Quiso multiplicar $us46 mil y obtuvo billetes de Alasita

Zulma Linares, Erbol
Ese fatídico día de enero Luis Lisidro, visita a su amigo Edson Quispe en su casa para contarle una extraña noticia.
–¡Me han regalado 20 dólares, Edson! Fueron dos extranjeros, un belga y un brasilero. A la tarde te lo voy a traer para que tú veas- . Dijo Luis a Edson.
Cumpliendo con la promesa de la mañana, por la tarde, Luis vuelve a la casa de Edson con el billete de 20 dólares. Edson no conoce mucho de moneda extranjera así que dudando de su compañero se dirigen a un negocio de lanas, el más grande de Llallagua, donde el dueño les proporciona un detector de billetes con imán.

–Señor este billete es original- le dice el dueño.



Sin dar mucho crédito a este primero acuden a un segundo lugar, una joyería. El propietario de la tienda de joyas confirma una vez más que el billete era real.



–Señor este billete es original- le dice, esta vez, el joyero.



Edson se había quedado sorprendido por el hecho de que dos desconocidos le habían regalado ese dinero a su amigo. Pero su sorpresa fue aún mayor cuando Luis le contó el propósito del regalo. Le dijo que los extranjeros estarían llegando al día siguiente para mostrar una novedad tan increíble que el mismo no lo creería.



–Edson ven pues mañana y vas a ver, me han pedido que lleve 100 dólares, creo que pueden reproducir la plata– le instó Luis.



Una jugosa inversión




Al día siguiente, Edson, movido sobre todo por la curiosidad, se aparece en el Snack de Luis para conocer a los dos forasteros. Cuando ingresó en el lugar pudo observarlos sentados en una mesa del fondo.



Luis procedió a presentarlos e inmediatamente los dos afro descendientes, uno más tinto que el otro, comenzaron a manipular el billete de 100 dólares que Luis les había proporcionado.



Sacaron de sus bolsillos algunos insólitos artículos. Dos papeles del tamaño del billete americano que parecían ser “papel moneda”, unas jeringas y algunas ampollas como en las que se envasan los inyectables, las que contenían algún tipo de tintura.



Uno de los morenos puso el billete de 100 dólares en medio de los papeles en blanco y sirviéndose de la jeringa tomó un poco del líquido que contenía una de las ampollas y roció meticulosamente el hatajo de billete y papeles extendiendo el raro pigmento con un poco de algodón.



Inmediatamente uno de los extranjeros procede a envolverlos, diciendo que debería ganar un poco de calor. Edson miraba curioso y las ansias de saber que sucedería lo asediaban.



Cuando desenvuelven el atado pasan a sumergirlos en un preparado que contenía agua y alguna otra tintura. Los morenos animan a Edson a lavar los billetes como si se tratara un par de medias. Unos segundos después, Luis el dueño del local, trae una plancha común y se pone a planchar los billetes como para secarlos.



Al finalizar este insólito proceso, grande fue la sorpresa del pueblerino al verificar que ante sus ojos aparecían tres cortes de 100 dólares, casi instantáneamente y todos iguales. La única singularidad eran las series, pues todas eran diferentes.



Los dos extranjeros llamados Daguda Camara y Didier D’Gaullier, pasaron a explicar a los asombrados amigos en qué consistía la reproducción monetaria y cuáles eran los propósitos tras de ello.



Un belga y un brasilero buscan ayudar a gente pobre en su país



Daguda y Didier eran funcionarios del Banco de Suiza. Habían llegado hasta la región minera de Llallagua para comprar oro que posteriormente venderían para costear programas de ayuda para gente pobre en sus países, en este caso, Bélgica y Brasil.



–Somos importantes funcionarios del Banco de Suiza, acá están nuestros papeles, pasaportes, certificados de trabajo y demás comprobantes. No viajamos con “dinero ya impreso” porque corremos el riesgo de que nos puedan asaltar y ahora necesitamos de dos inversionistas para reproducir el resto del “papel moneda en blanco” que trajimos– explicaron aquellos foráneos a Luis y Edson.



