La guerra y la corrupción no dejan respirar a Kiev
lanacion.com
Kiev
La guerra, la nefasta situación material y económica y la corrupción son las grandes inquietudes de los ucranianos. La ciudadanía se está cansando del lento avance de las reformas exigidas por los manifestantes en las protestas que obligaron a huir al presidente Victor Yanukovich hace casi un año, pero "la frustración no es aún crítica", según Andrei Bychenko, del centro de análisis Razumkov, de Kiev. "El presidente, Petro Poroshenko, y el gobierno tienen aún margen de confianza, aunque les reprochan no haber hecho más", explica el experto.
Las encuestas del Centro Razumkov indican que el anhelo de acabar con la violencia en la región de Donbas es la prioridad máxima de los ciudadanos (79,4%). Le siguen el deseo de incrementar el bienestar material, los sueldos y las pensiones (47,9%), el crecimiento económico (43,4%) y la lucha contra la corrupción (33,8%). La integración en Europa, uno de los motores de las protestas de 2013, coexiste con objetivos prácticos. A los ucranianos los urge más normalizar las relaciones con Rusia (21,8%) que aplicar el tratado de asociación con la UE, acordado en junio pasado, y la eurointegración (20,5%).
Los traumas del último año (decenas de muertos en las protestas de Kiev y Odessa, la anexión de la península de Crimea y más de 5000 muertos en Donetsk y Lugansk, además de centenares de miles de desplazados) marcan a la ciudadanía.
"Debemos responsabilizarnos de nuestro destino, porque el mundo no va a defender a Ucrania y el Estado ha mostrado su total incompetencia", declara Oleksii Jmara, uno de los líderes del Paquete para Reanimar las Reformas, una ONG surgida de las protestas del Maidán. "La corrupción no abandonó Ucrania en el equipaje del ex presidente Yanukovich, sino que sigue aquí, aunque con nuevas formas", explica el activista, que lidera además la sección ucraniana de Transparencia Internacional. El país ocupaba en 2014 el puesto 142 entre 175, el peor de Europa, en la lista de percepción de la corrupción. "La corrupción sigue parasitando en las estructuras administrativas, pero ha sido descabezada como sistema", afirma Jmara. "El centro en el que convergían los flujos financieros ilegales en época de Yanukovich ha desaparecido", explica.
Paquete para Reanimar las Reformas ha preparado más de 30 leyes, entre ellas las de acceso a la información, subastas del Estado y del poder judicial. También, un programa de descentralización presupuestaria y otro contra la corrupción, que incluye la puesta en marcha de una oficina contra ese fenómeno. Uno de los candidatos para dirigirla es el ex presidente de Georgia Mikhail Saakashvili. La experiencia de Saakashvili y su equipo se valora hoy en Kiev. Eka Zguladze, ex viceministra del Interior de Georgia, es ahora la viceministra del Interior en Ucrania y de ella se espera que erradique los sobornos en la policía, como se asegura que hizo en su país natal.
En el gobierno ucraniano hay tres ministros de origen extranjero (el georgiano Alexandr Kvitashvili, de Sanidad; la norteamericana de ascendencia ucraniana Natalia Jareshko, de Finanzas, y el lituano Aivares Abramovicius, de Economía). Suponen savia nueva en la política local, que recibe también el impulso de las ONG, "una especie de gobierno paralelo en una sociedad que desconfía de las instituciones", recalca el activista anticorrupción Jmara.
Las ONG revelaron los nocivos efectos de la mala gestión y el robo en la preparación bélica del ejército. "El Ministerio de Defensa tuvo que contratar a civiles, fundadores de centros logísticos particulares, que recaudaron millones de grivnas para equipar a los combatientes", afirma Jmara.
"La guerra nos afecta a todos. En vista de cómo mandan a los soldados al frente, mi jefe compró todo el equipo, de chaleco antibalas a visores nocturnos, para su hermano, llamado a filas", asegura Lida, empleada en una empresa de decoración y eventos en Kiev. "Nuestro chofer, que ahora es tanquista en el Este, nos pidió que le mandáramos las velas sobrantes de la decoración de las bodas para iluminar el interior de los tanques y calentarse", explica esta vecina de Kiev. Lida, hace unos años marcadamente prorrusa, ve hoy a Rusia como un "agresor". Sus padres, refugiados de la metralla en un sótano en la región de Lugansk, consideran agresores a los "fascistas de Kiev".
Un 30% de los interpelados por el Centro Razumkov opina que la guerra con Rusia fue lo más importante de 2014. Sólo un 0,4% lo denomina "guerra civil" y un 3,1%, "operación antiterrorista".
Los combatientes proucranianos en el Este y analistas en la capital son críticos con los dirigentes estatales. Algunos opinan que no dan ejemplo y tratan a los soldados como "carne de cañón". El aeropuerto de Donetsk es un ejemplo. Aunque según los mapas de los acuerdos de Minsk estaba en la zona adjudicada a los insurgentes, Kiev permitió durante meses la heroica (e inútil) resistencia de sus hombres allí.
