, de 80 años.

También Siria está cambiando por la guerra, convertida en un conflicto religioso entre rebeldes, sobre todo de la mayoría musulmana sunnita y el gobierno del presidente Bashar al-Assad, dominado por su minoría alauita, una rama del islam chiita.

Los Bakkar eran granjeros en el poblado sirio de Buyada del Este, cerca de la frontera libanesa. La región es de mayoría sunnita, pero buena parte de la comunidad huyó en 2013 ante el avance de las tropas de Al-Assad y las guerrillas del grupo libanés chiita Hezbollah, mientras que los alauitas, chiitas y cristianos se quedaron. Los Bakkar temen que no puedan regresar nunca, y el gobierno quiera cambiar de forma permanente la demografía de la zona.

La familia había tenido una buena vida. Poseían sus casas y sus tierras de labranza y criaban ganado vacuno. Buyada del Este fue uno de los primeros pueblos en caer bajo control de los rebeldes sunnitas tras el alzamiento en marzo de 2011. Eso supuso reiterados bombardeos de las fuerzas del gobierno sobre la localidad.

En 2012, los bombardeos destruyeron la casa de los padres de Bakkar cuando su madre, Fátima, estaba preparando encurtidos. La mujer perdió los dos pies. El yerno de Bakkar, que se había unido a los rebeldes, murió en los combates. A principios de 2013, un cohete cayó cerca de la casa de Bakkar y mató a su hija Amena, de diez años. Después de eso, la familia pensó en marcharse. Las mujeres se fueron primero. En abril de 2013, la esposa de Bakkar, Hamida, dos hijas adolescentes y dos hijos pequeños cruzaron a Jordania de forma clandestina con la madre de Bakkar. Se registraron en la agencia de refugiados de la ONU y fueron instalados en el campamento de refugiados de Zaatari. Unos pocos meses después se los trasladó al nuevo y más limpio campo de Azraq. Bakkar, su padre y su hijo se quedaron atrás para poner en orden los asuntos de la familia.

Las tropas del gobierno y los combatientes de Hezbollah tomaron Buyada del Este y las localidades vecinas en junio de 2013. Bakkar y los demás huyeron a pueblos cercanos hasta que un contrabandista los ayudó a cruzar la frontera hasta el Líbano.

Nace la alianza del terror, EI y Boko Haram

El grupo jihadista Estado Islámico aceptó el juramento de lealtad de los islamistas nigerianos de Boko Haram, según una grabación de audio presentada como un discurso del vocero de EI difundida ayer en las redes sociales.

"Les anunciamos la buena nueva de la expansión del califato a África Occidental porque el califa [Abu Bakr al-Baghdadi], que Dios lo preserve, aceptó la lealtad de nuestros hermanos del grupo sunnita para la predicación y la jihad", dijo el vocero.

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