OPINIÓN / La tragedia griega
Urge aprobar el plan de inversiones europeas y concentrarse en Grecia
José Carlos Díez, El País
Cuando Syriza presentó su programa económico el pasado mes de septiembre era evidente que fracasaría en el intento y tendría que renunciar a la mayoría de sus propuestas. El anuncio provocó una fuga de capitales, un desplome de la Bolsa de Atenas del 30% y un aumento de la prima de riesgo a 3 años de 1.300 puntos básicos. Es un terremoto similar al que provocó el temor a la quiebra de Bankia en 2012, pero en Grecia todo es más trágico. Lo más preocupante es que la fuga de capitales se ha contagiado a una fuga de depósitos. Tres de cada cuatro griegos no sólo no votaron a Syriza sino que consideran que sus propuestas podrían provocar la salida del euro y la quiebra del sistema bancario. Muchos han decidido sacar sus ahorros y en la mayoría de los casos meterlos debajo del colchón. El sistema bancario griego está conectado al respirador automático del Banco Central Europeo y la situación es límite ya que cada semana tiene que aumentar la póliza de emergencia. Una fuga de depósitos es una de las patologías más peligrosas en economía. El protocolo recomienda: mantener la calma, sedar al enfermo y actuar rápidamente y con contundencia. Si Tsipras no piensa sacar a Grecia del euro más vale que firme el rescate cuanto antes y normalice el acceso de los bancos griegos al BCE. Esto exigirá presentar un plan coherente para que Grecia encuentre su sitio en la globalización y en la revolución tecnológica en la que nos encontramos inmersos.
En 2014, a pesar del desplome de los salarios griegos desde 2009 y la depreciación del euro, las exportaciones helenas cayeron un 2%. Es evidente que Grecia tiene un grave problema de competitividad y que su parque empresarial es anémico y con escasa capacidad de generar proyectos rentables en entornos competitivos. En este escenario subir el salario mínimo un 15%, como propone Syriza, confirma la inexistencia de vida inteligente en el nuevo gobierno griego.
No obstante, que Atenas presente un plan coherente a medio plazo es condición necesaria, pero no suficiente. En Bruselas, Fráncfort y Berlín tampoco hay muchos indicios de vida inteligente. Hace dos semanas la Comisión Europea presentaba sus previsiones de invierno y esperaba que el PIB y el empleo en Grecia crezca un 2,5% en 2015. Una semana después Eurostat, que depende de la Comisión, anunciaba que el PIB griego cayó en el cuarto trimestre. Se puede poner fin a la fuga de depósitos y evitar un corralito pero la recesión en Grecia ya es irreversible.
Espero y deseo que se autorice ayuda humanitaria para atender necesidades extremas de una parte de la sociedad griega. Pero urge aprobar el plan de inversiones europeas y concentrar parte del mismo en Grecia para sacarla de la recesión. También urge sobreponderar la compra de deuda griega por parte del BCE para frenar la fuga de capitales y de depósitos cuanto antes.
Todo el mundo tropieza con la misma piedra pero conviene no enamorarse de ella. Merkel y Alemania deben asumir sus errores desde 2010 y cambiar la política económica europea para volver a crecer. Si ambas partes no asumen su responsabilidad, es posible que dentro de poco tiempo comprobemos que fue un error que Grecia permaneciera en el euro. Como ha reconocido el propio Presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, Europa no puede seguir pecando contra la dignidad de su pueblo.
José Carlos Díez, El País
Cuando Syriza presentó su programa económico el pasado mes de septiembre era evidente que fracasaría en el intento y tendría que renunciar a la mayoría de sus propuestas. El anuncio provocó una fuga de capitales, un desplome de la Bolsa de Atenas del 30% y un aumento de la prima de riesgo a 3 años de 1.300 puntos básicos. Es un terremoto similar al que provocó el temor a la quiebra de Bankia en 2012, pero en Grecia todo es más trágico. Lo más preocupante es que la fuga de capitales se ha contagiado a una fuga de depósitos. Tres de cada cuatro griegos no sólo no votaron a Syriza sino que consideran que sus propuestas podrían provocar la salida del euro y la quiebra del sistema bancario. Muchos han decidido sacar sus ahorros y en la mayoría de los casos meterlos debajo del colchón. El sistema bancario griego está conectado al respirador automático del Banco Central Europeo y la situación es límite ya que cada semana tiene que aumentar la póliza de emergencia. Una fuga de depósitos es una de las patologías más peligrosas en economía. El protocolo recomienda: mantener la calma, sedar al enfermo y actuar rápidamente y con contundencia. Si Tsipras no piensa sacar a Grecia del euro más vale que firme el rescate cuanto antes y normalice el acceso de los bancos griegos al BCE. Esto exigirá presentar un plan coherente para que Grecia encuentre su sitio en la globalización y en la revolución tecnológica en la que nos encontramos inmersos.
En 2014, a pesar del desplome de los salarios griegos desde 2009 y la depreciación del euro, las exportaciones helenas cayeron un 2%. Es evidente que Grecia tiene un grave problema de competitividad y que su parque empresarial es anémico y con escasa capacidad de generar proyectos rentables en entornos competitivos. En este escenario subir el salario mínimo un 15%, como propone Syriza, confirma la inexistencia de vida inteligente en el nuevo gobierno griego.
No obstante, que Atenas presente un plan coherente a medio plazo es condición necesaria, pero no suficiente. En Bruselas, Fráncfort y Berlín tampoco hay muchos indicios de vida inteligente. Hace dos semanas la Comisión Europea presentaba sus previsiones de invierno y esperaba que el PIB y el empleo en Grecia crezca un 2,5% en 2015. Una semana después Eurostat, que depende de la Comisión, anunciaba que el PIB griego cayó en el cuarto trimestre. Se puede poner fin a la fuga de depósitos y evitar un corralito pero la recesión en Grecia ya es irreversible.
Espero y deseo que se autorice ayuda humanitaria para atender necesidades extremas de una parte de la sociedad griega. Pero urge aprobar el plan de inversiones europeas y concentrar parte del mismo en Grecia para sacarla de la recesión. También urge sobreponderar la compra de deuda griega por parte del BCE para frenar la fuga de capitales y de depósitos cuanto antes.
Todo el mundo tropieza con la misma piedra pero conviene no enamorarse de ella. Merkel y Alemania deben asumir sus errores desde 2010 y cambiar la política económica europea para volver a crecer. Si ambas partes no asumen su responsabilidad, es posible que dentro de poco tiempo comprobemos que fue un error que Grecia permaneciera en el euro. Como ha reconocido el propio Presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, Europa no puede seguir pecando contra la dignidad de su pueblo.