Cristiano vuelve y el Madrid ya tiene pie y medio en cuartos
Ni siquiera el rosa fue rival. El Madrid ganó en Gelsenkirchen, otra vez, aunque en este caso lo hizo sin goleada, no conviene abusar; el año próximo, probablemente, tocará volver. El resultado le asegura el pase a cuartos de final (salvo hecatombe que no se divisa) y le devuelve el optimismo que ofrece la Champions en las noches despejadas.
Fue una invasión progresiva. A los cinco minutos, el Madrid ya tenía dominado al Schalke, cuyo primer arreón pasó casi inadvertido. No hubo noticias relevantes hasta el minuto 25, lo que nos permitió observar con atención a Lucas Silva, novedad en el once. El brasileño cumplió. De vez en cuando, los equipos extraordinarios necesitan jugadores ordinarios, sin ego, sin corazón sensible y con tres pulmones. Illarramendi habrá comprendido, demasiado tarde, que Ancelotti no pedía tanto.
El gol de Cristiano, de puro nueve, terminó con la mínima intriga inicial. Su cabezazo fue el broche que merecía el gran pase de Carvajal, colgado con la pierna izquierda. No hay duda: el canterano fue alemán en otra vida, pariente lejano de Kaltz y Berthold, sobrino nieto de Vogts. Las oportunidades del Madrid se sucedieron a partir de entonces. El niño Wellenreuther (19 primaveras) evitó el gol de Benzema. Por un momento pensamos que el francés no quería ensañarse con un muchacho tan joven y de tan buena familia; su padre miembro del Bundestag (del partido de Merkel) y presidente del Karlsruher FC.
Sin Huntelaar, lesionado a la media hora, el equipo de Di Matteo perdió el poco filo que tenía. El consuelo de la afición local es que su sustituto, el imberbe Platte (19), dejó detalles de gran futbolista. Con la venta de talentos como él y Wellenreuther se financian clubes como el Schalke; la existencia es dura en la mina.
Entretanto, el Madrid siguió avanzando. Isco y Kroos se apoderaron del mediocampo con el inestimable trabajo de catering de Lucas Silva. La impotencia de los alemanes derivó en brusquedades innecesarias, casi siempre de Boateng y casi siempre en las tibias de Cristiano, poco querido en la cuenca del Ruhr.
En la segunda mitad, el Madrid pensó que bastaría con dejar pasar los minutos, pero hacía falta algo más. Al dejar el marcador abierto, los futbolistas del Schalke encontraron un motivo para seguir luchando, creyendo, picando piedra. Así se explica el disparo al larguero del joven Platte, un chutazo que sonó como un despertador en los oídos de los madridistas.
La consecuencia fue casi inmediata: Marcelo se incorporó al ataque y marcó un gol espléndido, con un derechazo inaudito para un zurdo. Quizá también él tenga antepasados germánicos, pariente lejano de Briegel y Brehme, sobrino nieto de Breitner, idéntico en la pelambrera.