Una vez habían acabado aquella revelación, los dos súbditos extranjeros comprometieron a los amigos para que puedan servirles de “inversionistas”.



–Ustedes ya vieron nuestro negocio ahora deben colaborar, tienen que conseguir el dinero para copiar– les indicaron.



El monto a reunir ascendía a 200.000 dólares que deberían entregar a Daguda y Didier para multiplicar la suma. Sin embargo, Edson no cuenta con semejante suma y replica.



–Lo dejaremos en 50.000 por lo menos, acá en Llallagua nadie tiene esa cantidad de dinero, tal vez en casas o autos tendrán pero no creo– A los que los extraños contestan.



–No se puede porque los tintes cuestan, nosotros importamos las materias primas desde Suiza y hay que pagar–



El negocio se cierra cuando Edson decide conseguir al menos 20.000 dólares. Al despedirse de sus ocasionales socios, ellos regalan a Luis uno de los dos billetes que habían copiado, devolviéndole además, el original por haberlo traído para hacer la prueba. Al tiempo, anuncian retornar en cuatro días para concretar el negocio.



Luis y Edson inmediatamente vuelven a buscar la verificación de la plata, esta vez en una entidad financiera, en la cual les confirman la legalidad de los cortes. Ahora Edson se sentía más seguro de la hazaña que iba a realizar en sociedad con el belga y el brasilero.



"No tengo el dinero necesario para invertir..."



Sin embargo, el provinciano realmente no contaba con la disponibilidad de efectivo necesaria.



–Yo no voy Luis, me salgo, no tengo esa cantidad de dinero– confiesa a su amigo y algo cabizbajo decide irse.



Esa tarde Luis volvió a visitar a su amigo y aguijoneando aún más sus sentidos le habló así:



–¡Mira Edson! he conseguido el dinero, me han prestado sobre mi snack, mi hermana y mi sobrino también me han dado y he logrado reunir 8.000–



Edson, cada vez más motivado y movido quizá por sus ambiciones, confía en su compañero y se pone en campaña para conseguir la parte de la suma que faltaba. Recurre a su padre, a su hermana y a cuanto familiar le pudiera prestar alguna fracción del monto. Al final, él consiguió 38.600 dólares y su amigo 8.000. Los dos amigos juntaron 46.600 dólares.



Cuatro días después, tal como habían anunciado, Daguda y Didier retornan a Llallagua. Esa misma mañana deciden reunirse en casa de Edson que ahora les serviría de laboratorio para el increíble experimento: La multiplicación de 46.600 dólares.



Los forasteros empezaron por contar la plata. Había que asegurarse de que el monto estuviera completo. Luego dio inicio el curioso proceso.



Un curioso experimento de multiplicación de 46.600 dólares




Aquellos hombres procedieron a pintar uno a uno los billetes, después sacaron la caja de billetes en blanco traídos desde Suiza. Una caja algo parecida a un bloque de yeso perfectamente sellado y duro de abrir que en su interior contenía el “papel moneda”. Una vez habían abierto la mentada caja, fueron intercalando todos los cortes, uno en blanco y otro en verde para luego envolver los fajos en papel estañado con algodón.



–¡Edson cierre las cortinas! no debe darle la luz, ahora hay que colocar todo en una bolsa negra, pues deben emanar calor, debemos ponerlos en un lugar caliente y bajo peso para que tome el tinte – dice uno de los afros– solicitando a Edson que les prestase la ducha, por lo del agua caliente.



Sólo Didier va con Luis a depositar aquella bolsa experimental de dinero al baño, al calor del agua como era requerido. Luego la devuelven para depositarla debajo de la canastilla de ropa sucia de Edson. Ésta serviría de peso.



Ya había pasado algún tiempo y era hora de comprobar cómo iba el proceso. Abrieron unos cuantos paquetes y corroboraron todos que en realidad la copia estaba en marcha pero había que aumentar un poco de tinta.



–Hay que poner más tinta y suero– dijo uno de los forasteros.



–Y Hay que dejar reposar por más tiempo, volvamos mañana – dijo el otro.



"¡Creo que esto es una mamada!..."



