Ayotzinapa abre la primera crisis en el Gobierno de Peña Nieto
El presidente releva al procurador general Murillo Karam, quien lideraba las pesquisas por la desaparición de los 43 estudiantes
Jan Martínez Ahrens / Verónica Calderón
México, El País
La tragedia de Iguala, ese interminable abismo de sangre y dolor que sacude México desde septiembre pasado, ha abierto la primera crisis en el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Tras cinco meses de erosión casi diaria, el presidente ha decidido sustituir al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, un hombre de su máxima confianza que ha encabezado las pesquisas por la desaparición y muerte de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En su lugar, el presidente estudiaba proponer a Arely Gómez, una senadora del PRI, de perfil técnico y relativamente poco conocida.
El anuncio del cese de Murillo Karam, de 67 años, coincidió con la detención del narco más buscado de México, Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, líder de la narcosecta de Los Caballeros Templarios. La enorme polvareda levantada por esta captura no impidió que la caída del procurador convulsionase las siempre agitadas aguas políticas mexicanas.
Murillo Karam ha sido la cabeza visible del Ejecutivo ante el caso de Iguala, y por ello mismo, se había convertido en el espigón contra el que se estrelló la gigantesca ola de descontento desatada por la desaparición de los normalistas. La barbarie perpetrada la noche de 26 al 27 de septiembre no sólo resucitó espectros que muchos mexicanos creían haber enterrado con la victoria del PRI en 2012, sino que desencadenó una movilización popular solo comparable a la originada en 1968 con la matanza de Tlatelolco. Las investigaciones de la procuraduría, cuyos primeros pasos fueron un monumento a la confusión, se vieron impotentes para contener esta marejada. La pérdida de credibilidad fue creciendo día a día. Las detenciones, confesiones y hallazgos de la Procuraduría chocaron contra un muro más alto. Un escepticismo que desbordaba el caso Iguala y que llevó al propio presidente a reconocer en diciembre que México, ante el "dolor colectivo y la impunidad", se había convertido en una nación puesta a prueba.
En el centro de este colapso se encontraba Murillo Karam. Su grado de deterioro era tal que sus tropiezos se volvieron un boomerang contra Peña Nieto. En noviembre, cuando después de semanas de extenuante investigación ofreció el primer relato oficial de la matanza de Iguala, acabó la conferencia de prensa con un sonoro "ya me cansé". La frase se tornó dinamita en las redes sociales. En pocos minutos se transformó en un hashtag #yamecansé contra el Gobierno, evidenciando precisamente el agotamiento que su figura despertaba.
En este contexto, la salida de Murillo Karam, que desde diciembre se daba por segura, se ha diseñado con sumo cuidado. Este abogado, que fue gobernador de Hidalgo (1993-1998) y presidente de la Cámara de Diputados, ha sido uno de los muñidores del éxito de Peña Nieto. A su lado trabajó desde los inicios, tallando su figura política. De ahí que su relevo haya sido diseñado para aminorar el golpe. Lejos de dejarle en tierra baldía, Peña Nieto le otorga una cómoda cartera: la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.
En sustitución de Murillo Karam, diversos medios señalaron que el presidente había elegido a la senadora Arely Gómez, hermana de un vicepresidente de Televisa. Muy vinculada al Poder Judicial y sin aristas políticas conocidas, su entrada se interpreta como un intento de recuperar la credibilidad perdida. Aunque nadie piensa que vaya a protagonizar un cambio radical en la línea de investigación, sí se espera que alcance un mayor acercamiento a los padres, renuentes a aceptar las conclusiones oficiales.
Jan Martínez Ahrens / Verónica Calderón
México, El País
La tragedia de Iguala, ese interminable abismo de sangre y dolor que sacude México desde septiembre pasado, ha abierto la primera crisis en el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Tras cinco meses de erosión casi diaria, el presidente ha decidido sustituir al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, un hombre de su máxima confianza que ha encabezado las pesquisas por la desaparición y muerte de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En su lugar, el presidente estudiaba proponer a Arely Gómez, una senadora del PRI, de perfil técnico y relativamente poco conocida.
El anuncio del cese de Murillo Karam, de 67 años, coincidió con la detención del narco más buscado de México, Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, líder de la narcosecta de Los Caballeros Templarios. La enorme polvareda levantada por esta captura no impidió que la caída del procurador convulsionase las siempre agitadas aguas políticas mexicanas.
Murillo Karam ha sido la cabeza visible del Ejecutivo ante el caso de Iguala, y por ello mismo, se había convertido en el espigón contra el que se estrelló la gigantesca ola de descontento desatada por la desaparición de los normalistas. La barbarie perpetrada la noche de 26 al 27 de septiembre no sólo resucitó espectros que muchos mexicanos creían haber enterrado con la victoria del PRI en 2012, sino que desencadenó una movilización popular solo comparable a la originada en 1968 con la matanza de Tlatelolco. Las investigaciones de la procuraduría, cuyos primeros pasos fueron un monumento a la confusión, se vieron impotentes para contener esta marejada. La pérdida de credibilidad fue creciendo día a día. Las detenciones, confesiones y hallazgos de la Procuraduría chocaron contra un muro más alto. Un escepticismo que desbordaba el caso Iguala y que llevó al propio presidente a reconocer en diciembre que México, ante el "dolor colectivo y la impunidad", se había convertido en una nación puesta a prueba.
En el centro de este colapso se encontraba Murillo Karam. Su grado de deterioro era tal que sus tropiezos se volvieron un boomerang contra Peña Nieto. En noviembre, cuando después de semanas de extenuante investigación ofreció el primer relato oficial de la matanza de Iguala, acabó la conferencia de prensa con un sonoro "ya me cansé". La frase se tornó dinamita en las redes sociales. En pocos minutos se transformó en un hashtag #yamecansé contra el Gobierno, evidenciando precisamente el agotamiento que su figura despertaba.
En este contexto, la salida de Murillo Karam, que desde diciembre se daba por segura, se ha diseñado con sumo cuidado. Este abogado, que fue gobernador de Hidalgo (1993-1998) y presidente de la Cámara de Diputados, ha sido uno de los muñidores del éxito de Peña Nieto. A su lado trabajó desde los inicios, tallando su figura política. De ahí que su relevo haya sido diseñado para aminorar el golpe. Lejos de dejarle en tierra baldía, Peña Nieto le otorga una cómoda cartera: la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.
En sustitución de Murillo Karam, diversos medios señalaron que el presidente había elegido a la senadora Arely Gómez, hermana de un vicepresidente de Televisa. Muy vinculada al Poder Judicial y sin aristas políticas conocidas, su entrada se interpreta como un intento de recuperar la credibilidad perdida. Aunque nadie piensa que vaya a protagonizar un cambio radical en la línea de investigación, sí se espera que alcance un mayor acercamiento a los padres, renuentes a aceptar las conclusiones oficiales.