Chicago Bulls: Numerazos de Gasol pero demasiadas dudas
Mal rendimiento defensivo, la seña de identidad de Thibodeau, problemas internos y muchas derrotas para esta altura de la temporada. Las cosas no van bien en Chicago.
Chicago, As
Chicago Bulls suma, en gira por el Oeste, tres derrotas seguidas. Marcha cuarto del Este (30-20), muy lejos de Atlanta Hawks y sin recortar partidos ni a los Raptors ni a unos Wizards que suman cinco derrotas seguidas y siguen terceros. De hecho, pelean por la cuarta plaza con los nuevos Cavaliers. En total, ganan por ahora el 60% de sus partidos, una cifra que queda por debajo de sus expectativas de pretemporada y que apenas mejora el 58,5% total del pasado curso (48-34), en el que faltaban el lesionado Derrick Rose y los recién llegados, de Pau Gasol a los rookies Nikola Mirotic y Doug McDermott.
Es tan obvio que no hay que descartar todavía a los Bulls y que será un equipo difícil de batir en el Este cuando lleguen los playoffs como que se esperaba más, por resultado y sensaciones, de este remozado equipo del quinto proyecto Thibodeau. De hecho, en el primer año de Thibs los Bulls sólo perdieron 20 partidos. Y en el segundo, 16 en temporada de lockout. Dos años en el 75% de victorias que prometían mucho ahora que volvía Rose y que el roster se agitaba para recibir lo que más había echado en falta: talento ofensivo, profundidad, variantes. Puntos. Los Bulls desde luego anotan más. Con 101,9 puntos por partido son el noveno equipo más anotador de la Liga, muy por encima de los 93,7 de media que le convirtieron en el equipo menos anotador de la 2013-14. Si es ajusta el rating ofensivo, el 105,6 actual (decimotercero de la NBA) está por encima del 102,5 que la pasada temporada les dejó por delante sólo de Philadelphia 76ers y Orlando Magic, los dos peores equipos con permiso de Milwaukee Bucks.
La defensa, de identidad a problema
La desaparición del carácter competitivo que había impreso Thibodeau a sus Bulls, muchas veces contra una tonelada de adversidades, está en la defensa. Impropia por mecanismos y por ejecución, en lo individual y en lo colectivo. En la 2013-14, a los Bulls les metieron 100 o más puntos 16 veces. En la temporada actual los han encajado en 25 de los 50 partidos disputados. Los 91,8 que encajaban hace un año (menos que nadie) se han convertido en 99,9. Su rating defensivo ha pasado de 100,5 (el mejor tras el de los Pacers) a 105,6, casi el mismo que el de Philadelphia 76ers y peor que el de doce equipos de la NBA. Por cada 100 posesiones, estos Bulls encajan 4,6 puntos más que la temporada anterior.
Y si se ajustan ratios de defensa y ataque, los Bulls no están entre los diez mejores equipos de la NBA. Por eso sufren mucho contra equipos de primer nivel: 11-11 en duelos ante rivales por encima del 50% de victorias, 15-13 ante los que disputaron los playoffs 2014. Y por eso se han convertido en un grupo irregular y descafeinado que tan pronto gana en pista de los Warriors como cae contra los Lakers o ante los Heat en un United Center en el que han perdido ya once partidos (13-11), cerca de los 14 que perdieron en toda la temporada pasada.
Desde luego los Bulls, con más potencia de fuego, pueden permitirse partidos a más anotación. Pero no su actual falta de regularidad en cuestiones como la intensidad y la concentración que han sido innegociables para Tom Thibodeau. Ahora mismo los Bulls son un equipo que transmite malas sensaciones, que desafina y que rema en distintas marchas. Thibodeau ha llegado a un punto que parece de no retorno en sus conflictos con los jefes de los despachos (Gar Forman, John Paxson) y muchos dan por imposible su continuidad más allá de esta temporada y pase lo que pase. Varios jugadores han realizado críticas públicas (al juego, al nivel de esfuerzo, a la intensidad en los entrenamientos…). Desde Rose a Butler o Gibson. Y se cuestiona la ética enfermiza de trabajo y la carga de minutos de las estrellas (Butler lidera la Liga con 39,8 por partido) como método para dirigir a un bloque con jugadores maduros y en muchos casos veteranos y con suficiente conocimiento del juego. Para algunos, ahí reside parte de la cruz que ha perseguido al equipo en forma de lesiones. El quinteto tipo ha jugado poco (Rose-Butler-Dunleavy-Gasol-Noah) y otros que deberían aportar, como McDermott, también se están perdiendo demasiados partidos. El núcleo Rose-Butler-Dunleavy-Noah-Gasol-Gibson se ha perdido un total combinado de 55 partidos. Tampoco ha habido continuidad y ya hay quien considera a Thibodeau, por consenso uno de los entrenadores más valorados de la NBA, como uno de esos técnicos tan abrasivos que no pueden aplicar con eficacia su método durante demasiadas temporadas. Cuando las cosas no van bien, todo se cuestiona.
