Silva estropea la fiesta a Mou
Chelsea y Manchester City firmaron las tablas en un partido atípico de la Premier League. Suele pasar, cuando más se espera de algo (que cada uno imagine) menos te da. Presagiamos una final entre los dos mejores equipos del campeonato y el encuentro acabó por resultar como un día cualquiera en la oficina. Dominio inocuo de los de Pellegrini contra un autobús Blue, ocasiones a cuentagotas y un empate a uno que deja la clasificación como si no hubiera habido partido: con el equipo de Mourinho líder, a cinco puntos de ventaja sobre el vigente campeón.
El Miedo a fallar pudo más que las ganas de ganar. Las ausencias de Cesc Fábregas, Diego Costa y Yaya Touré también pesaron demasiado. Los dos equipos salieron al campo con más respeto que un novio en su primera cena con sus suegros. El City porque era consciente de que cualquier paso en falso le condenaba al precipicio (ocho puntos hubiera sido un escollo demasiado grande). El Chelsea porque Mourinho entendió que su rival se jugaba más que él mismo. Y así City quiso pero no pudo mientras el Chelsea ni lo intentó.
Hubo que esperar a la media hora para la primera gran ocasión del partido, obra del Kun Agüero. El argentino aprovechó un desliz blue (mientras reclamaban una posible mano de Demichelis en el área) para colarse entre los centrales pero fallar en el mano a mano ante Courtois.
El Chelsea no reaccionó pero tampoco le hizo falta. En una jugada aislada genialmente elaborada se encontró el primer gol del partido. Ivanovic se disfrazó de Cesc para ver el desmarque de Hazard, el belga puso el pase de la muerte al primer toque y Remy remachó a la red ante la pasividad de Kompany. Pim, pam, pum y 1-0. Puro Chelsea. No obstante lo que siguió fue todo lo contrario a lo que representa el equipo blue. Falló Courtois, el que nunca falla, y el Chelsea dejó escapar la ventaja en apenas tres minutos, justo antes del descanso. El portero belga se comió un centro de Navas, Agüero disparó desde la frontal y Silva remató a la red con olfato de nueve.
Tras el descanso Mourinho sacó el autobús y el City amasó la bola con más intención que peligro. Agüero no es el mismo que antes de la lesión y Silva se atascó ante la maraña defensiva para encontrar huecos. Pellegrini buscó entonces en Lampard (autor del gol en la ida) la solución pero solo encontró una ovación genial de la que fue su hinchada. Mourinho respondió con otra leyenda como Drogba para poco después cerrar el partido metiendo a Cahill por Remi. Central por delantero, señal de que el empate le supo a miel. Es entendible. Su Chelsea mantiene los cinco puntos de renta y ya queda una jornada menos...