Los presidentes y la economía

La mejora de la economía es sin duda uno de los factores por los que el índice de aprobación del presidente Obama está aumentando

Paul Krugman, El País
De repente, o al menos eso parece, la economía estadounidense tiene mejor aspecto. Hace ya algún tiempo que las cosas pintan bien pero, a estas alturas, los síntomas de la mejoría —aumento del empleo, un PIB que crece con rapidez, la recuperación de la confianza ciudadana— son inconfundibles.


La mejora de la economía es sin duda uno de los factores por los que el índice de aprobación del presidente Obama está aumentando. Y es palpable la sensación de pánico de los republicanos, a pesar de su victoria en las elecciones de mitad de mandato. Esperaban presentarse a las de 2016 en medio de un contexto de fracaso; ¿qué van a hacer si la economía marcha bien?

Bueno, ese es su problema. Lo que yo quiero plantear, en cambio, es si todo esto tiene algún sentido. ¿Qué influencia ejerce en cualquier caso el ocupante de la Casa Blanca en la economía? La respuesta que suelen dar los economistas, al menos cuando no están a sueldo de los políticos, es “ no mucha”. ¿Pero es esto diferente en esta ocasión?

Para entender por qué los economistas suelen quitarle importancia a la función de los presidentes, vamos a repasar un episodio muy idealizado de la historia económica de EE UU: la recesión y recuperación de la década de 1980.

La derecha, por supuesto, recuerda esa década como una época de milagros propiciados por el bendito Reagan, que bajó los impuestos, conjuró la magia de los mercados y condujo al país a una creación de empleo jamás igualada, ni antes ni después. En realidad, los 16 millones de puestos de trabajo que se crearon en Estados Unidos durante el mandato de Reagan solo están un poco por encima de los 14 millones que se habían creado durante los ocho años anteriores. Y durante el mandato de un presidente posterior —Bill como se llame— se crearon 22 millones de puestos de trabajo. Pero ¿qué más dan los números?

En cualquier caso, sin embargo, los análisis serios del ciclo empresarial de la época de Reagan le dan muy poca importancia a Reagan y destacan, en su lugar, la función de la Reserva Federal, que determina la política monetaria y es en gran medida independiente del proceso político. A principios de la década de 1980, la Reserva, dirigida por Paul Volcker, estaba decidida a reducir la inflación, aun pagando un alto precio por ello; aplicó unas medidas más estrictas e hizo que se disparasen los tipos de interés, lo que situó los tipos hipotecarios por encima del 18%. Lo que se produjo a continuación fue una grave recesión que trajo consigo cifras de paro de dos dígitos, pero también acabó con la espiral de precios y salarios.

Luego, la Reserva decidió que Estados Unidos ya había sufrido bastante. Aflojó un poco las riendas, lo que provocó una caída en picado de los tipos de interés y un aumento de la construcción de viviendas. Y la economía se recuperó. Reagan se llevó el mérito político del “despertar de Estados Unidos”, pero fue Volcker el verdadero responsable tanto de la crisis como del auge económico.

La cuestión es que, normalmente, es la Reserva, y no la Casa Blanca, la que controla la economía. ¿Pero debemos aplicar esta misma regla al mandato de Obama? No del todo.

Por un lado, la Reserva ha tenido dificultades para coger impulso tras la crisis financiera de 2008, porque la enorme burbuja inmobiliaria e hipotecaria ha tenido como consecuencia que el gasto privado responda relativamente poco a las variaciones de los tipos de interés. En esta ocasión, la política monetaria tenía mucha necesidad de apoyarse en un aumento temporal del gasto público, lo que significa que el presidente podría haber supuesto una gran diferencia. Y así fue, durante un tiempo; puede que, desde el punto de vista político, el estímulo económico de Obama haya sido un fracaso, pero la inmensa mayoría de los economistas cree que ha servido para suavizar la recesión.

Sin embargo, desde entonces, la devastadora oposición republicana ha contrarrestado con creces el esfuerzo inicial. De hecho, el gasto federal ajustado según la inflación y el crecimiento demográfico es más bajo ahora de lo que lo era cuando Obama accedió al cargo; en el mismo momento del mandato de Reagan, había aumentado más de un 20 %. Para que luego digan de la política fiscal.

Sin embargo, hay otro aspecto en el que podríamos afirmar que Obama ha supuesto una gran diferencia. A la Reserva le ha costado mucho coger fuerza, pero al menos ha tratado de impulsar la economía; y lo ha hecho a pesar de los feroces ataques de los conservadores, que la han acusado una y otra vez de "degradar el dólar" y de sentar las bases para una inflación descontrolada. Si Obama no hubiese protegido su independencia, es muy posible que la Reserva hubiera sucumbido a las intimidaciones y subido los tipos de interés, lo cual habría sido desastroso. De modo que, indirectamente, el presidente ha ayudado a la economía al defenderla de las hordas de la restricción crediticia.

Y por último, pero no menos importante, aunque podamos pensar que a Obama le corresponde poco o ningún mérito por las buenas nuevas sobre la economía, el hecho es que sus adversarios llevan años afirmando que su mala actitud —se sabe que ha dejado caer, de vez en cuando, que algunos banqueros se han comportado mal— es, de algún modo, responsable de la mala situación económica. Ahora que su mandato está conociendo un inesperado auge económico, no pueden dar marcha atrás y quitarle toda la responsabilidad sin más.

Entonces, ¿es el presidente responsable de la aceleración de la recuperación? No. ¿Podemos, no obstante, afirmar que nos está yendo mejor de lo que nos iría si la Casa Blanca hubiese estado en manos del otro partido? Sí. ¿Quienes culpaban a Obama de todos nuestros males económicos parecen ahora unos canallas y unos idiotas? Sí, así es. Y ello se debe a que, en efecto, lo son.

Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía de 2008.

© 2015 New York Times Service.

Traducción de News Clips.

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