En lo individual, sólo Jimmy Butler (que se estrenará como All Star en una temporada en la que promedia más de 20 puntos y 6 rebotes por partido) parece a salvo de las críticas en el entorno de la franquicia. Ni siquiera Pau Gasol (también jugará el All Star y como titular: 18,1 puntos y 12 rebotes por partido. Líder de la NBA en dobles-dobles junto a Vucevic: 31) se libre de ser cuestionado. En general se celebra su regreso a un excelente nivel competitivo tras su mal final de trayecto en los Lakers, pero hay quien sugiere que el equipo ha mimetizado sus virtudes pero también sus defectos (bien en ataque, discreto como mínimo en defensa)… y sobre todo que el proyecto de torres gemelas que tenía que formar con Joakim Noah no termina de funcionar. Un asunto peliagudo porque los problemas físicos del francés hacen difícil evaluar cuánto va en el debe de un reformado quinteto en el que tiene que jugar mucho prácticamente de ala-pívot para dejar la zona del center a Gasol. Noah, en evidente regresión, ha bajado sus números de su excelente temporada pasada (en la que era epicentro del equipo) en puntos (de 12,6 a 7,7), rebotes (de 11,3 a 9,8), asistencias (de 5,4 a 3,7) y porcentaje de tiro (de 47 a 43%). Más allá de eso, la ocupación de espacios de ambos, cuando juegan juntos, transmite muchas veces incomodidad. Y los datos lo recogen: los Bulls son peores (apenas 0,7 puntos por 100 posesiones) con ellos dos en pista. Y eso sí es problemático.
Derrick Rose como termómetro
Además, las lesiones de Dunleavy y McDermott han minimizado la potencia de fuego de la rotación exterior, en la que Kirk Hinrich (34 años) ha dado un notable paso atrás (36% en tiros) y Tony Snell no ha dado ni uno solo adelante (3,5 puntos de media, 30% en triples). Además, Taj Gibson ha mostrado en muchos partidos un desconcierto hasta ahora desconocido en un jugador de su intensidad. Y a Niko Mirotic le está alcanzando el rookie wall, esa pájara en la que se van sumiendo muchos novatos cuando experimentan por primera vez la longitud y dureza de una temporada NBA. El ex del Real Madrid sólo ha anotado en dobles figuras en uno de sus últimos diez partidos y suma tres puntos totales en los tres últimos y 81 en los 15 que ha jugado desde el 7 de enero.
Finalmente, Derrick Rose no termina de ser Derrick Rose. La buena noticia es que ha jugado sin limitación de minutos ni recaídas en sus rodillas. La mala, que para sumar 18,7 puntos por partido necesita más de 17 tiros con un pobre 29% en triples. No es tan preocupante ese porcentaje (nunca ha sido un gran tirador) como que está batiendo su récord de triples intentados (223 ya en 39 partidos) y que está lanzando más del 55% de sus tiros desde fuera de la zona. Según han pasado partidos y han quedado en stand by las dudas sobre esas malditas rodillas, el propio Rose se ha mostrado a veces demasiado insistente, como si se sintiera obligado a producir números en un volumen que confirmara su recuperación. Rose vuelve a ser jugador de baloncesto pero todavía está demasiado lejos del Rose que fue. Y del explosivo base, MVP en 2011, dependían en realidad muchas de las opciones de que los Bulls se convirtieran en uno de los aspirantes de primera categoría al anillo. Por ahora, y con más de media temporada disputada y el All Star a la vista, no están desde luego descartados pero sí han rendido muy por debajo de ese nivel. Tienen tiempo para arreglarlo… pero también muchos problemas que ya no parecen coyunturales. Veremos...
