Athletic - Real Madrid (1-0): El Madrid se va de la Liga
La derrota de los de Ancelotti en Bilbao deja su liderato a merced del Barça. Un golazo de Aduriz de cabeza decidió el partido. La reacción de la segunda parte no tuvo el acompañamiento del gol.
Bilbao, As
El Real Madrid tiene un problema de entusiasmo que es un déficit de interés. Así comenzó su partido en San Mamés y cuando quiso ganar era tarde porque ya había sido vencido. El Athletic no cometió ese fallo porque no se lo puede permitir. Además, tenía demasiados estímulos alrededor como para pasarlos por alto: la final de Copa, el rechazo del Bernabéu, el rugido de los ancestros.
El partido fue una enseñanza. La fundamental es que no somos mejores con el paso de los años. Somos más lentos. A eso hay quien lo llama madurez y, en algunos casos, sabiduría. La lentitud se confunde fácilmente con la reflexión y quienes cumplimos años, cruzada cierta frontera, alimentamos el error: no duermo, medito. Aduriz no es mejor futbolista ahora, a los 34 años, que hace diez, cuando goleaba con el Valladolid en Segunda. Somos nosotros los que le observamos con mayor atención. Más lento. Liberados de los prejuicios de la camiseta y la categoría, Aduriz se nos aparece como un delantero que lo tiene todo, el remate, el conocimiento del juego y el aplomo necesario.
Aduriz se comportó ayer como una estrella mundial. Marcó un gol de figura, un cabezazo implacable, y dirigió las operaciones de ataque desde su puesto en el frente. Hasta sus disparos más improbables tenían sentido: eran proclamas para animar a sus compañeros. A estas horas queda claro que se enfrentó a Kroos para desajustar el timón del Madrid y se encaró con Undiano para marcar el territorio. This is San Mamés.
Hay un medidor para los partidos que nacen igualados: los balones divididos. El Athletic se llevó los primeros y casi todos los que siguieron. De modo que el partido no se desequilibró por el fútbol, ni por la reiteración de oportunidades, sino por la pasión.
Tampoco faltó el talento, naturalmente. Con el equipo implicadísimo en defensa, Muniain agilizaba el juego desde la mediapunta e Iñaki Williams desde cualquier lugar, del campo y de la provincia.
La consecuencia fue el gol de Aduriz (suculento pase de Mikel Rico) y el desconcierto del Madrid, que necesitó de los reproches de Ancelotti en el descanso para despertar. El discurso debió ser convincente porque el equipo que regresó del vestuario no fue el líder adocenado de la primera mitad.
En menos de cinco minutos, Benzema y Cristiano se quedaron a un palmo del empate. Cuando ya se agotaba la suerte del Athletic, surgió Gorka Iraizoz. Contra sus guantes de ‘catcher’ tropezaron más pases asesinos que tiros mortíferos. No le hizo falta más. Su presencia acabó por intimidar a los delanteros de blanco.
Entretanto, el Athletic sobrevivía. La ovación a Iñaki Williams conjuró al estadio para seguir resistiendo. El orgullo y Aduriz hicieron el resto. El Athletic deseó más la victoria y terminó por conseguirla. El fútbol es justo, de tanto en cuanto.
Bilbao, As
El Real Madrid tiene un problema de entusiasmo que es un déficit de interés. Así comenzó su partido en San Mamés y cuando quiso ganar era tarde porque ya había sido vencido. El Athletic no cometió ese fallo porque no se lo puede permitir. Además, tenía demasiados estímulos alrededor como para pasarlos por alto: la final de Copa, el rechazo del Bernabéu, el rugido de los ancestros.
El partido fue una enseñanza. La fundamental es que no somos mejores con el paso de los años. Somos más lentos. A eso hay quien lo llama madurez y, en algunos casos, sabiduría. La lentitud se confunde fácilmente con la reflexión y quienes cumplimos años, cruzada cierta frontera, alimentamos el error: no duermo, medito. Aduriz no es mejor futbolista ahora, a los 34 años, que hace diez, cuando goleaba con el Valladolid en Segunda. Somos nosotros los que le observamos con mayor atención. Más lento. Liberados de los prejuicios de la camiseta y la categoría, Aduriz se nos aparece como un delantero que lo tiene todo, el remate, el conocimiento del juego y el aplomo necesario.
Aduriz se comportó ayer como una estrella mundial. Marcó un gol de figura, un cabezazo implacable, y dirigió las operaciones de ataque desde su puesto en el frente. Hasta sus disparos más improbables tenían sentido: eran proclamas para animar a sus compañeros. A estas horas queda claro que se enfrentó a Kroos para desajustar el timón del Madrid y se encaró con Undiano para marcar el territorio. This is San Mamés.
Hay un medidor para los partidos que nacen igualados: los balones divididos. El Athletic se llevó los primeros y casi todos los que siguieron. De modo que el partido no se desequilibró por el fútbol, ni por la reiteración de oportunidades, sino por la pasión.
Tampoco faltó el talento, naturalmente. Con el equipo implicadísimo en defensa, Muniain agilizaba el juego desde la mediapunta e Iñaki Williams desde cualquier lugar, del campo y de la provincia.
La consecuencia fue el gol de Aduriz (suculento pase de Mikel Rico) y el desconcierto del Madrid, que necesitó de los reproches de Ancelotti en el descanso para despertar. El discurso debió ser convincente porque el equipo que regresó del vestuario no fue el líder adocenado de la primera mitad.
En menos de cinco minutos, Benzema y Cristiano se quedaron a un palmo del empate. Cuando ya se agotaba la suerte del Athletic, surgió Gorka Iraizoz. Contra sus guantes de ‘catcher’ tropezaron más pases asesinos que tiros mortíferos. No le hizo falta más. Su presencia acabó por intimidar a los delanteros de blanco.
Entretanto, el Athletic sobrevivía. La ovación a Iñaki Williams conjuró al estadio para seguir resistiendo. El orgullo y Aduriz hicieron el resto. El Athletic deseó más la victoria y terminó por conseguirla. El fútbol es justo, de tanto en cuanto.