Gareth Bale y el Santiago Bernabéu, enfrentados

Por Alberto Piñero
Madrid, Goal.com

El Real Madrid volvió a reencontrarse consigo mismo este sábado a costa de una Real Sociedad demasiado mansa. Los equipos juegan a lo que juegan sus centrocampistas, dicen, y con Esteban Granero como faro que guía al conjunto donostiarra, el resultado no podía ser otro. Y eso que el 0-1 de Aritz en el primer minuto le dejó una franca ventaja, pero en cuanto el equipo merengue se entonó, no hubo jugador realista que pudiera taponar todas las fugas que se iban abriendo minuto tras minuto.

Abiertas, principalmente, por jugadores como Karim Benzema, James Rodríguez, Isco Alarcón o Toni Kroos. El nivel del malagueño y del francés es cada día más escandaloso, dicho sea de paso. Ellos han venido manteniendo en pie al Real Madrid durante todo el mes de enero, y en cuanto se les han unido los James, Sergio Ramos o Marcelo, el equipo banco ha vuelto por sus fueros. Venía siendo hora ya, por cierto.

Dará mucho que hablar seguro el hecho de que el Real Madrid haya cuajado su mejor partido de las últimas semanas con cuatro centrocampistas juntos: el póker Kroos-Illarramendi-James-Isco en la parcela ancha del verde. Es inevitable que, prescindiendo de uno de los torpedos en las bandas para dar entrada a un ‘tocón’, el equipo sea más sólido, consistente y fluido en la medular. Y no es la primera vez que esta fórmula le da mejores resultados a Carlo Ancelotti. Sin embargo, por mucho que se discuta, parece difícil que el técnico italiano vaya a prescindir bien de Cristiano Ronaldo (hoy sancionado), bien de Gareth Bale. Aunque, dicho sea de paso, el galés lleva tiempo mereciendo jarabe de banquillo.

Los datos dicen que, prácticamente en cada partido, el galés deja un gol o una asistencia para su colección de estadísticas. Pero quienes ven los partidos, saben perfectamente que la implicación del galés en el engranaje del juego merengue es prácticamente nula. Por momentos pareció cambiar en partidos como ante el Getafe, pero fue un oasis aislado. De ahí que, cuando no deja una acción de gol, la aportación global del galés al Real Madrid resulte realmente escasa. Muy escasa para lo que se espera de él. Ante la Real debía ser el heredero de Cristiano Ronaldo, y acabó siendo un mero espectador de lujo en la función de Isco, James y Benzema, por ejemplo.

La afición del Santiago Bernabéu, que ve al menos la mitad de los encuentros de su equipo, conoce a la perfección esta paradoja que envuelve al ‘11’ merengue: una estrella para el aficionado que sólo ve resúmenes, pero una preocupación para aquellos que acostumbran a ver los noventa minutos de cada partido. Y así se lo ha hecho saber este sábado el respetable que llena cada dos domingos el coliseo blanco: con la clásica melodía de viento.

Fue la peor nota para los blancos este sábado: el desencuentro de la afición con Gareth Bale. El segundo notable desencuentro en esta misma temporada. Y es que, si al irrelevante rol que ocupa, se le añade su mal fario en los manos a mano, acaba por entenderse ese toque de atención. Ante la Real falló dos ocasiones solo en boca de gol. Otras dos más. Y es cierto que dio una asistencia, sí, pero al final, hubo más oscuros que claros en su haber.

No lo debe entender así Gareth Bale, por cierto, que según Radio Marca se marchó del césped sin saludar a la afición al finalizar el choque, como es habitual en él. Una señal de que corre el río revuelto, definitivamente. Quizás no sepa el galés que de incomprendidos está lleno el cementerio del Santiago Bernabéu. Mal haría en enrocarse en su estanca postura, con ese rol donde ni defiende ni se integra en la creación del juego, fiándolo todo así a la materialización casual de goles y asistencias ante rivales de media tabla de la Liga. Porque el día que éstas no lleguen, con el arraigo que se le presupone a un jugador de su potencial, no podrá vivir ya de lo que hizo en las dos finales del año pasado.

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