Chicago, As
Chicago Bulls suma, en gira por el Oeste, tres derrotas seguidas. Marcha cuarto del Este (30-20), muy lejos de Atlanta Hawks y sin recortar partidos ni a los Raptors ni a unos Wizards que suman cinco derrotas seguidas y siguen terceros. De hecho, pelean por la cuarta plaza con los nuevos Cavaliers. En total, ganan por ahora el 60% de sus partidos, una cifra que queda por debajo de sus expectativas de pretemporada y que apenas mejora el 58,5% total del pasado curso (48-34), en el que faltaban el lesionado Derrick Rose y los recién llegados, de Pau Gasol a los rookies Nikola Mirotic y Doug McDermott.
Es tan obvio que no hay que descartar todavía a los Bulls y que será un equipo difícil de batir en el Este cuando lleguen los playoffs como que se esperaba más, por resultado y sensaciones, de este remozado equipo del quinto proyecto Thibodeau. De hecho, en el primer año de Thibs los Bulls sólo perdieron 20 partidos. Y en el segundo, 16 en temporada de lockout. Dos años en el 75% de victorias que prometían mucho ahora que volvía Rose y que el roster se agitaba para recibir lo que más había echado en falta: talento ofensivo, profundidad, variantes. Puntos. Los Bulls desde luego anotan más. Con 101,9 puntos por partido son el noveno equipo más anotador de la Liga, muy por encima de los 93,7 de media que le convirtieron en el equipo menos anotador de la 2013-14. Si es ajusta el rating ofensivo, el 105,6 actual (decimotercero de la NBA) está por encima del 102,5 que la pasada temporada les dejó por delante sólo de Philadelphia 76ers y Orlando Magic, los dos peores equipos con permiso de Milwaukee Bucks.
La defensa, de identidad a problema
La desaparición del carácter competitivo que había impreso Thibodeau a sus Bulls, muchas veces contra una tonelada de adversidades, está en la defensa. Impropia por mecanismos y por ejecución, en lo individual y en lo colectivo. En la 2013-14, a los Bulls les metieron 100 o más puntos 16 veces. En la temporada actual los han encajado en 25 de los 50 partidos disputados. Los 91,8 que encajaban hace un año (menos que nadie) se han convertido en 99,9. Su rating defensivo ha pasado de 100,5 (el mejor tras el de los Pacers) a 105,6, casi el mismo que el de Philadelphia 76ers y peor que el de doce equipos de la NBA. Por cada 100 posesiones, estos Bulls encajan 4,6 puntos más que la temporada anterior.
Y si se ajustan ratios de defensa y ataque, los Bulls no están entre los diez mejores equipos de la NBA. Por eso sufren mucho contra equipos de primer nivel: 11-11 en duelos ante rivales por encima del 50% de victorias, 15-13 ante los que disputaron los playoffs 2014. Y por eso se han convertido en un grupo irregular y descafeinado que tan pronto gana en pista de los Warriors como cae contra los Lakers o ante los Heat en un United Center en el que han perdido ya once partidos (13-11), cerca de los 14 que perdieron en toda la temporada pasada.
Desde luego los Bulls, con más potencia de fuego, pueden permitirse partidos a más anotación. Pero no su actual falta de regularidad en cuestiones como la intensidad y la concentración que han sido innegociables para Tom Thibodeau. Ahora mismo los Bulls son un equipo que transmite malas sensaciones, que desafina y que rema en distintas marchas. Thibodeau ha llegado a un punto que parece de no retorno en sus conflictos con los jefes de los despachos (Gar Forman, John Paxson) y muchos dan por imposible su continuidad más allá de esta temporada y pase lo que pase. Varios jugadores han realizado críticas públicas (al juego, al nivel de esfuerzo, a la intensidad en los entrenamientos…). Desde Rose a Butler o Gibson. Y se cuestiona la ética enfermiza de trabajo y la carga de minutos de las estrellas (Butler lidera la Liga con 39,8 por partido) como método para dirigir a un bloque con jugadores maduros y en muchos casos veteranos y con suficiente conocimiento del juego. Para algunos, ahí reside parte de la cruz que ha perseguido al equipo en forma de lesiones. El quinteto tipo ha jugado poco (Rose-Butler-Dunleavy-Gasol-Noah) y otros que deberían aportar, como McDermott, también se están perdiendo demasiados partidos. El núcleo Rose-Butler-Dunleavy-Noah-Gasol-Gibson se ha perdido un total combinado de 55 partidos. Tampoco ha habido continuidad y ya hay quien considera a Thibodeau, por consenso uno de los entrenadores más valorados de la NBA, como uno de esos técnicos tan abrasivos que no pueden aplicar con eficacia su método durante demasiadas temporadas. Cuando las cosas no van bien, todo se cuestiona.
