Dinamarca: Vinculan el hampa con el extremismo islámico
Copenhague, AP
Los ataques mortíferos que protagonizó un pandillero radicalizado en Copenhague pusieron de manifiesto los nexos entre los extremistas islámicos y el mundo del hampa. La policía dinamarquesa dijo que pandilleros con antecedentes musulmanes son radicalizados tanto dentro como fuera de las prisiones y algunos se han sumado a las filas de los combatientes extranjeros en Siria.
"Sabemos que algunos de los grupos fundamentalistas están pescando en ese río", comentó Michael Ask, director del Centro Nacional de Investigación, "porque saben que cuentan con jóvenes vulnerables y desarraigados, que carecen de un sentido de pertenencia, de comunidad".
Nacido en Dinamarca de padres palestinos, Omar Abdel Hamid El-Hussein tenía largos antecedentes delictivos y de violencia antes de lanzar un furioso ataque el fin de semana pasado, cuando mató a dos personas e hirió a cinco en ataques a un acto sobre libertad de palabra y a una sinagoga.
El atacante de 22 años, que murió en un tiroteo con la policía, había sido miembro de Brothas, una pandilla de inmigrantes en Copenhague, de la que al parecer fue expulsado debido a sus arranques temperamentales.
"Se peleó con miembros de otras pandillas. Por eso, cuando quisieron formalizar acuerdos de paz con otras pandillas, lo expulsaron", dijo Aydin Soei, un trabajador social que ha investigado las pandillas dinamarquesas y que conoció a El-Hussein en 2011.
No se sabe cómo ni cuándo se radicalizó El-Hussein. Las autoridades correccionales alertaron el año pasado al servicio de inteligencia nacional, PET, cuando aquel cumplía una sentencia por apuñalar a alguien, pero PET dijo que no había motivos para suponer que planeara un ataque.
Antes de los ataques, las autoridades nacionales estaban preocupadas por la posibilidad de que pandilleros adhirieran al extremismo islámico.
En julio pasado, la policía informó a los legisladores que entre decenas de personas que salieron de Dinamarca para combatir en Siria había por lo menos cinco pandilleros conocidos y varios otros con una "relación periférica" con las pandillas callejeras.
"Algunos lo utilizaron como una estrategia de salida", afirmó Magnus Ranstorp, experto en terrorismo en el Colegio Nacional de Defensa Sueco. "Salen de las pandillas delictivas para adquirir una nueva identidad y un sentido de pertenencia".
Otros se ven tentados más por la violencia que por motivos de religión o ideología, conjeturó Ask. "Es algo así como una prueba de masculinidad. Uno adquiere crédito en el mundo del hampa cuando puede decir que ha estado en determinada zona de guerra", agregó.
Ahmed Samsam, miembro de una pandilla en la ciudad de Odense, viajó a Siria en 2012 y cargó en redes sociales fotos suyas con armas automáticas. Abderrozak Benarabe, un líder pandillero en Copenhague, fue a Siria acompañado de un grupo documental dinamarqués. Se unió a Ahrar al-Sham, un grupo musulmán rebelde ultraconservador. Ambos están de regreso en Dinamarca y nunca han sido acusados por sus viajes a Siria.
El vínculo entre el hampa y el extremismo islámico no es nada nuevo en Europa. A mediados de la década de 1990, la policía francesa descubrió una red extremista al investigar lo que suponía una pandilla delictiva que había efectuado robos violentos en la región de Roubaix en el norte de Francia.
Ese vínculo se fortaleció después que Al Qaeda modificó sus tácticas pasando de los ataques en gran escala de terroristas bien entrenados a ataques más reducidos a cargo de milicianos criados en los escenarios mismos de los ataques, dijo Frank Jensen, ex director de operaciones de PET. Para esos ataques los pandilleros parecían candidatos ideales: jóvenes resentidos y agresivos que sabían dónde conseguir armas.
Aunque los pandilleros musulmanes en Dinamarca no practican un estilo de vida islámico sino que se concentran en delitos, narcotráfico y guerras territoriales con pandillas rivales, suelen odiar de tal modo a la sociedad dinamarquesa que se radicalizan fácilmente, comentó Mohammad Rafiq, un escritor y trabajador social que dirige el Instituto Internacional de Derechos Humanos con sede en Copenhague.