Así, los dos morenos junto con Luis dejaron a Edson al cuidado del dinero en proceso, quedando de acuerdo en que volverían al día siguiente para culminar el trato.



Cinco minutos después alguien toca la puerta de Edson. Era Luis quien bastante abatido dice a su amigo:

–¡Estos dos extranjeros tal vez nos están mamando Edson! (de “timar” en el acervo boliviano) creo que lo han arruinado todo, vamos al hotel a decirles que nos den una garantía– Edson asintió.



Cuando llegaron al hotel empieza una disputa entre todos sobre la legalidad de aquel experimento. La misma termina con la garantía que Daguda y Didier ofrecen a los pueblerinos. Otra bolsa llena de cajas de billetes en blanco del Banco de Suiza que ellos deberían tener cuidado de no abrir porque de lo contrario los extranjeros les seguirían un proceso legal. Edson se llevó una bolsa más a su casa y la guardó en su ropero.



Solucionada la rencilla, todos vuelven a sus quehaceres. Los provincianos a sus tiendas y los foráneos buscan divertirse en alguna discoteca del lugar. Deben dejar pasar el tiempo pues pronto se repartirían los 139.000 dólares producto del experimento. Iban a dar las 22.00 y Edson se acostó a dormir. Mañana sería un gran día.



En realidad... ¡Sí era una auténtica mamada!



A la mañana siguiente aquellos forasteros no cumplieron con su promesa. Jamás llegaron a casa de Edson para realizar la división de las ganancias. Sin embargo, él verificó que las dos bolsas, tanto del dinero, como de la garantía estuvieran en sus respectivos lugares. Era cierto nada se había movido. Ni la bolsa debajo del tacho de la ropa sucia, ni la de la garantía en el ropero.



Pero antes de tomar alguna acción con relación a las valiosas bolsas, Edson decide buscar a sus socios extranjeros y a Luis.

Demasiado tarde. Cuando Edson fue a buscar a los extranjeros en su hotel, al preguntar, el hospedero le dijo: –Los “negritos” no pasaron la noche aquí– El miedo recorrió como agua helada las venas de Edson. Se apresuró a abrir las bolsas y…



¡Oh sorpresa! La de la garantía que contenía las cajas de Banco de Suiza en su se hallaban rellenas de un sinfín de recortes de cartulina negra del tamaño de un billete de 100 dólares, pero no eran billetes de 100 dólares.



La otra, la de los billetes multicopiados, contenía más de un millón de billetes de 100 dólares, pero con el sello del “Banco de la Fortuna” y la sonriente tez del Ekeko en el medio, por lo que tampoco eran billetes de 100 dólares. Tan sólo papel.



Epílogo: La justicia boliviana anda mal, muy mal.



Aunque Edson denunció el hecho a la policía, muy poco o nada lo ayudaron. Tuvo que hacer de investigador para encontrar a los ladrones. Y lo hizo. Pinchó celulares, se infiltró con los efectivos de orden, uno de ellos, Gunar García, le mintió sobre que su caso ya estaba en proceso.



Crea un perfil en la red social de facebook, hace y mueve un montón de pericias dignos de todo un Sherlock Holmes y al final logra dar con los delincuentes. Detienen a uno y luego lo liberan. El colmo es que terminan culpabilizando a la víctima de falsificador. En fin.



Este caso, sin duda, destapa lo mal que se encuentra la justicia boliviana. El proceso pasó por una larga lista de fiscales entre ellos Dino Laime, Pablo Manrrique, Alexander Osinaga, Héctor Molina y más. Todos coincidieron en inculpar al ingenuo Edson Quispe como falsificador. Ni el defensor del pueblo en su comunidad quiso apoyarlo. Ahora él enfrenta un proceso con juicio abreviado.



Así como el caso de Edson, cada día, alrededor del mundo entero las estafas son cometidas de mil maneras ingeniosas. Desde estafas millonarias con hackers que desdeñan las intrincadas redes informáticas de seguridad de los bancos, hasta engaños fortuitos, como éste. Érase una vez… en una pequeña localidad de Potosí al sur de Bolivia...

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