Kiev
La guerra, la nefasta situación material y económica y la corrupción son las grandes inquietudes de los ucranianos. La ciudadanía se está cansando del lento avance de las reformas exigidas por los manifestantes en las protestas que obligaron a huir al presidente Victor Yanukovich hace casi un año, pero "la frustración no es aún crítica", según Andrei Bychenko, del centro de análisis Razumkov, de Kiev. "El presidente, Petro Poroshenko, y el gobierno tienen aún margen de confianza, aunque les reprochan no haber hecho más", explica el experto.
Las encuestas del Centro Razumkov indican que el anhelo de acabar con la violencia en la región de Donbas es la prioridad máxima de los ciudadanos (79,4%). Le siguen el deseo de incrementar el bienestar material, los sueldos y las pensiones (47,9%), el crecimiento económico (43,4%) y la lucha contra la corrupción (33,8%). La integración en Europa, uno de los motores de las protestas de 2013, coexiste con objetivos prácticos. A los ucranianos los urge más normalizar las relaciones con Rusia (21,8%) que aplicar el tratado de asociación con la UE, acordado en junio pasado, y la eurointegración (20,5%).
Los traumas del último año (decenas de muertos en las protestas de Kiev y Odessa, la anexión de la península de Crimea y más de 5000 muertos en Donetsk y Lugansk, además de centenares de miles de desplazados) marcan a la ciudadanía.
"Debemos responsabilizarnos de nuestro destino, porque el mundo no va a defender a Ucrania y el Estado ha mostrado su total incompetencia", declara Oleksii Jmara, uno de los líderes del Paquete para Reanimar las Reformas, una ONG surgida de las protestas del Maidán. "La corrupción no abandonó Ucrania en el equipaje del ex presidente Yanukovich, sino que sigue aquí, aunque con nuevas formas", explica el activista, que lidera además la sección ucraniana de Transparencia Internacional. El país ocupaba en 2014 el puesto 142 entre 175, el peor de Europa, en la lista de percepción de la corrupción. "La corrupción sigue parasitando en las estructuras administrativas, pero ha sido descabezada como sistema", afirma Jmara. "El centro en el que convergían los flujos financieros ilegales en época de Yanukovich ha desaparecido", explica.
Paquete para Reanimar las Reformas ha preparado más de 30 leyes, entre ellas las de acceso a la información, subastas del Estado y del poder judicial. También, un programa de descentralización presupuestaria y otro contra la corrupción, que incluye la puesta en marcha de una oficina contra ese fenómeno. Uno de los candidatos para dirigirla es el ex presidente de Georgia Mikhail Saakashvili. La experiencia de Saakashvili y su equipo se valora hoy en Kiev. Eka Zguladze, ex viceministra del Interior de Georgia, es ahora la viceministra del Interior en Ucrania y de ella se espera que erradique los sobornos en la policía, como se asegura que hizo en su país natal.
En el gobierno ucraniano hay tres ministros de origen extranjero (el georgiano Alexandr Kvitashvili, de Sanidad; la norteamericana de ascendencia ucraniana Natalia Jareshko, de Finanzas, y el lituano Aivares Abramovicius, de Economía). Suponen savia nueva en la política local, que recibe también el impulso de las ONG, "una especie de gobierno paralelo en una sociedad que desconfía de las instituciones", recalca el activista anticorrupción Jmara.
Las ONG revelaron los nocivos efectos de la mala gestión y el robo en la preparación bélica del ejército. "El Ministerio de Defensa tuvo que contratar a civiles, fundadores de centros logísticos particulares, que recaudaron millones de grivnas para equipar a los combatientes", afirma Jmara.
"La guerra nos afecta a todos. En vista de cómo mandan a los soldados al frente, mi jefe compró todo el equipo, de chaleco antibalas a visores nocturnos, para su hermano, llamado a filas", asegura Lida, empleada en una empresa de decoración y eventos en Kiev. "Nuestro chofer, que ahora es tanquista en el Este, nos pidió que le mandáramos las velas sobrantes de la decoración de las bodas para iluminar el interior de los tanques y calentarse", explica esta vecina de Kiev. Lida, hace unos años marcadamente prorrusa, ve hoy a Rusia como un "agresor". Sus padres, refugiados de la metralla en un sótano en la región de Lugansk, consideran agresores a los "fascistas de Kiev".
Un 30% de los interpelados por el Centro Razumkov opina que la guerra con Rusia fue lo más importante de 2014. Sólo un 0,4% lo denomina "guerra civil" y un 3,1%, "operación antiterrorista".
Los combatientes proucranianos en el Este y analistas en la capital son críticos con los dirigentes estatales. Algunos opinan que no dan ejemplo y tratan a los soldados como "carne de cañón". El aeropuerto de Donetsk es un ejemplo. Aunque según los mapas de los acuerdos de Minsk estaba en la zona adjudicada a los insurgentes, Kiev permitió durante meses la heroica (e inútil) resistencia de sus hombres allí.