Brahimi y Casemiro avasallan por fútbol y fuerza al Basilea


Porto, As
Oporto está de fiesta. Su equipo jugará los cuartos de la Champions seis años después de la última vez. Entre los ocho mejores de Europa ha colocado Lopetegui a un conjunto fresco, dinámico, vistoso y trepidante. El Basilea tuvo que cederle su cetro reciente de equipo marchoso de Europa con total justicia. El Oporto es otra cosa. Guiado por un Casemiro imperial se coló entre la élite continental con la fuerza del que se sabe de vuelta.


El brasileño fue el rey del centro del campo. Da la sensación con él como con otros jugadores del Oporto que necesitaban continuidad en sus carreras para demostrar su enorme potencial. Sujetó y sujetó el centro del campo y ayudó y ayudó las veces que fueron necesarias a sus compañeros en cada acción defensiva. A la misma hora que el Madrid hacía aguas en el centro del campo en el Bernabéu, él, cedido por el conjunto blanco, se multiplicaba en las coberturas. La solidez la puso Casemiro y el talento, Brahimi.

Ha llegado el momento de situar al argelino un peldaño más cerca de los mejores jugadores del mundo. La velocidad con la que ejecuta sus acciones debería llevar implícita cierta imprecisión, pero no es el caso. Por si fuera poco, en el otro extremo Tello también se encarga de rajar a los rivales cuando arranca en velocidad. Quizá por eso a Samuel no le quedó otra opción que derribarle cuando se le iba, muy cerca del área, en una posición centrada ideal para un buen lanzador. Ese lanzador resulto ser Brahimi, que convirtió su habitual electricidad en relajante sutileza mediante un golpeo que silbó entre la barrera y la estatua que fue el portero Vaclik.

Necesitaba que toda su buena energía se reflejase en el marcador el Oporto y el tanto le deshizo de nervios y le desprendió de dudas. No existían. También hubo tiempo de reflexionar, además, cuando Danilo fue arrollado por su portero Fabiano y debió abandonar el estadio en ambulancia rumbo al hospital. El susto cortó el buen ambiente. Al Basilea, mientras tanto, le fue dando vueltas la cabeza incluso demasiado deprisa para encontrarse a sólo un gol de forzarla prórroga. Los suizos habían buscado un partido largo y sólo tenían plan para un partido largo.

Sin embargo, el marcador les obligó a desguarnecer su portería y ofrecer espacios a Tello, Brahimi y Aboubakar, que estuvo a punto de marcar el segundo con un obús desde fuera del área que rozó el poste. Arriesgar o morir. No quedaba otra opción. Y las dos tenían un final poco halagüeño. Porque este Oporto de Lopetegui no cambia de cara, no muta. Tampoco lo hizo esta vez. Ni siquiera dominando la eliminatoria bajó el ritmo. El mexicano Herrera, fantástico siempre que ronda el área, puso un balón milimétrico con rosca al segundo palo y zanjó el billete a cuartos con un segundo gol precioso, por si hubiera alguna duda.

Quedaba lo mejor, sin embargo. Casemiro, quién si no, cogió la pelota en una falta lejanísima, a más de 30 metros, donde sólo los jugadores con una confianza extrema se atreven a tirar. El brasileño ejecutó con violencia y precisión hasta dibujar uno de los goles de lo que va de Champions, el segundo de falta de su equipo en el partido y el punto y final definitivo para el Basilea.

La goleada era un regalo con el que celebrar el regreso a la élite. Este equipo tiene savia nueva necesaria para el fútbol europeo, jugadores jóvenes brillantes como Aboubakar, que se sumó a la fiesta con otro golazo, el cuarto, que sitúa Oporto de nuevo entre las capitales futbolísticas del Viejo Continente. Todo dirigido por un técnico con ganas de dar que hablar. De momento ya lo está haciendo. Lopetegui y su Oporto están en cuartos de la Champions.

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