Barcelona - Real Madrid: Messi la amenaza, Cristiano la esperanza
Barcelona, AS
El crack del Barça se presenta en el Clásico en su mejor momento (16:00 en Bolivia). El portugués ha bajado su producción goleadora de 1,19 a 0,64.
Rodeado de una expectación sin precedentes, ha llegado por fin la esperada jornada de Liga con el choque (sigue el partido en directo en as.com), una auténtica superfinal, entre Barcelona, clasificado en el primer puesto, y el Real Madrid, rezagado un punto respecto a su rival”. El párrafo corresponde a la previa escrita por Lorenzo López Sancho en el ABC, el 15 de febrero de 1959. Se la tomamos prestada. Medio siglo después, la realidad es la misma y el interés, calcado: “El acontecimiento es de tales proporciones que ha roto los diques y la expectación corre suelta por el ambiente deportivo y fuera de él”. En este caso, la nota pertenece a Santiago García, que la firma en La Vanguardia el mismo día de hace 56 años.
Cerca de seiscientos aficionados en el aeropuerto y otros doscientos más en las inmediaciones del Hotel Crowne Fira Palace, lugar de concentración del equipo blanco en Barcelona, recibieron a la expedición del Real Madrid a su llegada a la Ciudad Condal. | Carlos Mira
No sólo el ambiente se repite. Si aquel histórico partido (el primero televisado entre madridistas y culés) sirve como referencia del actual es porque también supuso una deslumbrante reunión de estrellas. En el Madrid estaban Kopa, Di Stéfano, Puskas y Gento. En el Barça, Czibor, Luis Suárez, Evaristo y Kubala. Sobre el césped, tres futbolistas ganadores del Balón de Oro (Di Stéfano, Kopa y Luis Suárez) y uno más que lo hubiera ganado (Puskas) caso de ser el premio cinco años más antiguo (se instauró en 1956). Por si se lo preguntan, les diré que el Madrid ganó 2-1 en el Bernabéu pero no fue el fin del mundo; el Barça se proclamó campeón de Liga.
Veinticinco años después, en 1984, el mejor futbolista del mundo volvió a darse cita en un Clásico, igual que ocurrirá hoy. El Barcelona de Maradona (y Schuster) visitaba a un Madrid que combinaba talentos emergentes de la Quinta (Butragueño, Sanchis, Martín Vázquez) con viejos rockeros como Stielike, Juanito o Santillana (Camacho andaba lesionado). Menotti, en la previa, se defendió de su teórica ventaja al contar con el Pelusa: “Diego no es todo el equipo: no juega ni de portero ni de defensa”. Di Stéfano, desde el otro banquillo, apoyó la moción: “No sólo juega Maradona; los demás no creo que vengan escayolados”.
Cambien Maradona por Messi y entenderán que las reflexiones de los genios no tienen fecha de caducidad. Tampoco se acabó el mundo aquella noche: el Madrid ganó 2-1… y el Athletic se proclamó campeón de Liga.
Tres décadas más tarde, el Clásico reúne de nuevo a los mejores futbolistas que existen. Si comenzamos por Messi, diremos que llega en su mejor momento desde hace dos temporadas, aclamado y temido como aquel Maradona azulgrana. Cualquier análisis del Clásico comienza y termina en su pierna izquierda.
Otra clave. Frente al fulgor de Messi, Cristiano es la otra clave, aunque aparentemente desactivada. En 2015 ha bajado su promedio goleador de 1,19 goles por partido a 0,64. En siete de los catorce partidos que ha disputado este año se ha marchado sin marcar. Sus aspavientos hacen peores sus números, notables para cualquier delantero terrenal. Su ansiedad agrava un desacierto que, en su caso, siempre es muy relativo (doblete ante el Schalke, hace apenas doce días) y 41 goles en lo que va de temporada.
Del duelo de tronos hay que pasar al duelo de tridentes, al combate ofensivo global. Bale, Benzema, Luis Suárez y Neymar son jugadores de demasiada categoría como para ser considerados actores secundarios. De ellos también depende una buena parte del encuentro, la que dejen libre Messi y Cristiano.
Fortalezas. A favor del Barça juega el viento que le empuja (seis victorias seguidas) y, por supuesto, el Camp Nou. A favor del Madrid, su fortaleza física en un previsible intercambio de golpes (4-3-3 contra 4-3-3) y, desde luego, el orgullo. “El campeón europeo conserva esa garra de acero, esa indomable voluntad de victoria que saca, afiladamente, en las grandes ocasiones”. Este elogio se podía leer en el ABC hace más de medio siglo y sigue vigente hoy en día.
Hay más nombres propios. Ramos y Modric refuerzan el ánimo de los madridistas. Busquets es el misterio del Barça, aunque todo apunta a Mascherano como mediocentro.
El resto es un flujo eterno de especulaciones. Como escribió López Sancho en 1959, “en ignorar quién tomará el mando está la apasionante incógnita del partido”. Como expresó Di Stéfano en 1984 (con extraordinaria clarividencia), “todo depende de si se juega bien o mal, de si hay suerte o no”. Clásico, en fin.