Ser musulmán es un elemento más de su sentido de marginación, según los expertos.
Los ataques mortíferos que protagonizó un pandillero radicalizado en Copenhague pusieron de manifiesto los nexos entre los extremistas islámicos y el mundo del hampa. La policía dinamarquesa dijo que pandilleros con antecedentes musulmanes son radicalizados tanto dentro como fuera de las prisiones y algunos se han sumado a las filas de los combatientes extranjeros en Siria.
"Sabemos que algunos de los grupos fundamentalistas están pescando en ese río", comentó Michael Ask, director del Centro Nacional de Investigación, "porque saben que cuentan con jóvenes vulnerables y desarraigados, que carecen de un sentido de pertenencia, de comunidad".
Nacido en Dinamarca de padres palestinos, Omar Abdel Hamid El-Hussein tenía largos antecedentes delictivos y de violencia antes de lanzar un furioso ataque el fin de semana pasado, cuando mató a dos personas e hirió a cinco en ataques a un acto sobre libertad de palabra y a una sinagoga.
El atacante de 22 años, que murió en un tiroteo con la policía, había sido miembro de Brothas, una pandilla de inmigrantes en Copenhague, de la que al parecer fue expulsado debido a sus arranques temperamentales.
"Se peleó con miembros de otras pandillas. Por eso, cuando quisieron formalizar acuerdos de paz con otras pandillas, lo expulsaron", dijo Aydin Soei, un trabajador social que ha investigado las pandillas dinamarquesas y que conoció a El-Hussein en 2011.
No se sabe cómo ni cuándo se radicalizó El-Hussein. Las autoridades correccionales alertaron el año pasado al servicio de inteligencia nacional, PET, cuando aquel cumplía una sentencia por apuñalar a alguien, pero PET dijo que no había motivos para suponer que planeara un ataque.
Antes de los ataques, las autoridades nacionales estaban preocupadas por la posibilidad de que pandilleros adhirieran al extremismo islámico.
En julio pasado, la policía informó a los legisladores que entre decenas de personas que salieron de Dinamarca para combatir en Siria había por lo menos cinco pandilleros conocidos y varios otros con una "relación periférica" con las pandillas callejeras.
"Algunos lo utilizaron como una estrategia de salida", afirmó Magnus Ranstorp, experto en terrorismo en el Colegio Nacional de Defensa Sueco. "Salen de las pandillas delictivas para adquirir una nueva identidad y un sentido de pertenencia".
Otros se ven tentados más por la violencia que por motivos de religión o ideología, conjeturó Ask. "Es algo así como una prueba de masculinidad. Uno adquiere crédito en el mundo del hampa cuando puede decir que ha estado en determinada zona de guerra", agregó.
Ahmed Samsam, miembro de una pandilla en la ciudad de Odense, viajó a Siria en 2012 y cargó en redes sociales fotos suyas con armas automáticas. Abderrozak Benarabe, un líder pandillero en Copenhague, fue a Siria acompañado de un grupo documental dinamarqués. Se unió a Ahrar al-Sham, un grupo musulmán rebelde ultraconservador. Ambos están de regreso en Dinamarca y nunca han sido acusados por sus viajes a Siria.
El vínculo entre el hampa y el extremismo islámico no es nada nuevo en Europa. A mediados de la década de 1990, la policía francesa descubrió una red extremista al investigar lo que suponía una pandilla delictiva que había efectuado robos violentos en la región de Roubaix en el norte de Francia.
Ese vínculo se fortaleció después que Al Qaeda modificó sus tácticas pasando de los ataques en gran escala de terroristas bien entrenados a ataques más reducidos a cargo de milicianos criados en los escenarios mismos de los ataques, dijo Frank Jensen, ex director de operaciones de PET. Para esos ataques los pandilleros parecían candidatos ideales: jóvenes resentidos y agresivos que sabían dónde conseguir armas.
Aunque los pandilleros musulmanes en Dinamarca no practican un estilo de vida islámico sino que se concentran en delitos, narcotráfico y guerras territoriales con pandillas rivales, suelen odiar de tal modo a la sociedad dinamarquesa que se radicalizan fácilmente, comentó Mohammad Rafiq, un escritor y trabajador social que dirige el Instituto Internacional de Derechos Humanos con sede en Copenhague.
Ser musulmán es un elemento más de su sentido de marginación, según los expertos.