Elche, 0; Real Madrid, 2: Isco y Benzema sacan brillo al regalo
Elche, As
El Real Madrid canjeó el regalo del Barcelona por cuatro puntos de ventaja, los que le separan de su eterno rival después de ganar al Elche. Quien imagine un triunfo fácil se quitará esa idea de la cabeza si los madridistas publican las fotos de sus tibias en las redes sociales. Fue duro, intenso y peleado hasta que los locales ya no tuvieron nada por lo que pelear.
Lo cierto es que cuesta entender cómo sobrevivió el Elche a la primera parte. Fue atacado por tierra, mar y aire. Arrinconado por momentos, desarbolado casi siempre. Desde que Cristiano tiró al poste en el tercer minuto, el asedio del Madrid se tomó pocos respiros. Benzema, el madridista más inspirado en ese tramo, participó en las oportunidades más claras. En la primera pecó de generoso y perdió la ocasión del gol por asistir a Cristiano; el francés es un tipo peculiar, no cabe duda. En la siguiente, un levísimo fuera de juego invalidó su remate de chilena, un gol de bandera que no pudo ser izado.
Mientras tanto, Cristiano volvía a tropezar contra sus demonios. Entre la ansiedad propia y los golpes de Damián Suárez estuvo a punto de desquiciarse. No es raro. Damián es uno de esos uruguayos que equivalen a un regimiento de húsares. O para decirlo simplemente, hay personas que pinchan más que una navaja suiza.
La ausencia de goles resulta todavía más extraña si pensamos que Bale estaba especialmente activo y galopó varias veces por la derecha. En todas ellas fue interceptado y en cada una cayó como los caballos del Grand National. No fue un hecho aislado. El Elche se empleó con demasiada dureza, más allá de la agresividad que se disculpa. Eso sí: no le sirvió para ganar un metro, si acaso para enfurecer al rival, que encontró más motivos de los inicialmente establecidos.
En la segunda mitad se cumplió la eterna paradoja del fútbol: el Elche salió más entonado y el Madrid se puso por delante. Más aún. El gol tan pretendido llegó gracias a una carambola mortal. El despeje de Lombán pegó en su portero y Benzema marcó a placer. Era un acto de justicia, aunque escasamente glorioso.
El partido se abrió. El Elche concluyó que sólo le quedaba jugar al fútbol y el Madrid disfrutó de los espacios que sueña. Al rato, Cristiano se liberó del mal fario con un cabezazo (cuellazo, frentazo) formidable, voluntariamente dirigido a la escuadra, su gol 29 en Liga.
Isco, asistente en el segundo gol, también merece un párrafo propio. Su habilidad para mezclar lo hermoso con lo útil es única. No le sobran los arabescos porque siempre le conducen a algún sitio mejor iluminado. Disponer de un futbolista como él es jugar con un maletín lleno de ganzúas. Hasta el Martínez Valero, belicoso al principio, terminó por rendirse a sus encantos. La ovación al ser sustituido lo demuestra.
Lucas Silva, por su parte, volvió a ganar el diploma de aseo y puntualidad. Ni se complica ni se equivoca. Añadan que corre mucho y no se descoloca nada y comprenderán la confianza del entrenador. Así son las victorias. De repente, todo encaja. De pronto, nadie recuerda qué demonios iba mal.