El crack del Barça se presenta en el Clásico en su mejor momento (16:00 en Bolivia). El portugués ha bajado su producción goleadora de 1,19 a 0,64.
Rodeado de una expectación sin precedentes, ha llegado por fin la esperada jornada de Liga con el choque (sigue el partido en directo en as.com), una auténtica superfinal, entre Barcelona, clasificado en el primer puesto, y el Real Madrid, rezagado un punto respecto a su rival”. El párrafo corresponde a la previa escrita por Lorenzo López Sancho en el ABC, el 15 de febrero de 1959. Se la tomamos prestada. Medio siglo después, la realidad es la misma y el interés, calcado: “El acontecimiento es de tales proporciones que ha roto los diques y la expectación corre suelta por el ambiente deportivo y fuera de él”. En este caso, la nota pertenece a Santiago García, que la firma en La Vanguardia el mismo día de hace 56 años.
Cerca de seiscientos aficionados en el aeropuerto y otros doscientos más en las inmediaciones del Hotel Crowne Fira Palace, lugar de concentración del equipo blanco en Barcelona, recibieron a la expedición del Real Madrid a su llegada a la Ciudad Condal. | Carlos Mira
No sólo el ambiente se repite. Si aquel histórico partido (el primero televisado entre madridistas y culés) sirve como referencia del actual es porque también supuso una deslumbrante reunión de estrellas. En el Madrid estaban Kopa, Di Stéfano, Puskas y Gento. En el Barça, Czibor, Luis Suárez, Evaristo y Kubala. Sobre el césped, tres futbolistas ganadores del Balón de Oro (Di Stéfano, Kopa y Luis Suárez) y uno más que lo hubiera ganado (Puskas) caso de ser el premio cinco años más antiguo (se instauró en 1956). Por si se lo preguntan, les diré que el Madrid ganó 2-1 en el Bernabéu pero no fue el fin del mundo; el Barça se proclamó campeón de Liga.
Veinticinco años después, en 1984, el mejor futbolista del mundo volvió a darse cita en un Clásico, igual que ocurrirá hoy. El Barcelona de Maradona (y Schuster) visitaba a un Madrid que combinaba talentos emergentes de la Quinta (Butragueño, Sanchis, Martín Vázquez) con viejos rockeros como Stielike, Juanito o Santillana (Camacho andaba lesionado). Menotti, en la previa, se defendió de su teórica ventaja al contar con el Pelusa: “Diego no es todo el equipo: no juega ni de portero ni de defensa”. Di Stéfano, desde el otro banquillo, apoyó la moción: “No sólo juega Maradona; los demás no creo que vengan escayolados”.
Cambien Maradona por Messi y entenderán que las reflexiones de los genios no tienen fecha de caducidad. Tampoco se acabó el mundo aquella noche: el Madrid ganó 2-1… y el Athletic se proclamó campeón de Liga.
Tres décadas más tarde, el Clásico reúne de nuevo a los mejores futbolistas que existen. Si comenzamos por Messi, diremos que llega en su mejor momento desde hace dos temporadas, aclamado y temido como aquel Maradona azulgrana. Cualquier análisis del Clásico comienza y termina en su pierna izquierda.
Otra clave. Frente al fulgor de Messi, Cristiano es la otra clave, aunque aparentemente desactivada. En 2015 ha bajado su promedio goleador de 1,19 goles por partido a 0,64. En siete de los catorce partidos que ha disputado este año se ha marchado sin marcar. Sus aspavientos hacen peores sus números, notables para cualquier delantero terrenal. Su ansiedad agrava un desacierto que, en su caso, siempre es muy relativo (doblete ante el Schalke, hace apenas doce días) y 41 goles en lo que va de temporada.
Del duelo de tronos hay que pasar al duelo de tridentes, al combate ofensivo global. Bale, Benzema, Luis Suárez y Neymar son jugadores de demasiada categoría como para ser considerados actores secundarios. De ellos también depende una buena parte del encuentro, la que dejen libre Messi y Cristiano.
Fortalezas. A favor del Barça juega el viento que le empuja (seis victorias seguidas) y, por supuesto, el Camp Nou. A favor del Madrid, su fortaleza física en un previsible intercambio de golpes (4-3-3 contra 4-3-3) y, desde luego, el orgullo. “El campeón europeo conserva esa garra de acero, esa indomable voluntad de victoria que saca, afiladamente, en las grandes ocasiones”. Este elogio se podía leer en el ABC hace más de medio siglo y sigue vigente hoy en día.
Hay más nombres propios. Ramos y Modric refuerzan el ánimo de los madridistas. Busquets es el misterio del Barça, aunque todo apunta a Mascherano como mediocentro.
El resto es un flujo eterno de especulaciones. Como escribió López Sancho en 1959, “en ignorar quién tomará el mando está la apasionante incógnita del partido”. Como expresó Di Stéfano en 1984 (con extraordinaria clarividencia), “todo depende de si se juega bien o mal, de si hay suerte o no”. Clásico, en fin.