Atlético 4 Real Madrid 0: baño rojiblanco en el Calderón
Exhibiciones de Saúl, Griezmann y Mandzukic. El equipo de Ancelotti no fue rival para un Atlético que le ganó en todo: intensidad, fútbol y acierto. Ni rastro de Cristiano.
Madrid, As
Los caminos del Señor son inescrutables. Los del Atlético, también. A los siete minutos de partido, el equipo de Simeone había perdido a Koke por una lesión muscular y Godín manaba sangre por la nariz, dejando la incógnita de un tabique roto o un esqueleto fracturado. En apariencia, no resultaba un comienzo muy esperanzador. No lo hubiera sido para nadie. Pero el Atético es distinto: cuanto peor, mejor.
La siguiente escena nos descubrió el lado más sensible de Mandzukic, hombre de gran corazón si consideramos el tamaño de su esternón. Con ese mismo pecho bajó el balón y con el interior de la bota se lo entregó a Tiago, lazo incluido. El portugués chutó con el alma y Casillas hizo el resto. Al portero se le dobló la mano o el brazo, o le traicionó la confianza. El caso es que la pelota entró junto a su cuerpo, burlonamente cruel.
Para el desdichado Casillas, lo peor del castigo estaba por venir: el estadio comenzó a gritar “¡Iker, Iker!”, confirmando que la guasa tiene un efecto más devastador que el insulto, incluso que las bombas racimo.
No hay referencia de cuántas carreras se dio Saúl antes de conseguir el segundo tanto. Pocas, dos o tres. No necesitó más. Marcó el gol que sueñan todos los niños en pijama, el que soñaba él mismo hace pocos años (tiene 20): chilena mortal, con vuelo en cámara lenta y balón al palo, antes de acabar en la red. A Siqueira le corresponde una parte del mérito. Penetró por la izquierda como si fuera un extremo vertical y ofensivo, un zurdo con todo por delante y nada por detrás. Probablemente no hizo más que ser fiel a su naturaleza.
El Madrid estaba groggy. En pocas ocasiones se le ha visto tan confundido, tan amnésico y descolocado. Hasta el minuto 31 no llegó al área del Atlético, y lo hizo a duras penas. Sin embargo, le gustó la experiencia. Animado por Kroos, el equipo se fue apoderando del juego hasta inclinarlo a su favor. No dispuso de grandes oportunidades, cierto es, pero el Atlético recibió el descanso con mayor satisfacción.
Jesé entró por Khedira para reactivar al Madrid y el efecto se hizo notar. El visitante atacó con más filo y más futbolistas. En la reanudación, el Atlético se vio enterrado por un alud de atacantes blancos (ninguno era Cristiano), pero no tardó en encontrar la escapatoria del contragolpe. El Calderón le dio a su equipo el resto de oxígeno que necesitaba. Cambiaron las tornas. Griezmann pudo marcar de chilena y Tiago de cabeza. El francés no perdonó a la segunda oportunidad. Arda buscó a Saúl en el segundo palo y el canterano se la puso al 'Principito', que en el otro poste se merendó a Varane y consiguió el tercero.
Los cambios de Ancelotti sonaron a rendición incondicional: Illarramendi y Chicharito sustituyeron a Isco y Benzema. El Atlético, jaleado por el estadio y la incorporación de Torres, buscó el cuarto, incansable y entusiasta. Finalmente, lo marcó Mandzukic a pase de Torres para culminar una tarde perfecta, de absoluta sensibilidad. Con tanto fuego, nadie sintió frío en la grada, sólo Florentino, congelado en sentido literal y formato Pescanova.
La Liga se aprieta, por eso también bailan en Barcelona. El Atlético se coloca a cuatro puntos del líder, con el balance a favor en caso de empate. El Madrid ya encadena seis partidos consecutivos sin vencer a su vecino menos querido. No sólo eso: cada vez está más lejos de su objetivo. La alegría va por barrios y los complejos, también.
Madrid, As
Los caminos del Señor son inescrutables. Los del Atlético, también. A los siete minutos de partido, el equipo de Simeone había perdido a Koke por una lesión muscular y Godín manaba sangre por la nariz, dejando la incógnita de un tabique roto o un esqueleto fracturado. En apariencia, no resultaba un comienzo muy esperanzador. No lo hubiera sido para nadie. Pero el Atético es distinto: cuanto peor, mejor.
La siguiente escena nos descubrió el lado más sensible de Mandzukic, hombre de gran corazón si consideramos el tamaño de su esternón. Con ese mismo pecho bajó el balón y con el interior de la bota se lo entregó a Tiago, lazo incluido. El portugués chutó con el alma y Casillas hizo el resto. Al portero se le dobló la mano o el brazo, o le traicionó la confianza. El caso es que la pelota entró junto a su cuerpo, burlonamente cruel.
Para el desdichado Casillas, lo peor del castigo estaba por venir: el estadio comenzó a gritar “¡Iker, Iker!”, confirmando que la guasa tiene un efecto más devastador que el insulto, incluso que las bombas racimo.
No hay referencia de cuántas carreras se dio Saúl antes de conseguir el segundo tanto. Pocas, dos o tres. No necesitó más. Marcó el gol que sueñan todos los niños en pijama, el que soñaba él mismo hace pocos años (tiene 20): chilena mortal, con vuelo en cámara lenta y balón al palo, antes de acabar en la red. A Siqueira le corresponde una parte del mérito. Penetró por la izquierda como si fuera un extremo vertical y ofensivo, un zurdo con todo por delante y nada por detrás. Probablemente no hizo más que ser fiel a su naturaleza.
El Madrid estaba groggy. En pocas ocasiones se le ha visto tan confundido, tan amnésico y descolocado. Hasta el minuto 31 no llegó al área del Atlético, y lo hizo a duras penas. Sin embargo, le gustó la experiencia. Animado por Kroos, el equipo se fue apoderando del juego hasta inclinarlo a su favor. No dispuso de grandes oportunidades, cierto es, pero el Atlético recibió el descanso con mayor satisfacción.
Jesé entró por Khedira para reactivar al Madrid y el efecto se hizo notar. El visitante atacó con más filo y más futbolistas. En la reanudación, el Atlético se vio enterrado por un alud de atacantes blancos (ninguno era Cristiano), pero no tardó en encontrar la escapatoria del contragolpe. El Calderón le dio a su equipo el resto de oxígeno que necesitaba. Cambiaron las tornas. Griezmann pudo marcar de chilena y Tiago de cabeza. El francés no perdonó a la segunda oportunidad. Arda buscó a Saúl en el segundo palo y el canterano se la puso al 'Principito', que en el otro poste se merendó a Varane y consiguió el tercero.
Los cambios de Ancelotti sonaron a rendición incondicional: Illarramendi y Chicharito sustituyeron a Isco y Benzema. El Atlético, jaleado por el estadio y la incorporación de Torres, buscó el cuarto, incansable y entusiasta. Finalmente, lo marcó Mandzukic a pase de Torres para culminar una tarde perfecta, de absoluta sensibilidad. Con tanto fuego, nadie sintió frío en la grada, sólo Florentino, congelado en sentido literal y formato Pescanova.
La Liga se aprieta, por eso también bailan en Barcelona. El Atlético se coloca a cuatro puntos del líder, con el balance a favor en caso de empate. El Madrid ya encadena seis partidos consecutivos sin vencer a su vecino menos querido. No sólo eso: cada vez está más lejos de su objetivo. La alegría va por barrios y los complejos, también.