En lo individual, sólo Jimmy Butler (que se estrenará como All Star en una temporada en la que promedia más de 20 puntos y 6 rebotes por partido) parece a salvo de las críticas en el entorno de la franquicia. Ni siquiera Pau Gasol (también jugará el All Star y como titular: 18,1 puntos y 12 rebotes por partido. Líder de la NBA en dobles-dobles junto a Vucevic: 31) se libre de ser cuestionado. En general se celebra su regreso a un excelente nivel competitivo tras su mal final de trayecto en los Lakers, pero hay quien sugiere que el equipo ha mimetizado sus virtudes pero también sus defectos (bien en ataque, discreto como mínimo en defensa)… y sobre todo que el proyecto de torres gemelas que tenía que formar con Joakim Noah no termina de funcionar. Un asunto peliagudo porque los problemas físicos del francés hacen difícil evaluar cuánto va en el debe de un reformado quinteto en el que tiene que jugar mucho prácticamente de ala-pívot para dejar la zona del center a Gasol. Noah, en evidente regresión, ha bajado sus números de su excelente temporada pasada (en la que era epicentro del equipo) en puntos (de 12,6 a 7,7), rebotes (de 11,3 a 9,8), asistencias (de 5,4 a 3,7) y porcentaje de tiro (de 47 a 43%). Más allá de eso, la ocupación de espacios de ambos, cuando juegan juntos, transmite muchas veces incomodidad. Y los datos lo recogen: los Bulls son peores (apenas 0,7 puntos por 100 posesiones) con ellos dos en pista. Y eso sí es problemático.
Derrick Rose como termómetro
Además, las lesiones de Dunleavy y McDermott han minimizado la potencia de fuego de la rotación exterior, en la que Kirk Hinrich (34 años) ha dado un notable paso atrás (36% en tiros) y Tony Snell no ha dado ni uno solo adelante (3,5 puntos de media, 30% en triples). Además, Taj Gibson ha mostrado en muchos partidos un desconcierto hasta ahora desconocido en un jugador de su intensidad. Y a Niko Mirotic le está alcanzando el rookie wall, esa pájara en la que se van sumiendo muchos novatos cuando experimentan por primera vez la longitud y dureza de una temporada NBA. El ex del Real Madrid sólo ha anotado en dobles figuras en uno de sus últimos diez partidos y suma tres puntos totales en los tres últimos y 81 en los 15 que ha jugado desde el 7 de enero.
Finalmente, Derrick Rose no termina de ser Derrick Rose. La buena noticia es que ha jugado sin limitación de minutos ni recaídas en sus rodillas. La mala, que para sumar 18,7 puntos por partido necesita más de 17 tiros con un pobre 29% en triples. No es tan preocupante ese porcentaje (nunca ha sido un gran tirador) como que está batiendo su récord de triples intentados (223 ya en 39 partidos) y que está lanzando más del 55% de sus tiros desde fuera de la zona. Según han pasado partidos y han quedado en stand by las dudas sobre esas malditas rodillas, el propio Rose se ha mostrado a veces demasiado insistente, como si se sintiera obligado a producir números en un volumen que confirmara su recuperación. Rose vuelve a ser jugador de baloncesto pero todavía está demasiado lejos del Rose que fue. Y del explosivo base, MVP en 2011, dependían en realidad muchas de las opciones de que los Bulls se convirtieran en uno de los aspirantes de primera categoría al anillo. Por ahora, y con más de media temporada disputada y el All Star a la vista, no están desde luego descartados pero sí han rendido muy por debajo de ese nivel. Tienen tiempo para arreglarlo… pero también muchos problemas que ya no parecen coyunturales. Veremos...